Enséñame, Señor, a cumplir todas mis obligaciones en obsequio de tu soberana Majestad |
No hay oposición entre los derechos del poder
político y los derechos de Dios, ya que “no
habría ningún poder si no fuese dado de lo alto” (Jn. 19, 21): la autoridad
política legítimamente constituida viene de Dios y ha de ser respetada como
reflejo de la autoridad divina. Justamente por eso todo cristiano está obligado
a cumplir todos los deberes de buen ciudadano y por lo tanto a obedecer a la autoridad
política, salvo si ésta mandase cosas contrarias a la ley de Dios, porque en
tal caso no representaría ya la autoridad divina, y entonces, como dice San
Pedro, “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Act. 5, 29).
Diciendo que se dé al Cesar lo que es del Cesar, nos enseña Jesús a dar al Estado todo cuanto es de su competencia, o sea, todo lo
que concierne al orden y bien público temporal. Pero Jesús no se detiene aquí,
y añade: “dad a Dios lo que es de Dios”. Si el dinero que lleva la efigie del
Cesar, debe ser restituido al Cesar, mucho más nuestra alma, que lleva en sí la
imagen de Dios, debe ser restituida a Dios. Decir que debemos dar a Dios el
alma, es decir que se lo debemos todo, porque todo efectivamente lo hemos
recibido de Él. En este sentido cumplir nuestros deberes para con el prójimo,
para con los iguales o inferiores, para con los superiores eclesiásticos o
civiles, es cumplir nuestros deberes para con Dios, es restituirle cuanto nos
ha dado, sometiendo nuestra libertad a su ley y poniendo nuestra voluntad al
servicio de la suya.
Del libro "Intimidad Divina", del Padre Gabriel
de Santa María Magdalena O.C.D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario