La Liturgia asegura, por de pronto, la dignidad del
Culto, haciendo reinar la unidad en la variedad de las ceremonias; además,
alimenta la piedad de los fieles, impresionados por lo que ven u oyen. En su origen,
el culto era celebrado empleándose la lengua vulgar de cada país: el griego en
las ciudades y colonias griegas y el latín en el resto del Imperio. Hoy día,
aunque sea una lengua muerta, el latín sigue siendo el idioma litúrgico de los países
de Occidente, porque, siendo idénticas
las oraciones y las ceremonias, la unidad idiomática contribuye a la unidad de
la fe. Además, en toda lengua viva, la variedad de matices del sentido de
ciertos vocablos en el decurso de los siglos ofrecería serios inconvenientes en
orden a formular unos dogmas que no sufren cambio.
Del libro "Mi página diaria de religión", por Cipriano Montserrat, pbro. 1942
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