Ayúdame a comprender, ¡oh Jesús!, los misterios y tesoros
encerrados en tu Dulcísimo Nombre
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¡Oh nombre glorioso, nombre gracioso, nombre amoroso y
virtuoso!, En tu virtud se perdonan las culpas, se vencen los enemigos, sanan
los enfermos, los que sufren hallan consuelo en sus adversidades. Tú eres el
honor de los creyentes, el maestro de los predicadores, el alivio de los que
trabajan, el sostén de los débiles: con tu fuego ardiente se nutren los deseos
santos, se alcanzan los auxilios necesarios, se embriagan las almas
contemplativas, y son glorificados los triunfadores en la patria celestial.
Concédenos, ¡oh dulcísimo Jesús!, por tu Santísimo Nombre, que también nosotros
podamos reinar con los bienaventurados. Tú que glorificas a todos ellos. Tú que
triunfas glorioso con el Padre y el Espíritu Santo, en unidad y Trinidad
perfecta por los siglos de los siglos.
San Bernardino de Sena
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