Cuenta la crónica del Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo, cómo
el Rey Don Alfonso VIII de Castilla, llamado el Bueno, quiso humillar al moro y
asestarle un golpe decisivo; para lo cual reunió gran contingente de fuerzas de
todo su reino, y hasta pidió refuerzos a los Reyes de Aragón, Pedro II, y
de Navarra, Sancho VII, e indulgencias al Papa Inocencio III para los que
se alistasen en la Cruzada contra la Media Luna.
El punto de cita fue Toledo. Salieron todos de allí,
soldados reyes y obispos; y penetrando en tierras invadidas por el Islam, al
quinto día lograron tomar la posición fuerte de Calatrava. Luego se rindió
también Alarcos, adonde vino a agregárseles el Rey Navarro con sus huestes.
El moro se aprestaba en Jaén para el ataque; pero entre
tanto, la caballería cristiana había ya ocupado las alturas, y el grueso del ejército
acampaba en la meseta de las Navas de Tolosa.
Entraron por fin en refriega, no sin prepararse antes con
una sincera confesión de sus culpas y la recepción del Cuerpo de Cristo; y
recibida la bendición del arzobispo D. Rodrigo, entraron en reñida lid. Pero al
fin los moros aflojaron, sufriendo una sangrienta derrota, y saliendo
victoriosos los cristianos, meced a la protección del cielo, pues, la Santa
Cruz se les vino a aparecer en los aires en el momento más álgido, prestando
bríos a los ejércitos cristianos. La imagen de la Virgen María, bordada en el
estandarte regio, amedrentó también al moro, y el mismo San Isidro Labrador
acudió a alentar al monarca castellano en el trance más apurado.
ORACIÓN
¡Oh Dios!, que, por tu
Cruz, has querido conceder al pueblo que en ti cree, el triunfo contra sus
enemigos; te suplicamos que otorgues siempre la victoria y el honor a los que,
por tu bondad, adoran tu Santa Cruz. Tú que vives y reinas. AMÉN
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