¿Qué has hecho de mi Iglesia que te he confiado como Pastor Supremo y Vicario mío durante tantos años? |
Aunque ésta carta ya se publicó en el blog, la vuelvo hoy a
publicar, para los que no la hayan leído, porque hoy viene muy al caso. La tengo unos años antes de la muerte de Juan Pablo II. Yo cada
vez que la leo me lleno de tristeza, por ser la pura y triste realidad. En este
triste y trágico día.
"EL ÚLTIMO APLAUSO" (al Papa Juan Pablo II)
Santidad; Ningún hombre ha recibido tantos aplausos en
este mundo como Vuestra Santidad. Aplausos de todas clases: aplausos
servilistas de los que os rodean y os acompañan; aplausos de compromiso
obligados por cumplir con la sociedad; aplausos populares de los que os aman de
verdad y sienten verdadera veneración por Vos. Estos últimos son innumerables,
de toda raza, condición, lengua y país, y se contabilizan por millones.
Falta el último aplauso el que os ha de dar N.S.
Jesucristo. Es el más importante, el que durará eternamente, el único
verdadero, pues todos los demás se los ha llevado el viento y ya no existen.
Estaba yo una noche pensando todo esto cuando me dormí
profundamente y soñé, soñé... y ahora voy a exponeros mi sueño tal como fue.
Vos habíais muerto, y mientras millones de seres seguían
con atención y lágrimas vuestros funerales que se desarrollaban majestuosamente
en la Basílica de San Pedro, os presentabais ante N.S. Jesucristo en una sala
inmensa repleta de Ángeles y Santos. N.S. Jesucristo estaba sentado como Juez
en su trono rodeado de Querubines. Todos guardaban un silencio impresionante
esperando oír la sentencia que había de ser definitiva, inapelable y eterna;
era el último aplauso para siempre.
Entonces N.S. Jesucristo dijo en alta voz:
¿Qué has hecho de mi Iglesia que te he confiado como
Pastor Supremo y Vicario mío durante tantos años?
Muchos seminarios y colegios religiosos con sus aulas
mixtas se han vaciado de vocaciones. Muchas iglesias se han convertido en salas
de conciertos y reuniones políticas, donde se come, se bebe, se fuma y se
blasfema. Las familias están destrozadas; el adulterio, el divorcio y el
matrimonio civil se han extendido entre los católicos. Muchísimos han perdido
la fe y se han vuelto agnósticos o indiferentes. Innumerables profesores se
llaman teólogos y enseñan impunemente en cátedras, seminarios y púlpitos
herejías contra mi Iglesia, contra la Virginidad de mi Madre, contra el
celibato eclesiástico y contra mi propia Persona Divina. Los derechos humanos han
sustituido a Mis Derechos, y el hombre, engreído, se ha hecho casi igual a Mí.
¿Qué has hecho de la autoridad y poderes que yo te di?
(yo os miraba fijamente y vi como un sudor os bajaba por el rostro) ¿Y como has
permitido que sacerdotes buenos y seglares íntegros hayan sido despreciados,
arrinconados, mal vistos y perseguidos, muriendo llenos de perplejidad y dolor,
cuando lobos rapaces se han apoderado de mi Iglesia, haciendo un mal
incalculable a mis ovejas?
¿Por qué el liberalismo democrático, mi enemigo capital,
se ha extendido por todas partes destruyendo mi Realeza Social?
¿Por qué levantaste la excomunión a los masones sin que
abandonaran su programa anticristiano y anticatólico?
¿Cómo has permitido que se trate mi Eucaristía, donde Yo
estoy presente, con tan poco respeto, y se hayan multiplicado los horribles
sacrilegios y las satánicas misas negras, por culpa de la comunión en la mano?
¿Por qué me igualaste en Asís con los dioses falsos,
invitando a todas las religiones a que rezasen a sus dioses por la paz?, ¿acaso
ignoras que no hay otro Dios fuera de Mí?
¿COMO PUEDO DARTE MI ÚLTIMO APLAUSO?
(La mirada de N.S. Jesucristo se había hecho más profunda
y severa, muy difícil de explicar. Ante aquella mirada terrible, os pusisteis a
temblar y caísteis sin sentido al suelo... mientras me parecía oír de vuestros
labios: "¡malditos aplausos!"
En esto un timbre agudo y repetido me volvió a la
realidad. Miré al despertador con alivio; me había librado de aquella terrible
pesadilla, y pensé en aquellos versos famosos de nuestro Calderón de la Barca:
"¿Qué es la vida? un frenesí;
¿qué es la vida? una ilusión,
una sombra, una ficción,
que el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños sueños son."
Me vestí nervioso, entre conmocionado en una iglesia, y
ante el altar hice esta súplica con toda mi alma: ¡SEÑOR, QUE ESTE SUEÑO NUNCA
JAMÁS SEA REALIDAD!
Después prometí escribiros, Santidad y lo he cumplido.
F.D.O.
(El último de vuestros hijos católicos)
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