Tras la clausura del Sínodo extraordinario sobre la familia,
el Papa Francisco llevará a cabo el domingo el 19 de octubre de 2014 la beatificación
del Papa Pablo VI. La Fraternidad Sacerdotal San Pío X quiere expresar sus más
serias reservas sobre las beatificaciones y canonizaciones de los últimos
Papas, cuyos abreviados procesos infringen la sabiduría de las reglas seculares
de la Iglesia
Pablo VI es, por cierto, el Papa de la Encíclica Humanae
Vitae [1], que aportó luz y reconfortó a las familias católicas cuando los
principios fundamentales del matrimonio eran fuertemente atacados, igual que lo
han sido — de manera escandalosa — por algunos miembros del Sínodo que está por
acabar.
Pablo VI, empero, es también el Papa que condujo a término
el Concilio Vaticano II, introduciendo en la Iglesia un liberalismo doctrinal
expresado a través de errores como la libertad religiosa, la colegialidad y el
ecumenismo. De aquí se siguió una gran trastorno, que él mismo reconoció el 7
de diciembre de 1968: “La Iglesia se encuentra en un momento de inquietud, de
autocrítica, incluso se diría que de autodestrucción. Es como si la Iglesia se
dañara a sí misma”. Al año siguiente reconocía: “En muchos aspectos, el
Concilio no nos ha dado hasta ahora tranquilidad, más bien ha suscitado
trastornos y problemas nada útiles para reafirmar el Reino de Dios en la
Iglesia y en las almas”. Llegó a esta expresión de alarma el 29 de junio de
1972: “El humo de Satanás ha entrado por alguna grieta en el templo de Dios: la
duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, el
enfrentamiento están a la orden del día…”. No hizo más que una comprobación,
sin tomar las medidas necesarias para detener esta autodestrución.
Pablo VI es el Papa que, con una finalidad ecumenista,
impuso la reforma litúrgica de la Misa y de todos los ritos de los sacramentos.
Los cardenales Ottaviani y Bacci denunciaron esta nueva misa por alejarse “de
forma impresionante, en el conjunto como en el detalle, de la teología católica
de la Santa Misa, tal como fue formulada en la XXIIª sesión del Concilio de
Trento” [2]. Sobre estos pasos, Monseñor Lefebvre declaró que la nueva misa
está “impregnada de espíritu protestante”, vehiculizando en sí misma “un veneno
perjudicial para la fe”[3].
Durante su pontificado numerosos sacerdotes fueron
perseguidos, e incluso condenados, por su fidelidad a la misa tridentina. La
Fraternidad Sacerdotal San Pío X recuerda con dolor la condena infligida en
1976 a Monseñor Lefebvre, declarándolo suspendido a divinis por su apego a esta
misa y por su categórico rechazo de las reformas. Solamente en 2007, por un
Motu Proprio de Benedicto XVI, se reconoció el hecho de que la Misa tridentina
nunca había sido abrogada.
Siguiendo los pasos de su fundador, la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X renueva su adhesión a la Tradición bimilenaria de la
Iglesia, persuadida de que esta fidelidad, lejos de ser una crispación
pasajera, aporta el remedio saludable a la autodestrucción de la Iglesia.
Menzingen, 17 de octubre de 2014
[1] 25 de julio de 1968.
[2] En Breve examen crítico de la nueva misa, carta-prólogo
de los cardenales Ottaviani et Bacci, 3 setiembre de 1969, § 1.
[3] Carta abierta a los católicos perplejos, Albin Michel,
1985, pág. 43
No hay comentarios:
Publicar un comentario