SOBRE EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
"si alguien recibe con salud, o sea, sin estar enfermo, el Sacramento de la Extremaunción, aquel Sacramento no es válido" |
Y vemos como es el mismo Nuestro Señor Jesucristo que ha
instituido todos los Sacramentos, los siete, ni seis ni ocho, hay solamente
siete Sacramentos instituidos por Cristo y vemos cómo Cristo mismo instituyó
los Sacramentos en sus detalles. Por ejemplo, es Cristo mismo que escoge el
agua para el Sacramento del Bautismo, y también vemos en la epístola de
Santiago cómo está escogido el Santo Oleo el aceite de oliva para hacer los
Sagrados Oleos. Y es así que también lo definió el Concilio de Trento. Por lo
cual esta participación a la vida de la gracia tiene que tener como
consecuencia para nosotros el mantenimiento de las fuentes de la gracia que son
los Sacramentos. Si queremos mantener estas fuentes de la gracia, si queremos
recibir la gracia, tenemos que mantener los Sacramentos como nos han sido
transmitidos a través de la Santa Tradición. Del mismo modo que no podemos
cambiar la Fe, tampoco podemos cambiar estos Sacramentos porque estos
Sacramentos forman parte del depósito sagrado de la Fe. Si queremos tener la
gracia, si queremos transmitir la gracia, si queremos vivir la vida de la
gracia, esta vida divina, tenemos que mantener estos Sacramentos.
Y como ejemplo daremos el Sacramento de la Extremaunción: si
alguien recibe con salud, o sea, sin estar enfermo, el Sacramento de la
Extremaunción, aquel Sacramento no es válido. Y por eso tenemos que rechazar
esa costumbre que algunos mantienen en sus diócesis de dar la Extremaunción a
aquellas personas que tienen una edad superior más o menos de 65 años o cuando
han pasado una cierta edad. Porque aquellas personas que no están enfermas no
reciben aquel Sacramento de una manera válida y, por tanto, tampoco reciben la
gracia de Dios. El Sacramento de la Extremaunción dado a una persona que no
está enferma, es un Sacramento inválido y, por tanto, no puede transmitir la
gracia de Dios. Santiago mismo, en su epístola, nos dice que si alguien está
enfermo llevemos un sacerdote, que el sacerdote dé unciones y Dios le devolverá
la salud del alma y tal vez la salud del cuerpo (Santiago 5, 14-15). Vemos como
Santiago precisa que tiene que ser un enfermo, no una persona que tiene salud.
Extracto del sermón pronunciado por Mons. Lefebvre, el día
20 de abril de 1980 en el Priorato de Santiago Apóstol de Madrid.
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