El mundo está lleno de filósofos y de escritores, sin
embargo, sólo hay una cosa que justifica la existencia de unos y otros: la
pasión de la verdad. Sin esta pasión, libros y filosofías no son más que
vanidades, peligrosísimas vanidades que encienden el fuego en la tierra y
atizan las llamaradas del infierno.
NUNCA HA SIDO MUY ESTAMADA POR LOS HOMBRES
Quien tiene la pasión d la verdad está dispuesto a
despojarse de sí mismo, sin restricciones. Sacrificará las ideas más
seductoras, los sistemas más ingeniosos, las elucubraciones más profundas y luminosas,
las intuiciones más queridas, las satisfacciones más elevadas de la
inteligencia y, finalmente, las formulaciones más cautivantes y las imágenes
más estéticamente felices, para austeramente buscar y manifestar la verdad,
sólo la verdad, que es siempre dura para nuestra condición humana, por causa de
su esencial transcendencia.
Más aún. La verdad nunca ha sido muy estimada por los
hombres, y es positivamente despreciada en nuestros días. La verdad es una e
inmutable, pero los hombres aman el espectáculo variado de las apariencias que
se suceden; la verdad es eterna, pero los hombres siguen las modas; la verdad
es seria y los hombres son frívolos; la verdad apunta el deber, al paso que los
hombres quieren los placeres; en fin, la verdad es rígida y los hombres no
tienen fibra.
NO ES SÓLO UNA CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA O METAFÍSICA
Por lo tanto, quien tiene la pasión de la verdad se
expone, necesariamente, a la antipatía de los hombres, pero preferirá la verdad
a los bienes temporales, a la carrera, a la fama y a la propia reputación. Será
perseguido y acusado por los que prostituyen la verdad haciendo de ella un
simple instrumento de su infatuación y codicia.
Pero esto no es todo. La pasión de la verdad puede
llevarlo a enmudecer durante años, mientras los otros se alzan ante la opinión
y la crítica, por su producción de obras literarias y filosóficas. Sin embargo,
permanecerá callado hasta que surja el único motivo que le hará manifestarse:
dar testimonio de la verdad.
Ante lo que acabo de decir, usted podrá retrucar que en
vez de indicar el camino de la filosofía he indicado el de la santidad. Es un
hecho. Únicamente quiero destacar que, para quien tiene la vocación de los
estudios filosóficos, la perfección espiritual se llama pasión de la verdad.
Para nosotros, católicos, la verdad no es sólo una cuestión epistemológica o
metafísica, es la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios
que se encarnó para salvarnos.
Plinio Corrêa de Oliveira
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