Gonzalo Fernández de Córdoba y Aguilar, llamado por su excelencia en el arte de la guerra "el Gran Capitán"
LAS BULAS ALEJANDRINAS
Apenas elegido, Alejandro VI declaró que su deseo are procurar la tranquilidad de Italia y la unión de los cristianos frente a los avances turco, siguiendo el ejemplo de Calixto III.
Sin embargo, el hecho más trascendente de su pontificado, por sus consecuencias a largo plazo, fue la promulgación en 1493 de las denominadas bulas alejandrinas que confirmaban los derechos de los reyes de España, Isabel y Fernando (reconocidos como Reyes Católicos por el mismo Papa en 1496), sobre las tierras recién descubiertas de América.
Aunque el descubrimiento y ocupación por un príncipe cristiano de tierras habitadas por infieles con el ánimo de convertirlos de la Santa Fe Católica constituyó siempre un título legítimo más que suficiente de adquisición de las mismas, se trataba ahora de confirmar ese título legítimo, obteniendo los mismos beneficios espirituales y de administración eclesiástica que los portugueses ya tenían, así como de delimitar las zonas de acción para evitar fricciones.
De esta manera, la bula “Inter caetera” del 4 de mayo de 1493 estableció una línea de demarcación en dirección Norte-Sur, a cien leguas al Oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, base jurídica para el posterior Tratado de Tordesillas entre España y Portugal.
La promulgación de estas bulas fue un ejercicio de la “plenitudo potestatis” pontificia sobre los infieles, impulsando extraordinariamente la evangelización del Nuevo Mundo, al apoyar espiritualmente la eliminación de los poderes políticos paganos existentes.
LA INESTABILIDAD POLÍTICA DE ITALIA
Italia era en el siglo XV era un mosaico político compuesto de diversos estados. Los dos estados territoriales más importantes eran los Estados Pontificios y el yerno de Nápoles (feudo nominal del Papa).
Alejandro VI despegó una intensa actividad política, e incluso militar, para reforzar la autoridad pontificia en sus propios estados; además, favoreció a la casa de Aragón, frente a los Reyes de Francia, en el reino de Nápoles. Los reyes de Francia Carlos VIII y Luis XII invadieron Italia, pero fueron expulsados por Fernando el Católico, quien acabó ciñéndose en 1504 la corona de Nápoles.
Es estas guerras, destacó la figura de D. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, el cual acabaría defendiendo además Italia contra los Turcos. España, señora del Sur de Italia, se convirtió en dique incontrastable frente a la potencia otomana.
LA LUCHA CONTRA EL ISLAM DESARROLLADA POR ALEJANDRO VI
Las guerras de Italia constituyeron un gran obstáculo para que Alejandro VI se entregara con la intensidad de su tío a la Cruzada contra los mahometanos.
No obstante lo anterior, alentó las iniciativas de los Reyes Católicos en este sentido, otorgándoles bula de Cruzada para que, después de haber finalizado la Reconquista en la zona peninsular, prosiguieran la lucha contra el Islam en el norte de África, como continuadores del Imperio Romano de Constantino.
Asimismo, cuando los turcos se apoderaron del Peloponeso y de las islas de Corfú, Cefalonia, y Zante en 1498, Alejandro VI propone constituir una Liga Santa para la defensa de la Cristiandad. España responde con 50 barcos, 5000 infantes y 500 jinetes al mando del Gran Capitán, quien acabaría recuperando la isla de Cefalonia en 1500.
Finalmente, Alejandro VI falleció de apoplejía en Roma el 18 de agosto de 1503. Sus desarreglos personales fueron un obstáculo para que realizase la obra de reforma de la cual estaba necesitada la Iglesia. Sin embargo, supo poner su gran capacidad de gobierno al servicio de la defensa y propaganda de la fe.
EPÍLOGO
Hemos querido resaltar las virtudes de los dos papas de la familia Borja, para limpiar esa imagen desfavorable y deformada que una literatura insidiosa y anticatólica (con el apoyo reciente de la cinematografía) ha sabido desarrollar en relación con esta familia, exaltando las debilidades humanas de sus miembros (particularmente de Alejandro VI y alguno de sus hijos) y omitiendo los grandes servicios prestados a la Iglesia y a la civilización cristiana que antes hemos mencionado.
Ambos pontífices contuvieron la marea arrolladora del Islam que desde los Balcanes a la Península Ibérica amenazaba con aniquilar la Europa cristiana, y además, el último de ellos, Alejandro VI, supo captar los posibilidades de evangelizar de las lejanas tierras que se cubrían con las monarquías portuguesa y española.
Unos servicios a la Iglesia y a la civilización cristiana que hoy más que nunca deben recordarse, ya que los actuales hombres de Iglesia gustan de confraternizar con las falsas religiones, incluso con la perfidia judaica, pues cegados como está por la corrupción intelectual del modernismo olvidan el mandato de Nuestro Divino Redentor y Maestro: “Euntes ergo et docete omnes gentes” (id y predicad el evangelio a todas las naciones)
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