Para comprender mejor lo que fue Mons. Wojtyla antes de convertirse en Juan Pablo II podemos recordar algunos comentarios de la prensa en el momento de su elección.
“… Karol Wojtyla es más progresista que su compatriota el Cardenal Wyszynski. Ha transformado los métodos de enseñanza del seminario de su diócesis para acercarlos al mundo contemporáneo. Modesto por la presencia del cardenal Wyszynski, que encarna “la Iglesia de los mártires”, no habría dado su verdadera capacidad en su país de origen (“Le Matin”, 17 de octubre de 1978).
Un artículo de Alain Woodrow en “Le Monde” expresa el “riesgo” que podría representar el nuevo Papa por su formación filosófica:
“Juan Pablo II es un poco doctrinado, razona más de manera deductiva que inductiva, partiendo de principios y no de lo vivido. Su formación es menos tomista que existencialista (quizás a causa de la influencia de Scherle) y su curiosidad intelectual no tiene límite… en el Concilio Vaticano II ha defendido el documento sobre la libertad religiosa y se ha opuesto a los que querían publicar una condena severa del ateísmo…”
La reacción del Hermano Roger de Taizé, nos es transmitida también por “Le Monde”:
“Muy ecuménico, el Papa Juan Pablo II es ante todo pastoral y está atento al hombre contemporáneo. Dará un nuevo impulso a la universalidad de la Iglesia. Como arzobispo de Cracovia ha venido a Taizé en dos ocasiones y he podido también apreciar su valor humano, siendo su invitado en Polonia…”
Damaskinos, portavoz del patriarcado ortodoxo de Constantinopla, reacciona así en “Le Monde” (18 de octubre de 1978):
“Juan Pablo II renueva la sangre de la Iglesia Católica. Proseguirá la apertura ecuménica y la continuidad del espíritu del Vaticano II… habrá una voluntad de apertura hacia los países del Este.”
Todos estos comentarios estaban justificados, basta recordar algunas declaraciones de Mons. Wojtyla después del Concilio.
La primera es la del 22 de septiembre de 1965, en el curso del debate sobre la libertad religiosa:
“La declaración sobre el derecho de la persona y de las comunidades en materia religiosa se refiere a los poderes civiles, pero sobre todo a la persona humana… La definición de los límites de la libertad religiosa debería estar fundada sobre la ley moral.” (Documento Catholique 1965, págs. 1.798-1799).
Ya vemos aquí la tendencia a creer que todo el que practica su culto está orientado hacia Dios y que esto consiste la dignidad propia del hombre. Sin embargo, un culto erróneo por sí mismo no puede sino apartar a las almas de Dios. Además, la ley moral debe referirse siempre a la norma objetiva de la verdad o de la falsedad de la religión de la que se trate.
La segunda declaración es del 28 de septiembre de 1965 y se refiere al ateísmo:
“El ateísmo debería ser estudiado con ayuda de la sociología y de la psicología, no como negación de Dios, sino más bien como estado de conciencia de la persona humana” (Documentación Catholique 1965, pág. 1888).
En las entrevistas que mantuvo el Cardenal Wojtyla con el Padre Malinski en Roma, en 1963, aquél manifiesta su opinión sobre la finalidad del Concilio:
“En menos de cuatros años la situación en el interior de la Iglesia ha cambiado increíblemente. Sobre todo en el mundo católico se levantan fervorosas voces para pedir una nueva lectura atenta del Evangelio. Un nuevo clima, el de una voluntad de acercamiento recíproco, ha nacido en las relaciones entre las diversas Iglesias Cristianas… no solamente los obispos, las universidades católicas y los superiores generales de las congregaciones han expresado sus opiniones respecto a los problemas conciliares, sino también un gran porcentaje de católicos laicos e incluso de no católicos. Teólogos tan eminentes como Henri de Lubac, J. Daniélou, Y. Congar, H. Küng, R. Lombarda, Kart Rahner y otros, han jugado un papel extraordinario en los trabajos preparatorios.
El objetivo de Juan XXIII era ante todo la unidad de los cristianos; se han dado pasos de gigante en este camino. La Iglesia está persuadida, como jamás lo estuvo, que lo que une a todos los cristianos es más fuerte que lo que los divide. La nostalgia de la unidad de los cristianos forma un todo con la de la unidad de todo el género humano. La nueva concepción de la idea del pueblo de Dios ha reemplazado a la antigua verdad sobre la posibilidad de redención fuera de las fronteras visibles de la Iglesia. Este hecho, muestra la actitud de la Iglesia hacia las otras religiones que está basada en el reconocimiento de los valores espirituales, humanos y cristianos a la vez, contenidos en religiones tales como el islamismo, el budismo, el hinduismo… La Iglesia quiere entablar un diálogo con los representantes de estas religiones. Y aquí, el judaísmo ocupa un lugar muy especial. El proyecto de la futura declaración habla claramente de la unidad espiritual entre los cristianos y el judaísmo.
La Iglesia se preocupa del diálogo con los no creyentes que tienen una importancia capital en nuestra época donde, por primera vez en le historia, la incredulidad y el ateísmo aparecen como fenómenos de masas. La Iglesia intenta describir las causas y los orígenes del ateísmo y los busca tanto en su propio seno, como en el exterior. La Iglesia comprende que la tendencia actual, con miras hacia la liberación del hombre y su liberación de todas las alineaciones, que se manifiestan bajo la forma del ateísmo, puede ser una manera de buscar a Dios.” (Malinski, ob. Cit. Pág. 189).
Sobre el futuro de la Iglesia y las orientaciones del Concilio encontramos estas reveladoras ideas:
“Ante todo, se trata de revalorizar la autoridad de cada obispo y de promover la descentralización en el interior de la Iglesia, así como volver al principio de la colegialidad, revisar los métodos pastorales en vigor hasta ahora. Introducir expresamente nuevos métodos y formas a veces muy audaces. También está la cuestión de la universalidad de la Iglesia; es todo un cambio de actitud hacia las antiguas culturas de los pueblos no europeos. Hay que desoccidentalizar a la cristiandad… al católico necesita africanizarse, indianizarse, japonizarse... Sabemos que todo esto no es sencillo, ni fácil de realizar. Es al fin de la era de Constantino, caracterizada pro el entendimiento estricto entre el altar y el trono, entre la Iglesia y el Estado, ilustrado en el más alto grado por el nacimiento del Sacro Imperio Romano en el siglo noveno. Estamos ante un grave problema: la elaboración de formas nuevas en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el derecho de la Iglesia y la libertad religiosa. Yendo más lejos, hay que hablar de la revalorización de los laicos en la Iglesia y en fin, del desarrollo de las ideas ecuménicas a una escala desconocida hasta el presente en la historia de la Iglesia.” (Malinski, pb. Cit. pág. 191).
Estas citas son muy importantes, pues demuestran que desde 1963, Mons. Wojtyla estaba ganado por los errores modernistas que están destruyendo a la Iglesia desde hace veinticinco años.
Primero, el derecho a la libertad religiosa, “elaboración de nuevas formas de relación entre la Iglesia y el Estado”, es decir, la secularización del Estado, el rechazo al Estado Católico.
Después. La colegialidad, promoción de la “descentralización en el interior de la Iglesia”, es decir, la importancia creciente de las Conferencias Episcopales y la “revalorización de los laicos”, que lleva consigo la destrucción de la autoridad.
En fin, el ecumenismo, es decir, el “reconocimiento de los valores espirituales contenidos en las otras religiones”, especialmente el judaísmo.
Que no se nos diga que el Papa, (Juan Pablo II), no puede hacer nada porque está mal rodeado, quizás lo esté, pero queda claro que si hoy actúa así, es porque hace más de veinticinco años tenía las mismas convicciones y el mismo programa. Programa muy sencillo que queda resumido en tres puntos; Libertad Religiosa, Colegialidad y Ecumenismo. Estos tres puntos nos incitan a reconocer otra teología, la que sirve de bandera a la masonería: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
“… Karol Wojtyla es más progresista que su compatriota el Cardenal Wyszynski. Ha transformado los métodos de enseñanza del seminario de su diócesis para acercarlos al mundo contemporáneo. Modesto por la presencia del cardenal Wyszynski, que encarna “la Iglesia de los mártires”, no habría dado su verdadera capacidad en su país de origen (“Le Matin”, 17 de octubre de 1978).
Un artículo de Alain Woodrow en “Le Monde” expresa el “riesgo” que podría representar el nuevo Papa por su formación filosófica:
“Juan Pablo II es un poco doctrinado, razona más de manera deductiva que inductiva, partiendo de principios y no de lo vivido. Su formación es menos tomista que existencialista (quizás a causa de la influencia de Scherle) y su curiosidad intelectual no tiene límite… en el Concilio Vaticano II ha defendido el documento sobre la libertad religiosa y se ha opuesto a los que querían publicar una condena severa del ateísmo…”
La reacción del Hermano Roger de Taizé, nos es transmitida también por “Le Monde”:
“Muy ecuménico, el Papa Juan Pablo II es ante todo pastoral y está atento al hombre contemporáneo. Dará un nuevo impulso a la universalidad de la Iglesia. Como arzobispo de Cracovia ha venido a Taizé en dos ocasiones y he podido también apreciar su valor humano, siendo su invitado en Polonia…”
Damaskinos, portavoz del patriarcado ortodoxo de Constantinopla, reacciona así en “Le Monde” (18 de octubre de 1978):
“Juan Pablo II renueva la sangre de la Iglesia Católica. Proseguirá la apertura ecuménica y la continuidad del espíritu del Vaticano II… habrá una voluntad de apertura hacia los países del Este.”
Todos estos comentarios estaban justificados, basta recordar algunas declaraciones de Mons. Wojtyla después del Concilio.
La primera es la del 22 de septiembre de 1965, en el curso del debate sobre la libertad religiosa:
“La declaración sobre el derecho de la persona y de las comunidades en materia religiosa se refiere a los poderes civiles, pero sobre todo a la persona humana… La definición de los límites de la libertad religiosa debería estar fundada sobre la ley moral.” (Documento Catholique 1965, págs. 1.798-1799).
Ya vemos aquí la tendencia a creer que todo el que practica su culto está orientado hacia Dios y que esto consiste la dignidad propia del hombre. Sin embargo, un culto erróneo por sí mismo no puede sino apartar a las almas de Dios. Además, la ley moral debe referirse siempre a la norma objetiva de la verdad o de la falsedad de la religión de la que se trate.
La segunda declaración es del 28 de septiembre de 1965 y se refiere al ateísmo:
“El ateísmo debería ser estudiado con ayuda de la sociología y de la psicología, no como negación de Dios, sino más bien como estado de conciencia de la persona humana” (Documentación Catholique 1965, pág. 1888).
En las entrevistas que mantuvo el Cardenal Wojtyla con el Padre Malinski en Roma, en 1963, aquél manifiesta su opinión sobre la finalidad del Concilio:
“En menos de cuatros años la situación en el interior de la Iglesia ha cambiado increíblemente. Sobre todo en el mundo católico se levantan fervorosas voces para pedir una nueva lectura atenta del Evangelio. Un nuevo clima, el de una voluntad de acercamiento recíproco, ha nacido en las relaciones entre las diversas Iglesias Cristianas… no solamente los obispos, las universidades católicas y los superiores generales de las congregaciones han expresado sus opiniones respecto a los problemas conciliares, sino también un gran porcentaje de católicos laicos e incluso de no católicos. Teólogos tan eminentes como Henri de Lubac, J. Daniélou, Y. Congar, H. Küng, R. Lombarda, Kart Rahner y otros, han jugado un papel extraordinario en los trabajos preparatorios.
El objetivo de Juan XXIII era ante todo la unidad de los cristianos; se han dado pasos de gigante en este camino. La Iglesia está persuadida, como jamás lo estuvo, que lo que une a todos los cristianos es más fuerte que lo que los divide. La nostalgia de la unidad de los cristianos forma un todo con la de la unidad de todo el género humano. La nueva concepción de la idea del pueblo de Dios ha reemplazado a la antigua verdad sobre la posibilidad de redención fuera de las fronteras visibles de la Iglesia. Este hecho, muestra la actitud de la Iglesia hacia las otras religiones que está basada en el reconocimiento de los valores espirituales, humanos y cristianos a la vez, contenidos en religiones tales como el islamismo, el budismo, el hinduismo… La Iglesia quiere entablar un diálogo con los representantes de estas religiones. Y aquí, el judaísmo ocupa un lugar muy especial. El proyecto de la futura declaración habla claramente de la unidad espiritual entre los cristianos y el judaísmo.
La Iglesia se preocupa del diálogo con los no creyentes que tienen una importancia capital en nuestra época donde, por primera vez en le historia, la incredulidad y el ateísmo aparecen como fenómenos de masas. La Iglesia intenta describir las causas y los orígenes del ateísmo y los busca tanto en su propio seno, como en el exterior. La Iglesia comprende que la tendencia actual, con miras hacia la liberación del hombre y su liberación de todas las alineaciones, que se manifiestan bajo la forma del ateísmo, puede ser una manera de buscar a Dios.” (Malinski, ob. Cit. Pág. 189).
Sobre el futuro de la Iglesia y las orientaciones del Concilio encontramos estas reveladoras ideas:
“Ante todo, se trata de revalorizar la autoridad de cada obispo y de promover la descentralización en el interior de la Iglesia, así como volver al principio de la colegialidad, revisar los métodos pastorales en vigor hasta ahora. Introducir expresamente nuevos métodos y formas a veces muy audaces. También está la cuestión de la universalidad de la Iglesia; es todo un cambio de actitud hacia las antiguas culturas de los pueblos no europeos. Hay que desoccidentalizar a la cristiandad… al católico necesita africanizarse, indianizarse, japonizarse... Sabemos que todo esto no es sencillo, ni fácil de realizar. Es al fin de la era de Constantino, caracterizada pro el entendimiento estricto entre el altar y el trono, entre la Iglesia y el Estado, ilustrado en el más alto grado por el nacimiento del Sacro Imperio Romano en el siglo noveno. Estamos ante un grave problema: la elaboración de formas nuevas en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el derecho de la Iglesia y la libertad religiosa. Yendo más lejos, hay que hablar de la revalorización de los laicos en la Iglesia y en fin, del desarrollo de las ideas ecuménicas a una escala desconocida hasta el presente en la historia de la Iglesia.” (Malinski, pb. Cit. pág. 191).
Estas citas son muy importantes, pues demuestran que desde 1963, Mons. Wojtyla estaba ganado por los errores modernistas que están destruyendo a la Iglesia desde hace veinticinco años.
Primero, el derecho a la libertad religiosa, “elaboración de nuevas formas de relación entre la Iglesia y el Estado”, es decir, la secularización del Estado, el rechazo al Estado Católico.
Después. La colegialidad, promoción de la “descentralización en el interior de la Iglesia”, es decir, la importancia creciente de las Conferencias Episcopales y la “revalorización de los laicos”, que lleva consigo la destrucción de la autoridad.
En fin, el ecumenismo, es decir, el “reconocimiento de los valores espirituales contenidos en las otras religiones”, especialmente el judaísmo.
Que no se nos diga que el Papa, (Juan Pablo II), no puede hacer nada porque está mal rodeado, quizás lo esté, pero queda claro que si hoy actúa así, es porque hace más de veinticinco años tenía las mismas convicciones y el mismo programa. Programa muy sencillo que queda resumido en tres puntos; Libertad Religiosa, Colegialidad y Ecumenismo. Estos tres puntos nos incitan a reconocer otra teología, la que sirve de bandera a la masonería: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Del libro "Pedro ¿me amas?" de Daniel Le Roux. Año 1989
Creo que van muy rapido con la beatificacion... No quiero juzgar porque el juicio se lo dejo a Dios, pero mi humilde opinion es que van muy rapido... En secretum mei lei que JPII fue amigo y confidente del P. Maciel, y que el papa debia saber de su doble vida y aun asi no se hizo nada y maciel siguio con su vida de pederasta y de amenazas a aquellos que segun el querian daÑar su reputacion... Suponiendo que JPII siendo amigo de Maciel y sabiendo de la mala vida que este llevaba no hizo nada para corregir y hacer justicia en la tierra entonces a eso no le veo nada santidad! Y mucho menos veo nada de santidad todo lo que he leido aqui y todo lo que ya sabemos, al P. Maciel JPII debio minimo excomulgarlo! Pero sino lo hizo es porque pone por encima los sentimientos humanos que la honra y gloria de Dios!, no le temblo la mano cuando excomulgo a Mons. Lefebvre y los demas obispo por una causa absurda!, tremenda injsuticia vivieron y aun viven estos obispos! Y a los que verdaderamente deben excomulgar estan como si nada! Burlandose de la Iglesia, de sus fieles, pero de Dios nadie se burla. Deberian pensar en beatificar a Mons. Lefe y canonizar a Pio XII antes que JPII. Al excomulgar a Mons. Lefe se nota a simple vista su desprecio por la tradicion... En cambio perdono a un pederasta! Si estoy pecando Dios me juzgue y me perdone.
ResponderEliminarDios les bendiga!
Estimado MM:
ResponderEliminarSi bien, lo que comenta es cierto, no deja de ser (perdon por la expresion!) un simple caso de pecado carnal, de encubrimiento y otras cosas...
Mucho mas grave aun, es lo de Asis (la profanacion y sacrilegio ahi cometidos) y demas cosas porque atentan contra la Fe. (La idolatria es de los mas graves pecados, porque atenta contra el 1er. Mandamiento).