San Miguel, primer defensor de la Realeza de Cristo, ¡rogad por nosotros! |
Oh glorioso Príncipe de las Celestiales Milicias, San Miguel
Arcángel, defendednos en el combate y en la terrible lucha que sostenemos
contra los Principados y Potestades, contra los príncipes de este mundo
tenebroso, contra los espíritus malignos. Venid en auxilio de los hombres, que
Dios creó inmortales, formó a su imagen y semejanza y rescató a gran precio de
la tiranía del demonio. Pelead, en este día, con el ejército de los Santos
Ángeles, las batallas del Señor, como ya peleasteis contra el jefe de los
soberbios, Lucifer, y contra sus ángeles apóstatas, que fueron impotentes para
resistiros y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo. Y aquel ángel
rebelde, transformado en ángel de tinieblas que todavía se arrastra por la
tierra para nuestra ruina, fue precipitado con sus secuaces en los abismos. Más
he aquí que aquel primer enemigo y homicida ha tomado nuevos bríos.
Transfigurado en ángel de luz, va dando vueltas, con toda la turba de los
malignos espíritus, para invadir la tierra y desterrar el nombre de Dios y de
Cristo, para arrebatar, matar y precipitar en la eterna perdición las almas
destinadas a la eterna corona de la gloria. Este dragón maligno, inocula, como
río inmundo, en los de mente torcida y corrompido corazón, el veneno de su
malicia, el espíritu de mentira, de impiedad y de blasfemia, el hálito
pestífero de la impureza, de todos los vicios y de toda iniquidad. Enemigos
llenos de astucia han colmado de amargura, han saturado de hiel la Iglesia,
Esposa del Cordero Inmaculado y han puesto sus impías manos sobre las cosas más
santas. Vos, pues, oh Príncipe invictísimo, socorred contra las acometidas de
los espíritus réprobos al pueblo de Dios y dadnos la victoria. Así sea.
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