TEOFILO FERNANDEZ DE LEGARIA GOÑI
Natural de Torralba del Río (Navarra), nació el 5 de julio de 1898. Profesó el 1 de septiembre de 1916 y fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1923, en Santander. Por sus excelentes cualidades fue enviado a estudiar en Roma, donde alcanzó el grado de doctor en Sagrada Teología, en la Pontificia Universidad Gregoriana, en julio de 1925. A los 28 años era vice-rector del Colegio en Madrid y dos años después era ya el Superior del mismo, alternando sus múltiples ocupaciones con la dirección espiritual de las Asociaciones de Licenciados y Doctores y la de San Cosme y San Damián. Al mismo tiempo lograba la Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca.
Se distinguió de modo especial en la defensa de los derechos de la Iglesia Católica en los difíciles años de la República española (que comenzó desde el principio persiguiendo a la Iglesia en su legislación en su permisividad hacia los atentados contra todo lo que fuera católico), promoviendo la Hermandad de San Isidoro de Sevilla. En agosto de 1935 fue nombrado Superior y Director del Escolasticado de la Congregación en El Escorial, el Seminario de San José. Durante su breve Superiorato dejó un recuerdo imborrable entre sus alumnos, como se ha mostrado en su proceso de Canonización. Su paso por el escolasticado fue una gracia especial. Su actividad fue increíble; su celo, extraordinario, inculcando en los alumnos una veneración y amor grandes hacia el sacerdocio.
Al producirse en julio el llamado Alzamiento nacional -que otros llamarán revolución- estaba en El Escorial con profesores y jóvenes estudiantes y se planteó la posibildad de huir y esconderse, como estaban haciendo la mayoría de los religiosos. En un primer momento el provincial se opuso a que se abandonase el convento. Convertida la Casa por las autoridades civiles en hospital de sangre, se quedó el P. Teófilo como director del hospital y los profesores y jóvenes como enfermeros. Pero ante el peligro que corrían, llegó el permiso del provincial a los pocos días se llevaron a Madrid, en camiones, a los profesores y estudiantes, donde se refugiaron donde pudieron. Aquí está lo hermoso del testimonio del P. Teófilo: Pudiendo huir y probablemente salvar la vida, no lo hizo, se quedó cuidando la casa con cuatro Hermanos laicos, ya de edad, dirigiendo él el hospital de sangre y dedicando toda su jornada al cuidado de los heridos. Todo esto se pudo hacer con la ayuda del alcalde de El Escorial, que a pesar de ser republicano era un hombre honesto y sensato, ni fue anticlerical ni hizo daño a nadie sino que intentó salvar la vida de los religiosos. Cuentan los testigos presenciales de aquellos días que el trabajo del P. Teófilo era abnegado y su bondad hacía que hasta los pacientes más anticlericales le apreciaran de verdad. También le apreciaban los médicos (de derechas y de izquierdas), que se indignaron grandemente cuando fue arrestado sin motivo alguno, nada más que el de ser religiosos.
A los tres días llegó un miliciano con heridos, un tal F. G. (por discreción no pongo el nombre entero) y reconoció al P. Teófilo, por haber recibido de él muchos favores en Madrid, siendo Superior del Colegio. Los favores habían sido los siguientes: Siendo este F. G. yerno de los porteros del Colegio de los Padres de los Sagrados Corazones del que el P. Teófilo era director, sus suegros acuedieron al buen religioso para que echase una mano al marido de la hija, del que no conseguían hacer carrera. Con los consejos y ayuda del P. Teófilo, el muchacho cosiguió sacarse el carnet de conducir y encontrar un trabajo como conductor. De hecho, durante la guerra trabajó como conductor de ambulancia y con esa ocasión es como fue a El Escorial, a llevar heridos al hospital. Además, como el trabajo de conductor no le daba suficiente para ganar el pan para la familia, los religiosos le ayudaban cada mes con comida. Pero en aquel ambiente enrarecido, dejado llevar por la ola de anticlericalismo reinante y olvidando lo que el P. Teófilo había hecho por él, aquel mismo día 11 de agosto que lo vio en el hospital lo denunció y exigió que desapareciese de la Casa “porque era una vergüenza que los frailes estuviesen todavía allí”.
Aquella misma noche vinieron con dos coches y mientras cenaba el P. Teófilo con médicos y enfermeros se lo llevaron, pistola en mano. Sin juicio alguno, fue conducido a las afueras de El Escorial, a tres kms., y en el lugar llamado “La Piedra del Mochuelo", después de haberle dejado rezar y escribir unas líneas a su madre, lo asesinaron por la espalda mientras iba a ponerse en el paredón. Dichas lineas, por supuesto, nunca llegaron a su madre.Su cuerpo, con el de otros tres sacerdotes de El Escorial, que asesinaron minutos después, apareció al día siguiente, en dicho lugar. Fue inhumado en el Cementerio de San Lorenzo de El Escorial. Tenía 38 años de edad. El tal F. G., envalentonado y con poca cabeza, fue presumiendo por toda la comarca de haber matado al P. Teófilo, por si aquello le servía para ascender en sociedad, así se supo públicamente lo que había pasado, aunque lo mataron de noche y en privado, como quienes sabían que estaban haciendo algo malo, ellos que proclamaban con la boca llena la libertad, la igualdad y los derechos humanos.
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