Roma mandó preguntarnos si teníamos la intención de proclamar nuestra ruptura con el Vaticano, con motivo del Congreso de Asís.
Nos parece más bien que la cuestión tendría que ser la siguiente: ¿piensan ustedes y tienen la intención de proclamar que el Congreso de Asís consuma la ruptura de las Autoridades Romanas con la Iglesia Católica?
Pues es lo que preocupa a los que todavía permanecen católicos. Claro está, en efecto, que desde el Concilio Vaticano II, el Papa y los Episcopados se alejan cada vez más claramente de sus predecesores.
Todo lo que ha sido puesto en obra en los siglos pasados por la Iglesia para defender la fe, y todo lo que ha sido cumplido por los misioneros para difundirla, hasta el martirio inclusive, es en adelante considerado como una falta de la cual la Iglesia tendría que acusarse y hacerse perdonar. (…)
El colmo de esta ruptura con el magisterio anterior de la Iglesia se ha cumplido en Asís, después de la visita a la sinagoga. El pecado público contra la unicidad de Dios, contra el Verbo Encarnado y su Iglesia hace estremecerse de horror: Juan Pablo II animando a las falsas religiones a rezar a sus falsos dioses: escándalo si medida y sin precedente.
Podríamos repetir aquí nuestra Declaración del 21 de noviembre de 1974, que sigue más actual que nunca.
Por nuestra parte, permaneciendo indefectiblemente vinculados con la Iglesia Católica, nos vemos en la obligación de constatar que esta religión modernista y liberal de la Roma moderna y conciliar que se aleja cada vez más de nosotros, que profesamos la fe Católica de once Papas que han condenado esta falsa religión.
Por tanto la ruptura no viene de nosotros, sino de Pablo VI y Juan Pablo II, que rompen son sus predecesores.
Esta negación de todo el pasado de la Iglesia por estos dos Papas y los obispos que les imitan es una impiedad inconcebible y una humillación insostenible para los que permanecemos católicos en la fidelidad a veinte siglos de profesión de la misma fe.
Consideramos, pues, como nulo todo lo que ha sido inspirado por este espíritu de negación: todas las reformas potsconciliares y todos los actos de Roma que son cumplidos en esta impiedad.
Contamos con la gracia de Dios y el sufragio de la Virgen fiel, de todos los mártires, de todos los Papas hasta el Concilio, de todos los Santos y Santas fundadores y fundadoras de Ordenes Contemplativas y Misioneras, para ayudarnos en la renovación de la Iglesia por la fidelidad integral a la Tradición.
Buenos Aires, 2 de diciembre de 1986
Nos parece más bien que la cuestión tendría que ser la siguiente: ¿piensan ustedes y tienen la intención de proclamar que el Congreso de Asís consuma la ruptura de las Autoridades Romanas con la Iglesia Católica?
Pues es lo que preocupa a los que todavía permanecen católicos. Claro está, en efecto, que desde el Concilio Vaticano II, el Papa y los Episcopados se alejan cada vez más claramente de sus predecesores.
Todo lo que ha sido puesto en obra en los siglos pasados por la Iglesia para defender la fe, y todo lo que ha sido cumplido por los misioneros para difundirla, hasta el martirio inclusive, es en adelante considerado como una falta de la cual la Iglesia tendría que acusarse y hacerse perdonar. (…)
El colmo de esta ruptura con el magisterio anterior de la Iglesia se ha cumplido en Asís, después de la visita a la sinagoga. El pecado público contra la unicidad de Dios, contra el Verbo Encarnado y su Iglesia hace estremecerse de horror: Juan Pablo II animando a las falsas religiones a rezar a sus falsos dioses: escándalo si medida y sin precedente.
Podríamos repetir aquí nuestra Declaración del 21 de noviembre de 1974, que sigue más actual que nunca.
Por nuestra parte, permaneciendo indefectiblemente vinculados con la Iglesia Católica, nos vemos en la obligación de constatar que esta religión modernista y liberal de la Roma moderna y conciliar que se aleja cada vez más de nosotros, que profesamos la fe Católica de once Papas que han condenado esta falsa religión.
Por tanto la ruptura no viene de nosotros, sino de Pablo VI y Juan Pablo II, que rompen son sus predecesores.
Esta negación de todo el pasado de la Iglesia por estos dos Papas y los obispos que les imitan es una impiedad inconcebible y una humillación insostenible para los que permanecemos católicos en la fidelidad a veinte siglos de profesión de la misma fe.
Consideramos, pues, como nulo todo lo que ha sido inspirado por este espíritu de negación: todas las reformas potsconciliares y todos los actos de Roma que son cumplidos en esta impiedad.
Contamos con la gracia de Dios y el sufragio de la Virgen fiel, de todos los mártires, de todos los Papas hasta el Concilio, de todos los Santos y Santas fundadores y fundadoras de Ordenes Contemplativas y Misioneras, para ayudarnos en la renovación de la Iglesia por la fidelidad integral a la Tradición.
Buenos Aires, 2 de diciembre de 1986
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