Sostén, ¡oh Señor!, mi esperanza para que sepa esperar en Ti
sin medida
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¡Oh Jesús! ¿Qué será de mí? ¿Moriré de pena viéndome tan
impotente? ¡Oh, no! Ni siquiera me afligiré. Con un abandono audaz quiero
seguir mirando fijamente a mi Divino Sol. Nada será capaz de asustarme, ni el
viento ni la lluvia. Y si oscuras nubes vienen a ocultar el Astro del Amor, no
cambiaré de sitio; sé que más allá de las nubes mi Sol sigue brillando, que su
resplandor no podrá eclipsarse ni un momento.
A veces, es verdad, mi corazón se ve asaltado por la
tempestad; me parece creer que no existe otra cosa más que las nubes que me
envuelven… Entonces llega para mí la hora de la alegría perfecta… ¡Qué dicha
permanecer allí a pesar de todo, y seguir mirando fijamente la luz invisible
que se oculta a mi fe!
Y si Tú, Astro adorado, permaneces sordo a mis gemidos, si
permaneces oculto…, pues bien: acepto seguir transida de frío, y aun me alegro
de este sufrimiento, que, a pesar de todo, he merecido.
¡Oh Jesús! ¡Qué dulce es el camino del amor! Ciertamente se
puede caer, se puede cometer infidelidades; pero sabiendo el amor sacar
provecho de todo, bien pronto consume lo que puede disgustaros a Vos, no
dejando más que una humilde y profunda paz en el fondo del corazón.
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