Monseñor Marcel Lefebvre
Ramiro de Maeztu
"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"
jueves, 31 de diciembre de 2009
AL TERMINAR EL AÑO...
lunes, 28 de diciembre de 2009
ALÁ GARANTIZARÁ LA VICTORIA ISLÁMICA EN EUROPA SIN PISTOLAS NI TERRORISTAS NI SUICIDAS
Con estudios demográficos en la mano, todo apunta a que Europa, en el horizonte no muy lejano de 2040 tendrá mayoría musulmana en muchos países. Holanda, Alemania, Bélgica y Francia, fundamentalmente, pueden ver trastocado su marco jurídico basado en la civilización occidental y de raíces judeo-cristianas, para dar paso a otra concepción basada en el Islám.
«Hay signos de que Alá –dice el líder libio Muammar al-Gaddafi– garantizará la victoria islámica sin espadas, sin pistolas, sin conquista. No necesitamos terroristas, ni suicidas. Los más de 50 millones de musulmanes que hay en Europa lo convertirán en un continente musulmán en pocas décadas».
Parece que el máximo mandatario libio tiene razón. Todos los datos demográficos apuntan a que el envejecimiento de la población europea será compensado con la alta demografía que tienen las familias musulmanas asentadas en el Viejo Continente. El gobierno de Alemania ha reconocido que «de los cincuenta y dos millones que hay en estos momentos en Europa se duplicará en los próximos años hasta llegar a los 104 millones y, posiblemente, habrá un estado islámico en 2050».
El sur de Francia, ¿musulmana? Francia tiene en la actualidad una tasa de natalidad del 1,8, sin embargo, las familias musulmanas que viven en este país multiplican la tasa hasta llegar al 8,1. De esta manera, no es de extrañar que el sur de Francia, antaño plagado de iglesias y templos católicos, ahora se vea superado con creces por nuevas mezquitas y minaretes. El 30 por ciento de los jóvenes menores de 30 años que viven en esta zona, son musulmanes. Y en las ciudades de Niza, Marsella o París, esta cifra se eleva hasta llegar al 45 por ciento.
¿Será Francia República islámica? «En 2027 –según predicciones de un grupo de demógrafos consultados en el reportaje televisivo ‘Muslim demographics’– uno de cada cinco franceses será musulmán, y en sólo 39 años, Francia será una república islámica».
España tiene en estos momentos una tasa de natalidad de 1,1, sin duda, la más baja de toda Europa. En parecidos parámetros se mueve Italia, Grecia o Portugal.
Dos millones y medio de musulmanes en Inglaterra«En los últimos 30 años, la población musulmana de Gran Bretaña ha crecido desde los 82.000 a los dos millones y medio de musulmanes. Un crecimiento 30 veces el número original. En estos momentos hay más de 1.000 mezquitas en las islas, muchas de ellas antiguas iglesias», señalan los demógrafos entrevistados por ‘Muslim demographics’.
Holanda: los musulmanes serán mayoría en 15 años«En Holanda, el 50 por ciento de los recién nacidos son musulmanes, y en sólo 15 años, la mitad de la población holandesa será musulmana. En Rusia hay más de 23 millones de musulmanes lo que significa que uno de cada cinco rusos es musulmán. Con esta progresión, el 40 por ciento del ejército ruso será islámico en pocos años. Por su parte, en Bélgica, un 25 por ciento de su población es musulmana, y el 50 por ciento de los recién nacidos son musulmanes».
Fuente "ReligiónenLibertad.com"
A PROPÓSITO DE LA "FIESTA DE LA FAMILIA"
viernes, 25 de diciembre de 2009
XXV DECEMBRIS MMIX
“Et súbito facta est cum Angelo multitúdo milítiae caeléstis, laudántium Deum, et dicéntium: Gloria in altíssimis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis” (S. Lc. 2 13-14)
miércoles, 23 de diciembre de 2009
ÁGORA
DISCURSO A LOS JÓVENES II - LA AVARICIA (SAN BASILIO)
jueves, 17 de diciembre de 2009
NUESTROS MÁRTIRES
El 21 de julio de 1936, las autoridades se incautaron de todas las iglesias y prohibieron celebrar actos religiosos, incluso a puertas cerradas. El Guardián del convento franciscano tuvo que entregar a la fuerza las llaves de la iglesia. Del 21 al 24, los franciscanos siguieron en su convento, pero sin poder salir y cercados por guardias del pueblo. Pasaron esos días en oración, se confesaron y celebraron la Santa Misa en el oratorio del estudiantado.
El 24 fueron expulsados del convento. El último en salir fue el P. Víctor Chumillas, Guardián, que entregó las llaves a los agentes municipales. Los religiosos fueron hospedados por familiares y bienhechores. En los días de hospedaje llevaron una vida serena y de oración, sin intentar huir ni esconderse de los perseguidores. El P. Víctor expresó repetidamente su deseo de ser mártir.
Entre la tarde y noche del 9 de agosto y la mañana del 10, fueron detenidos 28 de los 32 franciscanos. Los otros cuatro lo serían el día 11. Ellos, sin protestar ni resistirse, pero conscientes de que los matarían, siguieron a los agentes, que los llevaron a la cárcel municipal. La estancia en la misma quedó descrita por el P. Chumillas en su breviario. Todos iban contentos de sufrir por el Señor y, al verse, se abrazaron, se pidieron mutuamente perdón y recibieron del superior la absolución general. Por la noche, ellos y los demás eclesiásticos encarcelados se confesaron, oraron y renovaron los votos y las promesas sacerdotales. El P. Chumillas les exhortó a sufrir el martirio por Dios y todos quedaron con ardiente deseo de padecerlo y se retiraron a descansar diciendo:
«Preparado está nuestro corazón, Señor, preparado está nuestro corazón. Vengan cuando quieran a darnos muerte, que nosotros esperamos firmemente la vida eterna de la mano de Dios misericordioso».
Habiendo ingresado en la cárcel los demás sacerdotes y religiosos del pueblo el día 11, fueron todos trasladados a la iglesia de Santa María, antiguo convento franciscano, convertida en prisión. Allí recibían el alimento de los familiares y bienhechores. Estaban serenos y dedicaban el tiempo a la oración y al diálogo mutuo, estimulándose al martirio. Todos hicieron confesión sacramental. El día 14 fueron liberados tres franciscanos de avanzada edad y otros religiosos. También fue liberado uno de los estudiantes de teología, hijo de Consuegra.
Pasada la media noche del 15 al 16, los franciscanos fueron sacados de la iglesia-prisión. Mientras salían, el P. Benigno Prieto dijo: «No os asustéis, hermanos, que vamos al cielo». Inmediatamente mandaron volverse a los naturales de Consuegra y a los hermanos no clérigos, en total, ocho, que serían luego asesinados el 19 de agosto y el 24 de septiembre. Los veinte restantes fueron subidos a un camión. Al terminar de pasar lista, dijeron los perseguidores: «Domingo Alonso que se baje, que no está en lista». Parece que un amigo quiso librarle. Pero él repuso: «Domingo no se baja, que Domingo irá donde vayan sus hermanos».
Escoltado por varios coches, en los que iba el alcalde y miembros del Ayuntamiento, el camión inició su marcha, salió de Consuegra, pasó por el pueblo de Urda y se detuvo en el lugar llamado Boca de Balondillo, en el término municipal de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Los franciscanos, que habían ido rezando por el camino, recibieron la orden de bajar y ponerse en fila a pocos metros de la carretera. El P. Víctor Chumillas pidió al alcalde que los desatasen para morir con los brazos en cruz, pero no le fue concedido. Pidió que los fusilasen de frente, y el alcalde permitió que se volviesen. Entonces el P. Víctor dijo a su comunidad: «Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte». Y al alcalde: «Estamos dispuestos a morir por Cristo». Inmediatamente, Fr. Saturnino clamó: «¡Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen!». Empezó la descarga de disparos.
En ese mismo momento, varios de los franciscanos gritaron: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Orden Franciscana! ¡Perdónales, Señor!». Eran aproximadamente las 3,45 de la madrugada del 16 de agosto de 1936. Los cuerpos, por orden de la autoridad, fueron recogidos ya de día, llevados en un camión y sepultados en el cementerio de Fuente el Fresno. Una cruz de mármol con una breve inscripción recuerda el lugar de su martirio.
Terminada la guerra civil, fueron trasladados al cementerio de Consuegra. El 15 de agosto de 1940, se trasladaron sus cuerpos a la capilla construida al efecto en la iglesia del convento franciscano de esa localidad, hasta que, el 26 de noviembre de 1982, por cierre de la casa, fueron trasladados a Toledo y, el 23 de diciembre de aquel mismo año, inhumados definitivamente en la iglesia franciscana de San Juan de los Reyes.
El pueblo cristiano los consideró mártires y santos desde que supo su muerte, se encomendó a ellos y bastantes personas declaran haber recibido gracias por su intercesión.
lunes, 14 de diciembre de 2009
DISCURSO A LOS JÓVENES I - LA AVARICIA (SAN BASILIO)
miércoles, 9 de diciembre de 2009
EL VIEJITO PASCUERO
sábado, 5 de diciembre de 2009
EL SENTIDO DIVINO DEL DOLOR HUMANO
No se ven con los ojos de la cara, pero sí se ven con los ojos de la Fe.
¿Claro, y el que no tiene Fe? Bueno, el que no tiene Fe, tiene tres posibilidades. Primero, conservar la sensibilidad hacia el dolor y deprimirse o entristecerse hasta la muerte. Segundo, anestesiar su sensibilidad y vivir alienado (al menos respecto del dolor ajeno) aunque tendrá que vérselas con su propio dolor de todos modos, con lo cual, probablemente termine como el primero. O tercero, pedir la Fe.
Soneto de Francisco Luis Bernárdez que dice más sobre el tema:
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.
Si para ahora estar enamorado
fue menester haber estado herido.
Tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Sermón de San Juan Crisóstomo:
"Únicamente los cristianos saben estimar las cosas en su justo valor. No tienen los mismos criterios para alegrarse ni para entristecerse que los demás hombres. A la vista de un atleta herido, llevando en la cabeza la corona de vencedor, aquel que nunca ha practicado ningún deporte considera sólo la herida que hace sufrir al hombre. No se imagina la felicidad que le procura su recompensa. Así sucede con la gente de la que hablamos. Saben que padecemos pruebas, pero ignoran por qué las soportamos. Sólo ven nuestros sufrimientos. Ven las luchas en las que estamos metidos y los peligros que nos acechan. Pero las recompensas y las coronas les quedan ocultas, al igual que la razón de nuestros combates. Lo afirma San Pablo: “Piensan que no tenemos nada, pero poseemos todo.” (2Cor 6,10)
En cuanto a nosotros, cuando padecemos a causa de Cristo, soportémoslo con valentía, más aún, con gozo. Si ayunamos, saltemos de gozo como si estuviéramos nadando en delicias. Si somos ultrajados, dancemos alegres como si nos colmaran de elogios. Si sufrimos daño, considerémoslo como una ganancia. Si damos limosna a los pobres, démonos cuenta de que somos nosotros los que recibimos... Sobre todo, acuérdate que combates por el Señor Jesucristo. Entonces entrarás de buen grado en la lucha y vivirás siempre lleno de alegría porque nada nos hace tan felices como tener una buena conciencia."
martes, 1 de diciembre de 2009
EL OBISPO CONTRA LOS SEPULTUREROS
Unos y otros acaban tachando las palabras de Martínez Camino de «intromisión» en un ámbito que no le compete. Pero lo cierto es que Martínez Camino ha permanecido quietecito en el único ámbito que le compete, que es el de la ley de Dios o, dicho desde la perspectiva de un descreído, el de las normas que regulan la pertenencia al club que representa. Existe una confusión creciente en torno a lo que debe considerarse ámbito político y ámbito religioso. Si la política se enreda en cosas temporales, los obispos no deben intervenir; pero si la política invade los fundamentos éticos que se desprenden de la misma naturaleza humana, los obispos tienen la obligación irrenunciable de intervenir. Si no lo hicieran, estarían renegando de su ministerio; y, desde ese mismo instante, dejarían de ser obispos. Martínez Camino no ha hecho sino recordar lo que establece el catecismo de la Iglesia católica; en lo que cumple con su obligación, que no es otra sino predicar sobre los terrados lo que un día Cristo le susurró al oído.
Decía Chesterton que necesitamos curas que nos recuerden que vamos a morir; pero -añadía- mucho más necesitamos curas que nos recuerden que estamos vivos. Las declaraciones de Martínez Camino nos demuestran que es un cura de la segunda especie; o, dicho más propiamente, un cura capaz de resucitar a un muerto. Porque, desde luego, una sociedad que acepta el aborto es una sociedad fiambre; y los políticos que se creen investidos del poder para convertir un crimen en un derecho son sus sepultureros. A los sepultureros les jode sobremanera que un cura pronuncie palabras capaces de resucitar a un muerto; y enarbolan el azadón y la pala, dispuestos a descalabrarlo, por no dejarles desempeñar su oficio en paz, que es la paz de los muertos. Y es que las palabras de Martínez Camino, al fin y a la postre, apelan a principios antropológicos y éticos arraigados en nuestra naturaleza; principios tan evidentes como que la vida humana tiene que ser respetada y protegida en todas sus fases, pero muy especialmente allá donde más frágil e indefensa se halla. Y es natural que quienes han introducido la amoralidad como cimiento de la acción política, quienes han declarado abolidos todos los principios como medio para alcanzar los fines más execrables, quienes niegan la posibilidad de fundar las leyes sobre un razonamiento ético objetivo, quienes -en definitiva- conciben la política como una asociación organizada para la libre delincuencia que «legitima» los crímenes mediante la mera aritmética parlamentaria se revuelvan furiosos, al comprobar que las palabras de Martínez Camino hacen rebullir en el ataúd a quien ya creían muerto.
Para atreverse a resucitar a una sociedad que yace en el ataúd hace falta, desde luego, tenerlos muy bien puestos. Y es que los buenos curas, los curas capaces de resucitar a un muerto, deben ser célibes, pero en modo alguno eunucos.