Renuncio a todo para no tener más ocupaciones que amaros a Vos sólo, Criador mío, Redentor mío, Consuelo, Esperanza, Amor mío y mi todo
¡Oh Jesús mío!, quiero amaros cuanto pueda y hacerme santo, y lo quiero para daros gusto y amaros mucho en esta y en la otra vida. Nada puedo, pero Vos lo podéis todo y sois quien me queréis tanto. Siento ya que, por un efecto de vuestra gracia, mi alma suspira por Vos y a nadie busca sino a Vos. No quiero seguir viviendo para mí; Vos me deseáis todo vuestro y yo quiero darme por entero a Vos. Venid y unidme a Vos y uníos Vos a mí; Vos sois bondad infinita, que con tanto amor me ha distinguido; sois amante excesivo y amable sobre cuanto se puede encarecer. ¿Cómo, pues, podré amar otra cosa fuera de Vos? Prefiero vuestro amor a todas las cosas criadas; Vos sois el único objeto, el dueño único de todos mis afectos. Renuncio a todo para no tener más ocupaciones que amaros a Vos sólo, Criador mío, Redentor mío, Consuelo, Esperanza, Amor mío y mi todo.
No desconfío de llegar a la santidad, a pesar de mis ofensas pasadas, pues reconozco que, si habéis muerto, ha sido para perdonar al pecador que se arrepiente. Os amo ahora con toda mi alma, os amo de todo corazón, os amo más que a mí mismo y me arrepiento sobre todo de haberos disgustado a Vos, sumo bien.
Ya no soy mío, sino vuestro; disponed de mí, ¡oh Dios de mi corazón!, como os pluguiere. Acepto, para agradaros, cuantas tribulaciones queráis enviarme, enfermedades, dolores, angustias, ignominias, pobreza, persecuciones y desconsuelos; todo lo acepto para complaceros. Acepto también la muerte que queráis enviarme, con todas las congojas y cruces que la han de acompañar; bástame que me concedáis la gracia de amaros con todo corazón. Ayuda y fuerza os pido para que pueda reparar, en lo que me restare de vida, las amarguras que en lo pasado os causé, único amor del alma mía,
¡Oh Reina del cielo y Madre de Dios, abogada poderosa de los pecadores, en Vos confío!
Del libro “Prácticas de amor a Jesucristo” de San Alfonso María de Ligorio
No desconfío de llegar a la santidad, a pesar de mis ofensas pasadas, pues reconozco que, si habéis muerto, ha sido para perdonar al pecador que se arrepiente. Os amo ahora con toda mi alma, os amo de todo corazón, os amo más que a mí mismo y me arrepiento sobre todo de haberos disgustado a Vos, sumo bien.
Ya no soy mío, sino vuestro; disponed de mí, ¡oh Dios de mi corazón!, como os pluguiere. Acepto, para agradaros, cuantas tribulaciones queráis enviarme, enfermedades, dolores, angustias, ignominias, pobreza, persecuciones y desconsuelos; todo lo acepto para complaceros. Acepto también la muerte que queráis enviarme, con todas las congojas y cruces que la han de acompañar; bástame que me concedáis la gracia de amaros con todo corazón. Ayuda y fuerza os pido para que pueda reparar, en lo que me restare de vida, las amarguras que en lo pasado os causé, único amor del alma mía,
¡Oh Reina del cielo y Madre de Dios, abogada poderosa de los pecadores, en Vos confío!
Del libro “Prácticas de amor a Jesucristo” de San Alfonso María de Ligorio
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