Señor, enséñame a perdonar con generosidad y otórgame lárgamente tu perdón |
“¿Quién hay, Señor, que no sea deudor tuyo? ¿Quién que no
tenga por deudor a algún hermano? Por eso en tu justicia has establecido que tu
regla de conducta para conmigo, tu deudor, sea la que yo siga con quien es
deudor mío. Por lo tanto, pues que también yo he pecado, ¡y cuánto!, tengo que
ser indulgente con quien me pide perdón. Llegará, en efecto, el momento de la
oración y entonces habré de decirte: “Perdóname, Señor, mis deudas”. Y ¡cómo!
Yo pongo la condición, yo mismo fijo la ley: “Perdona como yo perdono”.
“Dos breves sentencias, Señor, has hecho registrar en el
Evangelio: “Perdona y se os perdonará, dad y se os dará”. Esta es mi oración:
yo te pido perdón de mi pecado, y Tú quieres que haya alguno a quien yo
perdone”
“Así como el mendigo me pide a mi limosna, yo soy, Señor,
tu pordiosero, que estoy a la puerta del padre de familia, o mejor, me postro
ante ella, suplicando con gemidos, por al ansia de recibir algo, y este algo
eres Tú. El pobre me pide a mí pan, y yo ¿qué cosa te pido sino a Ti mismo que
has dicho: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo?”
“Para obtener perdón, perdonaré; condono a los otros, y
se me condonará; pues quiero recibir, daré y me será dado”.
“¿Es tal vez para mí cosa ardua perdonar a quien me
ofende? Recurriré a la oración. En vez de rechazar injuria con injuria, oraré
pro el injuriador. Si me vienen ganas de responderle desabridamente, te hablaré
a Ti, Señor, a favor suyo. Y luego recordaré que Tú prometes la vida eterna,
pero mandas perdonar al hermano. Es como si me dijeses: “Tú que eres hombre,
perdona a otro hombre, para que yo que soy Dios, pueda venir a ti”
San Agustín
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