¡Oh Jesús, Príncipe de los siglos, Rey de las gentes! Sé
Tú el único Rey de mi mente y de mi corazón
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Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el
que tenéis. Cuando en el Credo se dice: Vuestro reino no tiene fin, casi
siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en
fin, vuestro reino durará para siempre.
¡Oh Rey Divino, amabilísimo Jesús, Redentor mío, Salvador
mío, Esposo mío, Maestro y Modelo mío! Yo te renuevo hoy la total consagración
de mi ser, suplicándote que tomes posesión absoluta de mí misma. Sé Tú mi
soberano, mi dominador, mi guía, dirígeme y gobiérname enteramente, de manera
que todo torne a tu mayor gloria. Sé Tú el soberano de mi memoria, de mi
entendimiento, de mi querer y de mi sensibilidad que quiero someter enteramente
a Ti, invitándote a reinar en mí.
Hermana Carmela del
Espíritu Santo O.C.D.
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