¡Cor Immaculatum Mariae, ora pro nobis nunc et in hora mortis nostrae!
Acudamos, pues, acudamos siempre todos a los pies de esta Reina dulcísima, si queremos salvarnos con seguridad; y cuando la multitud de nuestros pecados nos desaliente, acordémonos que fue elegida Reina de misericordia para salvar con protección poderosa a los pecadores, por grandes que sean, que acudan a Ella. Estos han de ser en el Cielo su Corona, como se lo prometió en los Cantares su divino Esposo (4,8): “Ven del Líbano, Esposa mía; ven del Líbano, ven, y serás coronada… de las cuevas de los leones, de los montes de los leopardos”. Y éstos, ¿quiénes son sino los pecadores, cuyas almas se hacen, por el pecado, cuevas de monstruos espantosos? Pues estos mismos, Reina soberana, salvos por vuestro medio, porque su salvación será corona vuestra, corona propia, corona digna de la Reina de misericordia.
Fuente “Las Glorias de María” 1ª parte, de San Alfonso María de Ligorio
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