Ahora es oficial: el Papa Benedicto XVI ha firmado el decreto de beatificación de Juan Pablo II. Su predecesor elevado al honor de los altares el 1 de mayo de 2011, en Roma. ¿Qué podemos pensar de esta rápida beatificación? ¿Se puede justificar el poner como ejemplo el conjunto de su obra en la Iglesia de hoy valiéndose de frases como “fue muy devoto de la Santísima Virgen” o también “habló muy claro sobre los temas relacionados con el respeto a la vida”?
Su pontificado se vio empañado por un ecumenismo muy acentuado. Juan Pablo II va a entrar en la historia como el Papa del humanismo y de la fraternidad en las religiones.
Predicó un camino de salvación particular para el pueblo del Antiguo Testamento, besó públicamente el Corán, y pronunció frases que escandalizaron a muchos católicos convencidos en lo más hondo de sí mismos, como por ejemplo:
“Que San Juan Bautista se digne proteger el Islam”
Su reunión de Asís se ha convertido en el símbolo de la reunión de todas las religiones y ha asentado y enraizado con fuerza en el espíritu de los cristianos los “valores” de los librepensadores. Podría llamarse a eso “la herejía a través de la imagen”. Todas las religiones llevan a Dios. Lo que contradice de principio a fin las palabras de la Sagrada Escritura:
“El que crea y se bautice se salvará, el que no crea condenará”.
No hay que olvidar las grandes concentraciones*; tampoco hay que negar los abusos litúrgicos con motivo de esas misas del Papa en las que, de alguna manera, han provocado un derrumbamiento litúrgico como nunca se había conocido y que claman al Cielo.
¿Realmente es un Pontificado que merece una beatificación?
Defender la Fe en cualquier circunstancia frente al error y en consecuencia unificar y guiar el rebaño de Cristo en el mandamiento encomendado por el Señor a San Pedro y que sigue siendo válido hoy en día. Otros personajes merecerían ser elevados al honor de los altares, como por ejemplo Pío XII.
Stuttgart, 15 de enero de 2011
*(Las famosas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), donde se ve a esa “juventud”, dicen, que llena de esperanza en Nuestro Señor Jesucristo y en su Santa Iglesia y que a su vez llena de alegría verlos, cantar y gritar, pues es lo único que parece ser que hacen, y a las imágenes me remito, puesto que yo no veo nunca a ninguno con el Santo Rosario en la mano y de rodillas, y que luego cuando hay que defender, no ya las agresiones personales, sino los Derechos de Dios, en las profanaciones de Sagrarios, iglesia y capillas, donde hordas de gentuza se introducen para profanar lo más sagrado que tenemos, que es la Divina Presencia. Los allí presentes, quedan paralizados por el miedo o cosa peor por la cobardía. Y después esa “floreciente” y cobarde juventud no llena las calles y plazas, de forma pacífica, pidiendo perdón y reparando a Dios Nuestro Señor por tan gran ofensa. Y no ya solo estas, sino tantas y tantas ofensas que recibe Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre por medios públicos, ya sea prensa, televisión, teatro, cine… etc. y que esta gran y esperanzadora juventud no realiza actos públicos para desagraviar a tan gran Señor. Esta es la Juventud que llenan las Jornadas Mundiales… ¡juventud marchita!)
Su pontificado se vio empañado por un ecumenismo muy acentuado. Juan Pablo II va a entrar en la historia como el Papa del humanismo y de la fraternidad en las religiones.
Predicó un camino de salvación particular para el pueblo del Antiguo Testamento, besó públicamente el Corán, y pronunció frases que escandalizaron a muchos católicos convencidos en lo más hondo de sí mismos, como por ejemplo:
“Que San Juan Bautista se digne proteger el Islam”
Su reunión de Asís se ha convertido en el símbolo de la reunión de todas las religiones y ha asentado y enraizado con fuerza en el espíritu de los cristianos los “valores” de los librepensadores. Podría llamarse a eso “la herejía a través de la imagen”. Todas las religiones llevan a Dios. Lo que contradice de principio a fin las palabras de la Sagrada Escritura:
“El que crea y se bautice se salvará, el que no crea condenará”.
No hay que olvidar las grandes concentraciones*; tampoco hay que negar los abusos litúrgicos con motivo de esas misas del Papa en las que, de alguna manera, han provocado un derrumbamiento litúrgico como nunca se había conocido y que claman al Cielo.
¿Realmente es un Pontificado que merece una beatificación?
Defender la Fe en cualquier circunstancia frente al error y en consecuencia unificar y guiar el rebaño de Cristo en el mandamiento encomendado por el Señor a San Pedro y que sigue siendo válido hoy en día. Otros personajes merecerían ser elevados al honor de los altares, como por ejemplo Pío XII.
Stuttgart, 15 de enero de 2011
*(Las famosas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), donde se ve a esa “juventud”, dicen, que llena de esperanza en Nuestro Señor Jesucristo y en su Santa Iglesia y que a su vez llena de alegría verlos, cantar y gritar, pues es lo único que parece ser que hacen, y a las imágenes me remito, puesto que yo no veo nunca a ninguno con el Santo Rosario en la mano y de rodillas, y que luego cuando hay que defender, no ya las agresiones personales, sino los Derechos de Dios, en las profanaciones de Sagrarios, iglesia y capillas, donde hordas de gentuza se introducen para profanar lo más sagrado que tenemos, que es la Divina Presencia. Los allí presentes, quedan paralizados por el miedo o cosa peor por la cobardía. Y después esa “floreciente” y cobarde juventud no llena las calles y plazas, de forma pacífica, pidiendo perdón y reparando a Dios Nuestro Señor por tan gran ofensa. Y no ya solo estas, sino tantas y tantas ofensas que recibe Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre por medios públicos, ya sea prensa, televisión, teatro, cine… etc. y que esta gran y esperanzadora juventud no realiza actos públicos para desagraviar a tan gran Señor. Esta es la Juventud que llenan las Jornadas Mundiales… ¡juventud marchita!)
Don Pelayo
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