OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

jueves, 31 de diciembre de 2009

AL TERMINAR EL AÑO...


Señor:

Al terminar el año, quiero darte las gracias por todo lo que recibí de Ti. Gracias por la vida y el amor; por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrezco cuanto hice en este año: el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir. Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y las antiguas fidelidades; a los más cercanos y a los que están más lejos; a los que me dieron la mano y a los que pude ayudar; a aquellos con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

También, Señor, hoy quiero pedir perdón por el tiempo perdido, el dinero malgastado, la palabra inútil y el amor despreciado. Perdón, por las obras vacías y por el trabajo mal hecho; por vivir sin entusiasmo y por la oración que fui aplazando; por todos mis olvidos, descuidos, silencios...

Señor Dios, dueño del tiempo y Señor de la historia, al terminar el año, te presento, te agradezco y te consagro mi vida.

lunes, 28 de diciembre de 2009

ALÁ GARANTIZARÁ LA VICTORIA ISLÁMICA EN EUROPA SIN PISTOLAS NI TERRORISTAS NI SUICIDAS

"Conquistaremos Europa con los vientres de nuestras mujeres" (Osama Bin Laden)









Con estudios demográficos en la mano, todo apunta a que Europa, en el horizonte no muy lejano de 2040 tendrá mayoría musulmana en muchos países. Holanda, Alemania, Bélgica y Francia, fundamentalmente, pueden ver trastocado su marco jurídico basado en la civilización occidental y de raíces judeo-cristianas, para dar paso a otra concepción basada en el Islám.

«Hay signos de que Alá –dice el líder libio Muammar al-Gaddafi– garantizará la victoria islámica sin espadas, sin pistolas, sin conquista. No necesitamos terroristas, ni suicidas. Los más de 50 millones de musulmanes que hay en Europa lo convertirán en un continente musulmán en pocas décadas».

Parece que el máximo mandatario libio tiene razón. Todos los datos demográficos apuntan a que el envejecimiento de la población europea será compensado con la alta demografía que tienen las familias musulmanas asentadas en el Viejo Continente. El gobierno de Alemania ha reconocido que «de los cincuenta y dos millones que hay en estos momentos en Europa se duplicará en los próximos años hasta llegar a los 104 millones y, posiblemente, habrá un estado islámico en 2050».

El sur de Francia, ¿musulmana? Francia tiene en la actualidad una tasa de natalidad del 1,8, sin embargo, las familias musulmanas que viven en este país multiplican la tasa hasta llegar al 8,1. De esta manera, no es de extrañar que el sur de Francia, antaño plagado de iglesias y templos católicos, ahora se vea superado con creces por nuevas mezquitas y minaretes. El 30 por ciento de los jóvenes menores de 30 años que viven en esta zona, son musulmanes. Y en las ciudades de Niza, Marsella o París, esta cifra se eleva hasta llegar al 45 por ciento.

¿Será Francia República islámica? «En 2027 –según predicciones de un grupo de demógrafos consultados en el reportaje televisivo ‘Muslim demographics’– uno de cada cinco franceses será musulmán, y en sólo 39 años, Francia será una república islámica».

España tiene en estos momentos una tasa de natalidad de 1,1, sin duda, la más baja de toda Europa. En parecidos parámetros se mueve Italia, Grecia o Portugal.

Dos millones y medio de musulmanes en Inglaterra«En los últimos 30 años, la población musulmana de Gran Bretaña ha crecido desde los 82.000 a los dos millones y medio de musulmanes. Un crecimiento 30 veces el número original. En estos momentos hay más de 1.000 mezquitas en las islas, muchas de ellas antiguas iglesias», señalan los demógrafos entrevistados por ‘Muslim demographics’.

Holanda: los musulmanes serán mayoría en 15 años«En Holanda, el 50 por ciento de los recién nacidos son musulmanes, y en sólo 15 años, la mitad de la población holandesa será musulmana. En Rusia hay más de 23 millones de musulmanes lo que significa que uno de cada cinco rusos es musulmán. Con esta progresión, el 40 por ciento del ejército ruso será islámico en pocos años. Por su parte, en Bélgica, un 25 por ciento de su población es musulmana, y el 50 por ciento de los recién nacidos son musulmanes».

Fuente "ReligiónenLibertad.com"

A PROPÓSITO DE LA "FIESTA DE LA FAMILIA"


Oyendo ayer los medios de comunicación hablar sobre la “Fiesta de la Familia” y su gran éxito, me puse a pensar sobre la situación social, política y religiosa en nuestra patria, por no querer salir más allá de nuestras fronteras, y me acordé de un artículo leído recientemente que habla sobre las grandes concentraciones del Papa Juan Pablo II con la “juventud” mundial, en las llamadas “Jornadas de la juventud” que creo que viene muy a cuento si se compara lo que pasó ayer en el madrileño Paseo de la Castellana con nuestra triste realidad patria.

“¿Fueron concretamente las jornadas de la juventud momentos de conversión y de anuncio claro del Evangelio, del mensaje de la Iglesia Católica como única arca de salvación? Si nos limitamos al encuentro con las masas de jóvenes aquí en España tenemos que decir que al menos se nos permita la duda horradamente sostenida. Un análisis de la sociedad española nos pone de manifiesto que estamos ante una sociedad enferma, profundamente dañada, sin reservas para enfrentarse a una situación política y una crisis religiosa generalizada en la que no se advierte, por ninguna parte, grupos más o menos numerosos que puedan generar una reacción vigorosa y católica ante los hechos que día a día van destruyendo nuestro tejido social, nuestra entidad especialísima como Nación… Hacíamos referencia a esas multitudes que en Santiago de Compostela o en Madrid aclamaron, gritaron, vitorearon al Papa, en sus últimos años ya muy enfermo, y que de las mismas no han surgido unos importantes núcleos en la vida política o religiosa capaces de sacar de su letargo a amplias capas de la nuestra sociedad que permanecen en su indolencia, ceguera, tibieza e ignorancia. Estos jóvenes del Papa no han demostrado en el momento crucial que vivimos aquí en España haber sido renovados en justicia y santidad verdaderas para convertirse en levadura capaz de fermentar la masa”

Creo que no hace falta mucha inteligencia para entender.

viernes, 25 de diciembre de 2009

XXV DECEMBRIS MMIX

¡¡¡HODIE CHRISTUS NATUS EST NOBIS!!! ¡¡¡VENÍTE, ADORÉMUS!!!


“Et súbito facta est cum Angelo multitúdo milítiae caeléstis, laudántium Deum, et dicéntium: Gloria in altíssimis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis” (S. Lc. 2 13-14)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ÁGORA


LOS CRISTIANOS, ESOS "HIJOS DE P..."

Amenábar lleva filmadas cinco películas, y ya nos gustaría decir que son malas, pero la verdad es que no son malas. Insufriblemente lentas, sí (el mal endémico del cine español cuando se pone tremendo), pero no malas. Porque, en contenido, las tres últimas son a cual peor: "Los otros" (2001), de terror, la interpretó Nicole Kidman, que se declara católica, pero el film ataca nada menos que la existencia del cielo; "Mar adentro" (2004), premiada con un Oscar, es una proclamación a favor de la eutanasia; y ahora llega "Ágora" (2009), que "relata ese momento en el que los cristianos dejan de ser perseguidos para convertirse en perseguidores", según explicó el director a Juan José Millás (El País, 5 de mayo de 2009). La película se ha estrenado en octubre, y según le confesó Pablo Motos a Amenábar en "El Hormiguero" (Cuatro), tras el primer pase privado "todo el mundo dijo la siguiente frase: hay que ver qué hijos de p... que eran los cristianos" . Afortunadamente ha habido quien ha puesto los puntos sobre las íes sobre la verdadera historia de Hipatia y su enfrentamiento con San Cirilo en la Alenjandría del siglo V, un conflicto más político que religioso a pesar de que el mensaje de la película es convertir el "caso Hipatia" en un segundo "caso Galileo" que muestre a los cristianos como enemigos de la razón y de la ciencia. Vale la pena leer, en este sentido, el completo artículo sobre Hipatia que Alberto Royo Mejía publicó en su blog de "religionenlibertad.com", o el artículo de Jesús Trillo-Figueroa en "La Razón" el 6 de octubre, donde señala, por ejemplo, que Amenábar convierte en cómplice de la muerte de Hipatia al obispo Sinesio de Cirene, única fuente coetánea sobre los hechos, que la llama "madre, hermana, maestra benefactora mía..." y que murió dos años antes que ella.


"Tradición Católica" Nº 223 Septiembre-octubre 2009

DISCURSO A LOS JÓVENES II - LA AVARICIA (SAN BASILIO)


AFINIDADES Y DIFERENCIAS (CAPÍTULO III)

Si entre estos dos géneros de escritos, letras sagradas y letras profanas, existe mutua afinidad, el conocimiento de ambas puede sernos útil; pero si no la hubiese, el cotejo, al mostrarnos la diferencia, serviría para confirmarnos en lo mejor.

Empero, ¿con qué hemos de comparar estas dos disciplinas para conseguir una imagen adecuadas de ellas?

Hela aquí. Aun cuando lo propio del árbol es cargarse de frutos a su debido tiempo, sin embargo, no obsta que produzca el adorno de las hojas que se agitan en sus ramas; así también, el fruto esencial del alma es la verdad, empero no deja de proporcionarle cierto encanto el adorno de la sabiduría profana como si fuesen hojas, que mientras le procuran protección al fruto lo adornan adecuadamente.

Y así se dice que el gran Moisés, tan renombrado entre todos los hombres por su sabiduría, ejercitó su pensamiento en las ciencias de Egipto, antes de dedicarse a la contemplación del Ser Supremo.

Semejante a él, pero en época posterior, el prudente Daniel (según se narra) estudió en Babilonia las ciencias caldeas antes de aplicarse al estudio de las cosas divinas.

Está, pues, suficientemente señalado cuánta sea para el alma la utilidad de las ciencias profanas. Ahora nos queda por decirnos cuáles de sus partes os pueden ser provechosas.


IMITAR A LAS ABEJAS (CAPÍTULO IV)

Y para comenzar, primeramente nos ocuparemos de los escritos de los poetas, cuyos relatos son tan variados y diferentes. No hay que aplicarse a todos por igual; cuando nos cuentan hazañas o palabras de hombres virtuosos debéis estimarlos e imitarlos haciendo el mayor esfuerzo posible por emularlos. En cambio, si tratan de malvados hay que evitar la imitación de esos ejemplos tapándonos los oídos, como los mismos poetas cuentan que hacía Ulises para no oír el canto de la sirenas. Porque el habituarse a las malas palabras es como encaminarse hacia las malas acciones.

De donde se sigue que es necesario poner el máximo empeño en la defensa de nuestra alma; no sea que el placer de las palabras nos induzca, sin advertencia nuestra, a aceptar principios malos, como quien ingiere veneno con miel.

Por consiguiente, nos cuidaremos de ponderar a los poetas cuando profieran injurias; cuando se burlan o describen escenas de lujuria o de ebriedad; cuando reducen la felicidad a una mesa repleta y al deleite de escuchar canciones lascivas.

Mucho menos aún, prestaremos atención cuando tratan de sus dioses, sobre todo cuando los presentan en tanto número y tan rivales entre sí, pues, el hermano pelea contra el hermano, el padre contra sus hijos, y éstos, a su vez, hacen a sus padres una guerra implacable.

Y en cuanto a los adulterios de los dioses, sus amores y descaradas deshonestidades, particularmente las de Zeus, rey y corifeo de todos, dios supremo (como ellos mismos lo llaman) son cosas que aún contándolas de las bestias nos avergonzarían y que hemos dejárselas a los comediantes.

Otro tanto puedo deciros de los prosistas, sobre todo cuando forjan cuentos para deleite de los lectores.

No imitaremos tampoco el arte de mentir de los retóricos; porque a nosotros no nos conviene mentir ni en los tribunales ni en acción alguna, pues nuestra ley nos prohibe litigar y además porque hemos elegido para camino de nuestra vida la rectitud y la verdad.

En cambio, hemos de preferir todo lo que ellos han dicho en elogio de la virtud o en vituperio del vicio. Porque, así como de las flores las criaturas sacan tan sólo el placer de sus perfumes y de sus colores, mientras que las abejas además sacan la miel; de igual modo, a los que en esta clase de obras no buscan tan sólo encanto y dulzura, puede que su lectura les reserve provecho pera sus almas.

Y en todo hemos de seguir la imagen de las abejas si queremos aprovechar estas obras. Ellas, en efecto, no se posan sobre todas las flores ni intentan librar totalmente a aquellas sobre las cuales de detienen, sino que sacan tan sólo lo que les es útil para su trabajo. De igual manera nosotros, si somos cuerdos, iremos recogiendo lo que nos conviene y está de acuerdo con la verdad de nuestras creencias, pasando por alto lo demás. Del mismo modo, cuando tomamos los flores de un rosal, evitamos las espinas; igualmente en esta clase de obras trataremos de recoger lo que es útil y guardémosnos de lo que es nocivo.

Hace falta, pues, empezar de inmediato a examinar cada uno de estos géneros para adaptarnos a nuestra finalidad; o, como dice el proverbio dórico: "alinear la piedra al cordón".


jueves, 17 de diciembre de 2009

NUESTROS MÁRTIRES


MARTIRIO DE LA COMUNIDAD FRANCISCANA DE CONSUEGRA (TOLEDO)

Al comenzar la guerra civil española de 1936, la comunidad franciscana de Consuegra (Toledo) era sede del teologado de la Provincia de Castilla y estaba formada por 32 religiosos: 9 sacerdotes, 19 estudiantes y cuatro hermanos no clérigos. 28 de ellos sufrieron martirio por la fe en diversos lugares y en distintas fechas de 1936. El apostolado sacerdotal, la docencia y estudio de la teología llenaban la vida de aquella comunidad, en la que predominaba el gozo por la vocación franciscana y sacerdotal. Los religiosos se sentían centrados y felices, la piedad y la entrega a sus tareas era ejemplar, y el entusiasmo de los jóvenes por su formación y por el ideal apostólico y misionero, verdaderamente envidiable. Los franciscanos estaban bien vistos por el pueblo, que era muy religioso, pero las autoridades locales actuaron a los dictados del Gobierno de la nación, que se había propuesto hacer desaparecer de España la religión.

El 21 de julio de 1936, las autoridades se incautaron de todas las iglesias y prohibieron celebrar actos religiosos, incluso a puertas cerradas. El Guardián del convento franciscano tuvo que entregar a la fuerza las llaves de la iglesia. Del 21 al 24, los franciscanos siguieron en su convento, pero sin poder salir y cercados por guardias del pueblo. Pasaron esos días en oración, se confesaron y celebraron la Santa Misa en el oratorio del estudiantado.

El 24 fueron expulsados del convento. El último en salir fue el P. Víctor Chumillas, Guardián, que entregó las llaves a los agentes municipales. Los religiosos fueron hospedados por familiares y bienhechores. En los días de hospedaje llevaron una vida serena y de oración, sin intentar huir ni esconderse de los perseguidores. El P. Víctor expresó repetidamente su deseo de ser mártir.

Entre la tarde y noche del 9 de agosto y la mañana del 10, fueron detenidos 28 de los 32 franciscanos. Los otros cuatro lo serían el día 11. Ellos, sin protestar ni resistirse, pero conscientes de que los matarían, siguieron a los agentes, que los llevaron a la cárcel municipal. La estancia en la misma quedó descrita por el P. Chumillas en su breviario. Todos iban contentos de sufrir por el Señor y, al verse, se abrazaron, se pidieron mutuamente perdón y recibieron del superior la absolución general. Por la noche, ellos y los demás eclesiásticos encarcelados se confesaron, oraron y renovaron los votos y las promesas sacerdotales. El P. Chumillas les exhortó a sufrir el martirio por Dios y todos quedaron con ardiente deseo de padecerlo y se retiraron a descansar diciendo:

«Preparado está nuestro corazón, Señor, preparado está nuestro corazón. Vengan cuando quieran a darnos muerte, que nosotros esperamos firmemente la vida eterna de la mano de Dios misericordioso».

Habiendo ingresado en la cárcel los demás sacerdotes y religiosos del pueblo el día 11, fueron todos trasladados a la iglesia de Santa María, antiguo convento franciscano, convertida en prisión. Allí recibían el alimento de los familiares y bienhechores. Estaban serenos y dedicaban el tiempo a la oración y al diálogo mutuo, estimulándose al martirio. Todos hicieron confesión sacramental. El día 14 fueron liberados tres franciscanos de avanzada edad y otros religiosos. También fue liberado uno de los estudiantes de teología, hijo de Consuegra.

Pasada la media noche del 15 al 16, los franciscanos fueron sacados de la iglesia-prisión. Mientras salían, el P. Benigno Prieto dijo: «No os asustéis, hermanos, que vamos al cielo». Inmediatamente mandaron volverse a los naturales de Consuegra y a los hermanos no clérigos, en total, ocho, que serían luego asesinados el 19 de agosto y el 24 de septiembre. Los veinte restantes fueron subidos a un camión. Al terminar de pasar lista, dijeron los perseguidores: «Domingo Alonso que se baje, que no está en lista». Parece que un amigo quiso librarle. Pero él repuso: «Domingo no se baja, que Domingo irá donde vayan sus hermanos».

Escoltado por varios coches, en los que iba el alcalde y miembros del Ayuntamiento, el camión inició su marcha, salió de Consuegra, pasó por el pueblo de Urda y se detuvo en el lugar llamado Boca de Balondillo, en el término municipal de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Los franciscanos, que habían ido rezando por el camino, recibieron la orden de bajar y ponerse en fila a pocos metros de la carretera. El P. Víctor Chumillas pidió al alcalde que los desatasen para morir con los brazos en cruz, pero no le fue concedido. Pidió que los fusilasen de frente, y el alcalde permitió que se volviesen. Entonces el P. Víctor dijo a su comunidad: «Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte». Y al alcalde: «Estamos dispuestos a morir por Cristo». Inmediatamente, Fr. Saturnino clamó: «¡Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen!». Empezó la descarga de disparos.

En ese mismo momento, varios de los franciscanos gritaron: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Orden Franciscana! ¡Perdónales, Señor!». Eran aproximadamente las 3,45 de la madrugada del 16 de agosto de 1936. Los cuerpos, por orden de la autoridad, fueron recogidos ya de día, llevados en un camión y sepultados en el cementerio de Fuente el Fresno. Una cruz de mármol con una breve inscripción recuerda el lugar de su martirio.

Terminada la guerra civil, fueron trasladados al cementerio de Consuegra. El 15 de agosto de 1940, se trasladaron sus cuerpos a la capilla construida al efecto en la iglesia del convento franciscano de esa localidad, hasta que, el 26 de noviembre de 1982, por cierre de la casa, fueron trasladados a Toledo y, el 23 de diciembre de aquel mismo año, inhumados definitivamente en la iglesia franciscana de San Juan de los Reyes.

El pueblo cristiano los consideró mártires y santos desde que supo su muerte, se encomendó a ellos y bastantes personas declaran haber recibido gracias por su intercesión.

lunes, 14 de diciembre de 2009

DISCURSO A LOS JÓVENES I - LA AVARICIA (SAN BASILIO)


RAZÓN DE ESTE DISCURSO (CAPÍTULO I)

Muchos son los motivos que me obligan ¡oh jóvenes! a daros unos consejos que juzgo excelentes y que, si los recibís bien, sin duda alguna os serán provechosos.

La edad a la que he llegado, las incontables dificultades que he soportado hasta el presente y esa escuela, la de los sinsabores, donde tanto se aprende y de los cuales me ha tocado mi buena parte, me han ejercitado y hecho conocedor de las cosas humanas de tal modo que me autorizan a indicar el camino más seguro a los que recién comienzan el de la vida.

Además, inmediatamente después de vosotros padres, soy por parentesco el más cercano a vosotros; de tal manera que, de mi parte, el cariño que os tengo no es menor que el de ellos; y pienso (si no me engaño acerca de vuestros sentimientos) que de vuestra parte no echáis de menos a los que os dieron el ser cuando me veis a vuestros lado.

Si estáis, pues, ansiosos de escuchar mis palabras os encontráis en el segundo grupo de los que alaba Hesíodo. En caso contrario no os diré nada que os moleste; bastará que vosotros mismos recordéis aquellos versos suyos, en los cuales dice que es excelente quien por sí mismo conoce todo lo que debe saber; bueno, el que no siendo capaz por sí mismo sigue las enseñanzas de otros; e inútil para todo, quien no es capaz ni de los uno ni de lo otro.

No os sorprendáis que, no obstante ir a la escuela diariamente y de poneros en contacto con los ilustres maestros de la antigüedad por medio de las mismas obras que ellos han dejado, mi experiencia pretenda ofreceros una mayor utilidad acerca de sus enseñanzas.

En efecto, una vez por todas, vengo a daros el consejo de no entregar el gobierno de vuestro pensamiento a esos hombres, como no se entrega el timón de una embarcación; ni a que los sigáis por donde ellos quieran llevaros, sino tan sólo a aceptar de ellos lo que tienen de útil y a conocer lo que hay que dejar de lado.

Por tanto, que hay que pensar y cómo hay que proceder en esta elección: he aquí el tema sobre el cual voy a hablaros de inmediato.


META DE LA INSTRUCCIÓN (CAPÍTULO II)

Nosotros (los cristianos) ¡oh jóvenes! consideramos la presente vida carente de un valor absoluto; ni damos el nombre de vida a lo que con ella debe concluir. Así que ni el esplendor del abolengo, ni la robustez ni la hermosura ni la proceridad corporales, ni las loas de todo el mundo, ni la misma realeza, ni bien alguno humano reputamos grande; ni siquiera digno de ser deseado, ni nuestra miradas de posan en quienes tales cosas tienen.

Nosotros tendemos más lejos con nuestra esperanza; realizamos todas nuestras acciones con miras a conseguir otra vida. En consecuencia, cuanto nos puede ser apreciado y procurado con todas nuestras fuerzas; y lo que a ella no nos lleva, despreciarlo como cosa de ningún valor.

Lo que sea esa vida, donde y cuando la viviremos, para decirlo serían necesarios oyentes de mayor edad, y más tiempo del que permite mi actual propósito. Empero, para mostraros lo que acabo de decir puede bastar el pensamiento de que si el total de las dichas gozadas por los hombres desde que comenzaron a existir, reunidas formando un todo no sería comparable ni siquiera a la parte ínfima de aquellos otros bienes. Más aún, el mismo conjunto de los bienes de este mundo se halla tan alejado en dignidad del más pequeño de estos otros bienes como el sueño y la figura lo están de la realidad. Daré más justeza a mi comparación diciendo que la diferencia del valor de estas dos vidas y cuándo una deba ser preferida a la otra, es tanta cuanto el alma es superior al cuerpo.

A esta vida nos conduce, es verdad, la Sagrada Escritura mediante la enseñanza de sus misterios; pero, mientras la edad no nos permita penetrar la profundidad de su sentido, podemos ejercitar la vista del alma (como en unos espejos y representaciones) en otros libros que no le son del todo extraños, imitando a los que se adiestran en los ejercicios militares. Estos recogen en los certámenes los frutos de la pericia que habían adquirido cuando niños con los saltos y los ademanes.

Pues bien, asimismo nosotros debemos considerar que nos espera un combate, el más violento de todos los combates; por lo cual hemos de trabajar y sufrir todo lo que podemos soportar para prepararnos a él; y hemos de consultar a todos aquellos hombres, sean poetas, historiadores u oradores, que puedan proporcionar alguna utilidad provechosa a nuestras almas.

Porque así como los tintoreros por someter a especial preparación al objeto destinado a ser teñido, y sólo luego le dan el color púrpura u otro cualquiera; así también nosotros, si queremos que perduren indelebles en nuestras almas la fuerza y el amor de la virtud y de la honradez, nos ensayaremos previamente en esas ciencias profanas y luego oiremos con fruto las Sagradas Enseñanzas. De este modo, habituados a ver la luz del sol en el reflejo del agua, podremos después fijar nuestras miradas en el mismo Sol.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

EL VIEJITO PASCUERO


Esta es la verdad de la milanesa: “Papa Noel” no existe ni existió. En su difundido diseño actual es tan sólo el esperpéntico producto publicitario de la “Coca-Cola” norteamericana allá por la década del ´30 en el pasado siglo XX.
Tanto éxito alcanzó el modelo que se lo eternizó como emblema definitivo de una Navidad filantrópica, despojada de toda significación cristiana, aunque no religiosa, reducido este estadio como lo fue a un mero sentimentalismo inmanente tan propio de una civilización horizontalista, relativista y sincretista esto es, en lenguaje paladino, un mundo que ha dado las espaldas a Dios para colocar al hombre.
Y es inútil intentar “bautizar” a semejante bodrio: “Papa Noel” ha venido para desplazar el Misterio trascendente y sublime de la Natividad del Verbo Encarnado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que se hace Verdadero Hombre para rescatar y redimir a los hombres mediante el Misterio inaudito de su Pasión, Muerte y Resurrección.
Desde allí brotaban como de cristalina fuente los antiguos gozos navideños (belenes, villancicos, misachicos, etc.) y los niños, entonces, NO recibían regalos sino que los ofrecían al Niño pobre pero infinitamente rico que yacía en un austero pesebre, amamantado por una Virgen, sostenido por un viril Patriarca bíblico, adorado por Magos sabios y misérrimos pastores y glorificado por una multitud de Ángeles celestiales que entonaban las divinas alabanzas y no la pagana exaltación del hombre mundano: “¡Gloria a Dios en las Alturas y paz a los hombres en quienes Él se complace!” (Lc. 2,14).
No, no se recibían regalos, ya que todos y todo se ofrecía para ese Niño misterioso que “hoy nace y eterno es ya”: “Todos le llevan al Niño / yo no tengo qué llevarle / le llevo mi corazón / que le sirva de pañales!”.
Así cantaban nuestras preciosas coplas españolas y, por lo mismo, americanas y argentinas. Pero así, o en tono parecido, cantaban también los infinitos villancicos de la extinguida Cristiandad: “¡Noche de paz, noche de amor / todo duerme en derredor / entre los astros que esparcen su luz / bella anunciando al Niñito Jesús!”.
No había ningún “Papa Noel” disfrazado de mamarracho, con este dudoso nombre de notoria filiación galicana. Y no me vengan con que este desagradable personaje que habita ¡en el Polo norte! tiene, ni remotamente algo que ver, con el “Santa Claus” de los países nórdicos o alemanes (cuando todavía éstos eran cristianos) ya que este “Claus” no es sino el apócope de “Nicolás”, vale decir, del que la liturgia romana llama “san Nicolás de Bari”, aunque no fue de Bari (Italia) sino de Patras (Grecia), bien que en la bella ciudad suditaliana se guarden sus sagradas reliquias.
Este santo obispo del s. IV y cuya festividad litúrgica cae en los albores del Adviento (6 de diciembre) ha quedado vinculado en la tradición de algunos países a los obsequios de la Navidad en razón de un curioso episodio de su vida, en general bastante legendaria: un habitante de Patras había perdido toda su fortuna y sus hijas quedaron sin dote corriendo el riesgo de prostituirse. Enterado Nicolás tomó unas monedas de oro y en la oscuridad de la noche las arrojó por la ventana de la casa del hombre desafortunado, relato que recoge el Breviario romano en el II nocturno de su fiesta (cfte. también Buteler, Tº IV) y que ha dado origen al mito de la chimenea.
San Nicolás, al menos en la iconografía latina es representado con mitra (fue, como dije, un obispo) y cualquier otro agregado en el atavío, si se conserva su significación soteriológica, puede admitirse como un aporte de carácter folclórico, inocuo en sí mismo y simpático incluso para los pueblos así representados.
Pero, de ninguna manera es posible identificar al obispo de Mira con esa monstruosa invención de la propaganda yanki que, se lo haya querido o no, ha logrado suplantar definitivamente el sentido salvífico de la Navidad por una francachela (no de alcohol, que al fin de cuentas sería lo de menos) sino de refinada soberbia del “amor del hombre en favor del hombre sin Dios”: ateísmo idolátrico en frontal violación al primer precepto del decálogo: “Yo Yavé soy tu Dios… no habrá para ti otros dioses delante de mí” (Ex. 20,1) y “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Dt. 6,5, cit. por Lc. 10,27).
Así, pues, mis queridos lectores: Nada de sustitutos camuflados ni de dejarse engañar por la “labia” de los pseudo sapientes multimediáticos.
Que en esta nueva Natividad del Verbo según la Carne Él, y sólo Él, colme de alegría y paz nuestros corazones.


Ricardo Fraga

sábado, 5 de diciembre de 2009

EL SENTIDO DIVINO DEL DOLOR HUMANO


Pasa que frecuentemente olvidamos el sentido del dolor. No porque no esté claro en la Escritura, o en los Santos o en tantas realidades con las que nos encontramos. Esto pasa porque el dolor se ve y las razones del dolor no se ven.
No se ven con los ojos de la cara, pero sí se ven con los ojos de la Fe.
¿Claro, y el que no tiene Fe? Bueno, el que no tiene Fe, tiene tres posibilidades. Primero, conservar la sensibilidad hacia el dolor y deprimirse o entristecerse hasta la muerte. Segundo, anestesiar su sensibilidad y vivir alienado (al menos respecto del dolor ajeno) aunque tendrá que vérselas con su propio dolor de todos modos, con lo cual, probablemente termine como el primero. O tercero, pedir la Fe.


Soneto de Francisco Luis Bernárdez que dice más sobre el tema:


Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.
Si para ahora estar enamorado

fue menester haber estado herido.
Tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado

que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido

que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.



Sermón de San Juan Crisóstomo:


"Únicamente los cristianos saben estimar las cosas en su justo valor. No tienen los mismos criterios para alegrarse ni para entristecerse que los demás hombres. A la vista de un atleta herido, llevando en la cabeza la corona de vencedor, aquel que nunca ha practicado ningún deporte considera sólo la herida que hace sufrir al hombre. No se imagina la felicidad que le procura su recompensa. Así sucede con la gente de la que hablamos. Saben que padecemos pruebas, pero ignoran por qué las soportamos. Sólo ven nuestros sufrimientos. Ven las luchas en las que estamos metidos y los peligros que nos acechan. Pero las recompensas y las coronas les quedan ocultas, al igual que la razón de nuestros combates. Lo afirma San Pablo: “Piensan que no tenemos nada, pero poseemos todo.” (2Cor 6,10)

En cuanto a nosotros, cuando padecemos a causa de Cristo, soportémoslo con valentía, más aún, con gozo. Si ayunamos, saltemos de gozo como si estuviéramos nadando en delicias. Si somos ultrajados, dancemos alegres como si nos colmaran de elogios. Si sufrimos daño, considerémoslo como una ganancia. Si damos limosna a los pobres, démonos cuenta de que somos nosotros los que recibimos... Sobre todo, acuérdate que combates por el Señor Jesucristo. Entonces entrarás de buen grado en la lucha y vivirás siempre lleno de alegría porque nada nos hace tan felices como tener una buena conciencia."

martes, 1 de diciembre de 2009

EL OBISPO CONTRA LOS SEPULTUREROS


Aceptemos la versión del descreído; aceptemos que la Iglesia católica es una mera sociedad humana, al estilo de un club de fútbol. Si un dirigente de un club de fútbol, invocando los estatutos de la sociedad que representa, advirtiera a los socios que el impago de las cuotas determina la expulsión del club, nadie se sentiría ofendido o amenazado: a quienes no perteneciesen al club, la advertencia del directivo les importaría un ardite; y a quienes sí perteneciesen, tal advertencia sólo les recordaría que, al ingresar en dicho club, aceptaron cumplir con las obligaciones que se establecen en su estatuto. Pero llega el obispo Martínez Camino y advierte a los católicos, invocando la doctrina de la Iglesia, que quien apoya el aborto no puede comulgar, o que quien lo perpetra incurre en excomunión, y tanto los descreídos como algunos sedicentes católicos se sienten ofendidos o amenazados. ¡Extraña reacción!
Unos y otros acaban tachando las palabras de Martínez Camino de «intromisión» en un ámbito que no le compete. Pero lo cierto es que Martínez Camino ha permanecido quietecito en el único ámbito que le compete, que es el de la ley de Dios o, dicho desde la perspectiva de un descreído, el de las normas que regulan la pertenencia al club que representa. Existe una confusión creciente en torno a lo que debe considerarse ámbito político y ámbito religioso. Si la política se enreda en cosas temporales, los obispos no deben intervenir; pero si la política invade los fundamentos éticos que se desprenden de la misma naturaleza humana, los obispos tienen la obligación irrenunciable de intervenir. Si no lo hicieran, estarían renegando de su ministerio; y, desde ese mismo instante, dejarían de ser obispos. Martínez Camino no ha hecho sino recordar lo que establece el catecismo de la Iglesia católica; en lo que cumple con su obligación, que no es otra sino predicar sobre los terrados lo que un día Cristo le susurró al oído.
Decía Chesterton que necesitamos curas que nos recuerden que vamos a morir; pero -añadía- mucho más necesitamos curas que nos recuerden que estamos vivos. Las declaraciones de Martínez Camino nos demuestran que es un cura de la segunda especie; o, dicho más propiamente, un cura capaz de resucitar a un muerto. Porque, desde luego, una sociedad que acepta el aborto es una sociedad fiambre; y los políticos que se creen investidos del poder para convertir un crimen en un derecho son sus sepultureros. A los sepultureros les jode sobremanera que un cura pronuncie palabras capaces de resucitar a un muerto; y enarbolan el azadón y la pala, dispuestos a descalabrarlo, por no dejarles desempeñar su oficio en paz, que es la paz de los muertos. Y es que las palabras de Martínez Camino, al fin y a la postre, apelan a principios antropológicos y éticos arraigados en nuestra naturaleza; principios tan evidentes como que la vida humana tiene que ser respetada y protegida en todas sus fases, pero muy especialmente allá donde más frágil e indefensa se halla. Y es natural que quienes han introducido la amoralidad como cimiento de la acción política, quienes han declarado abolidos todos los principios como medio para alcanzar los fines más execrables, quienes niegan la posibilidad de fundar las leyes sobre un razonamiento ético objetivo, quienes -en definitiva- conciben la política como una asociación organizada para la libre delincuencia que «legitima» los crímenes mediante la mera aritmética parlamentaria se revuelvan furiosos, al comprobar que las palabras de Martínez Camino hacen rebullir en el ataúd a quien ya creían muerto.
Para atreverse a resucitar a una sociedad que yace en el ataúd hace falta, desde luego, tenerlos muy bien puestos. Y es que los buenos curas, los curas capaces de resucitar a un muerto, deben ser célibes, pero en modo alguno eunucos.


Juan Manuel de Prada (ABC, 14/11/2009)


(Está claro, cuando los ministros de la Iglesia Católica se ponen firmes en algún tema apoyándose en la Doctrina de siempre, sus enemigos externos y sobre todo los internos, arremeten contra Ella como bestias del infierno. Lo que deja claro que cuando estos u otros ministros tomen la sabia y firme pero difícil resolución de devolver a Nuestra Santa Madre la Iglesia su resplandor, todos estos enemigos cargarán contra Ella con toda la furia de las fuerzas infernales y se cumplirán muchas de las profecías que muchos de nosotros bien conocemos.)

NUESTROS MÁRTIRES


MARTIRIO DE LA COMUNIDAD FRANCISCANA DE ALCÁZAR DE SAN JUAN (CIUDAD REAL, ESPAÑA)

La comunidad de Alcázar de San Juan, en julio de 1936, la componían seis religiosos asesinados: P. Martín Gómez de Lázaro Pérez, P. Juan Antonio López Linares, P. Ezequiel Moreno-Cid Rodríguez, P. Juan Diego Bernalte de Cózar, Fr. Antonio Pascual Salinas, Hno. Gabriel-José López Martínez, el P. Laurencio Alday de la Torre (quien cuando comenzó la guerra civil española no se encontraba en al convento pero fue apresado también el día 20 de julio estando refugiado en casa de una familia que lo había escondido) más Fr. Isidoro Álvarez, que no padeció martirio cruento por haberse salvado durante las ejecuciones.

La comunidad estaba preparada para el martirio. En uno de sus sermones había dicho el P. Ezequiel: "Si tenemos que dar la sangre, la daremos". La noche del 20 de julio de 1936, el convento fue cercado por una turba numerosa de socialistas y comunistas. Cuando amaneció el día 21, llamaron a la puerta unos milicianos, "de parte de la autoridad". Al abrir, dijeron al Hno. portero, Fr. Isidoro, que venían a llevarse a los religiosos. Se presentaron todos, con el hábito puesto. Los milicianos dijeron: "¡fuera hábitos!", Fr. Isidoro les entregó las llaves de la casa. Los Franciscanos, ya vestidos de seglares, salieron sin llevarse nada más que lo puesto, sin protestar, ni resistirse, ni intentar huir.

Sin llevarlos atados, los condujeron al Ayuntamiento, custodiados por ocho milicianos armados y escoltados por varios coches donde iban las "autoridades locales". Por las calles la gente socialista y comunista les lanzaba insultos y blasfemias. Los franciscanos iban en silencio. En el Ayuntamiento estaba también detenida la Comunidad de Trinitarios de Alcázar, la Comunidad de Concepcionistas Franciscanas y un novicio Dominico. La chusma roja que se había concentrado en la plaza gritaba: "Dejad que los matemos nosotros si no tenéis agallas vosotros. ¡Muerte a los curas!". El "alcalde" les dijo desde el balcón; "Esperad, esperad, que lo que se os ha prometido se realizará".

Hacia las dos de la tarde llevaron a los Franciscanos, a los Trinitarios y al novicio Dominico a la ermita a las afueras de la población. En todo el día 21 no recibieron nada para comer. Lo angosto del lugar, que no tenía ventanas, y el calor del verano suponía una gran molestia, pero nadie se quejó. Al principio rezaban en común, pero se lo prohibieron. A las personas que les llevaban comida les decían los carceleros: "¡Sí. traedles cosas, que ya les quedan pocos días!". Los Franciscanos se prepararon para el martirio con la oración personal y la confesión sacramental.

Hacia las 12 de la noche del día 26, sacaron de la ermita a los trece religiosos en dos grupos. Ellos salieron sin resistirse ni protestar. Ninguno trató de huir. Entre las 12 de la noche del 26 de julio y la 1 de la madrugada del 27 de julio de 1936 fusilaron a los Franciscanos, P. Martín, P. J. Antonio López, P. Ezequiel, P. Juan Diego, Fr. Antonio Pascual y el Hno. Gabriel-José, a los Trinitarios y al novicio Dominico a las afueras de Alcázar de San Juan, en el lugar llamado "Los Sitios" al oeste de la población. Fr. Isidoro cayó o se tiró al suelo sin ser herido y luego huyó.

Los cadáveres fueron llevados al cementerio municipal y enterrados allí, una vez hecha la autopsia.