Todavía recuerdo con bochorno las loas que la prensa y los gobernantes occidentales entonaron, en la celebración de la llamada "primavera árabe". ¡Cómo se les llenaba la boca con el caramelito democrático y demás zarandajas cínicas o ilusas! Los frutos de la primaverita de marras (aunque convenientemente filtradas) ya son perceptibles para cualquier persona no excesivamente atufada por los efluvios de la propaganda: una consolidación de las facciones islamistas que promueven la umma (unidad de todos los mahometanos bajo el fundente de la fe), imposición de la sharía (ley islámica) y persecución a las comunidades de "infieles", a las que, hasta hace poco -bajo regímenes autoritarios y corruptos, no lo negaremos, pero por ello mismo solo preocupados por mantener el poder- se toleraba de modo más o menos displicente o desdeñosa..
Ahora, esa displicencia o desdén se han trasformado en animadversión desatada, que amenaza con convertirse en uno de los episodios más sangrientos del ya profuso historial de martirios que jalona la propagación del Evangelio. ¿Y, entretanto, qué hace Occidente, el otrora Occidente cristiano, hoy convertido en un delicuescente barrizal neopagano y apóstata? Pues, fundamentalmente, mirar hacia otro lado, mientras dentro de sus fronteras blasona de "libertad religiosa", que es el celofán políticamente correcto con el que se envuelve otra forma de persecución mucho más sibilina, en la que los ataques a la fe son constantes (¡a veces disfrazados con la coartada artística, oiga!) y el desprestigio social de los cristianos -a quienes los medios de comunicación presentan como friquis anacrónicos ante las masas cretinizadas- no hace sino acrecentarse día a día. Lo cual no deja de ser otra forma de martirio: ya Cristo nos anunció que debíamos temer, antes que a quienes matan los cuerpos, a quienes matan los cuerpos y las almas. Y la mortandad de almas que en esta época se está cobrando la apostasía o neopaganismo occidental es innumerable..
Esta coincidencia de fines -con el empleo de métodos muy diversos- que observamos en los persecutores sangrientos de la primaverita árabe y en los persecutores sibilinos del Occidente apostata y neopagano tiene algo de alianza tenebrosa y cristofóbica que nos recuerda, cada vez más, aquel pasaje del Apocalipsis en el que se nos narra la visión de la Bestia de la Tierra y la Bestia del Mar. La falsificación religiosa promovida en Occidente, en volandas de una cínica "libertad religiosa", y el martirio de cristianos en los arrabales del altas, en volandas de la primaverita árabe, son, en efecto, el anverso y el reverso de una misma moneda; y solo un mundo naturalista como el nuestro, que ha renunciado a indagar las causas sobrenaturales o preternaturales de las cosas, puede ignorar un signo escatológico tan gigantesco. ¡Marana Tha!...
Juan Manuel de Prada
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