SAN ANTONIO RECUPERA EL LIBRO DE LOS SALMOS
Había compuesto este Taumaturgo los "Sermones" o las Exposición de los Salmos con 278 paráfrasis verdaderamente sublimes y que reconoce por auténticos el estudio de la revista "Antonianum", de Roma, el número de 1931. Este libro o Salterio de su uso, con estensas glosas y bellos conmentarios, escrito en pergamino, y de que se servía el Santo, dio lugar a un prodigio que mostró su gracia especial para el hallazgo de las cosas extraviadas.
Aconteció que un joven novicio no tuvo espíritu suficiente para continuar en la religión. Cansado ya de la vida religiosa, como en aquellos tiempos no había imprenta, vio en la celda de San Antonio un libro precioso, lo tomó ocultamente y huyó del monasterio con el estimable códice. Condolido el Santo, más por la misma pérdida de tan necesario libro, púsose en oración, pidiendo a Dios la gracia de que le tocase el corazón del fugitivo y le restituyese a él el tesoro que con tanto trabajo se había procurado.
Dios escuchó prontamente la confiada plegaria de San Antonio; y así, pocas horas después, entró el joven y tentado novicio en la celda del fiel siervo de Dios, echóse a sus pies, confesando con muchas lágrimas su culpa e inconsideración temeraria, y le restituyó su libro. Refirió que, al ir a pasar un puente, se le ofreció la visión de un hombre de terrible aspecto, el cual, amenazándole, le mandó que inmediatamente restituyera el Salterio o el manuscrito rabado. Lleno San Antonio de infinito agradecimiento a Dios, perdonó al fugitivo su locura, le volvió a recibir en el noviciado, donde nunca más volvió a tener semejantes tentaciones, y tuvo el consuelo de verle proceder desde entonces como un ejemplo vivo de santidad en la Comunidad. San Antonio le halló la vocación religiosa.
De modo que San Antonio recobró el libro o códice del Salterio, y el novicio halló la vocación religiosa que había perdido, la gracia y la paz de corazón que había de reinar siempre en su alma. He aquí por qué le invocamos con toda confianza a San Antonio como Abogado de las cosas perdidas.
Del libro "Milagros de San Antonio" de Fray Antonio Corredor García
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