OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

miércoles, 12 de junio de 2013

LA VOZ DE TRADICIÓN CATÓLICA (sobre las misiones)


Los hay que pretenden, y suelen ser frecuentes, que los misioneros, cuando llegan a una misión no tienen que predicar la religión a los infieles antes de darles por lo menos un mínimo nivel de vida. ¿De qué sirve, dicen, predicarles el Evangelio a personas que viven en un estado social, o incluso físico, totalmente deficiente? Pero este razonamiento es absurdo y diríamos que casi diabólico, porque es privar a esas personas y niños de lo más grato y hermoso que pueden recibir. En definitiva, es privarlos de aquello a lo que se pueden adaptar más rápido y quizás más fácilmente que las personas que tienen todo y que viven confortablemente. Cuando se les enseñaba el Evangelio y la fe, se podía ver como esos pueblos se hacían cristianos y se transformaban. Casi se podía leer en sus rostros quiénes eran cristianos y quiénes no. Los cristianos tenían un rostro apacible y radiante de paz, mientras que los demás solían tener temor y miedo, una especie de terror continuo a los espíritus que los rodeaban, siempre listos a hacer el mal, con un rostro que no reflejaba felicidad. El cristiano que se libera de las creencias paganas y que pone su esperanza en Dios tiene un rostro apacible, alegre y está en paz. Con estas evocaciones sólo deseo oponerme a esos falsos principios de los que pretenden que no se debe dar a Nuestro Señor Jesucristo a los que lo buscan, tienen necesidad de Él y lo esperan. La caridad no consiste en decir: tenemos que darles a estos pobres un nivel de vida más humano y después les predicaremos el Evangelio. La verdadera caridad consiste en darles en seguida lo esencial, es decir, el fundamento de su alegría, de su felicidad y de su transformación interior

Monseñor Marcel Lefebvre

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