LA
INFABILIDAD DE LAS CANONIZACIONES
Varias
veces Monseñor Lefebvre explico por qué pensaba él que las canonizaciones
actuales no gozaban del privilegio de infalibilidad. Damos a conocer un ejemplo
tomado de una charla que dio a los Dominicos de Avrillé en el año 1989 con
motivo de unos ejercicios espirituales.
Nos encontramos en circunstancias extraordinarias.
En la misma medida en que las autoridades de la Iglesia
quisieran someternos a las verdades que proclaman, desprecian ellos mismos su
propia infalibilidad, la del Papa y la de la Iglesia.
Ya que –y aunque pueda equivocarme, pero teniendo en
cuenta el desarrollo de la Iglesia conciliar desde el Concilio hasta la
actualidad- parece muy probable que estos Papas, como el Papa Pablo VI y Juan
Pablo II, no han querido emplear su infalibilidad ni durante el Concilio ni en
los actos que han seguido al Concilio.
En más, en cierto modo yo diría que lo que tienen es una
aprensión para pensar en la infalibilidad porque ya no creen más en ella: no
creen en su infalibilidad.
Se trata de un razonamiento sencillo, para el que no hace
falta reflexionar mucho y en particular respecto a Juan Pablo II: Juan Pablo II
ha sido formado en una verdad evolutiva; para él no hay verdad fija sino que
ésta cambia con el tiempo, con la ciencia, con el desarrollo de las ciencias
humanas, etc.; se nos dice que la verdad está siempre viva. Y se nos condena
porque no estamos a favor de la Tradición viva; la Tradición viva es una
Tradición que evoluciona.
Piensen entonces que para su espíritu es imposible e
inconcebible fijar una verdad; imposible ya que no lo puede concebir: él no
concibe la verdad más que como un vivir, un vivir que crece, que evoluciona,
que se desarrolla, que se perfecciona, etc.
Sin embargo, el dogma es una verdad fijada con exactitud
y para siempre; y basta. El Credo está concluido, acabado en los términos en
los que actualmente se encuentra y no se puede cambiar estos términos porque
son así, y se acabó. Y todos los dogmas que se han definido con el sello de la
infalibilidad de los Papas y de los Concilios han sido declarados en este
sentido. Son definidos y no se los puede modificar.
Más esto es contrario a su concepción de la verdad. No
puede admitirlo. Y tampoco es así que creo que al Papa le repugnaría que se le
dijera:
-Pero esta verdad. Lo que hoy ha hecho… canonizar tal o
cual santo: esta canonización es en principio infalible. Está definida.
-¡No, no! Canonizar, oh… si un día, en la historia
futura, se advierte que esta persona no posee todas las calidades, los Papas
podrán decir, en todo caso, que se trataba tan sólo de un certificado de
perfección y no de una santidad definitiva, etc… ¡No puede concebir esto!
Y por eso se le ve repetir canonizaciones: va a tal o
cual país: se busca a una religiosa que tiene alguna perfección, se la coloca
sobre los altares, y después… ¡ya está, se acabó! Y esto es muy del agrado de
la presidenta de la república y de todos los cristianos del país; les gusta y
es una buena ocasión…
Eso no puede aceptarse; ¡no es nada, nada serio! Estoy
convencido de que para él todo esto no es algo irreformable… la infalibilidad
es impensable para hombres que tienen este espíritu y que han sido formados en
esas falsas teorías de la verdad viva y de la evolución de la verdad.
Pero más vale que así sea. Porque al menos se puede poner
un punto de interrogación en todo lo que es tristemente afirmado por el Papa.
¡Sí, por desgracia!
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