MARÍA, SOSTÉN MÍO
¿No son los hijos siempre niños para sus madres, dulce Madre mía?... Porque lo son, se convierten ellas en el apoyo más fiel, dulce y fuerte y constante de ellos… En las horas de duda, lucha, vacilación, están ellas al lado de sus hijos con la ilusión y consagración de los días de la infancia, para llevarlos de la mano, sortear los peligros, calentarlos en su regazo y cobijarlos con su pecho…
Mi guía y sostén eres Tú, Madre mía de mi alma… Pobre niño, vacilo, y titubeo, y temo, y… no sé andar… Dame Tú la mano blanda, acariciadora, maternal, para que no tropiece, vacile y caiga… ¿Quién mejor puede sostenerme que Tú?... Madre mía, me apoyo e Ti, con la confianza y dejadez de un niño…
MARÍA, GLORIA MÍA
¡Qué santo y legítimo es el orgullo con que un hijo llama madre a la mujer digna por todos los títulos, de este augusto nombre…! Madre, vale tanto como abnegación, dedicación, providencia, ternura, comprensión, indulgencia, amor, amor, amor… ¡Con qué santo orgullo pienso que Tú eres mi madre!, ¡oh, dulce Madre mía…! No hay dote excelsa que no brille en Ti para mí… La grandeza, la bondad, la belleza, triple diadema, hecha por Dios, ciñe tus sienes… para mí…
Tú, Madre mía, eres mi gloria, porque jamás pude soñar, ni mucho menos merecer, tenerte por madre… ¡Si yo fuera gloria tuya…! ¡Si pudiera ser para Ti el timbre de orgullo que lo son los buenos hijos para sus madres…! Quiero serlo… Pero, al menos, acuérdate de que, aunque no lo sea como debiera, siempre lo será para Ti el ser buena hasta para los malos… ¡Madre mía…!
Propósito.- Ten sentimientos infantiles con relación a tu Madre, María. No deshonres con tu vida el excelso título de hijo de María.
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