El Señor está para venir... Me pongo en su presencia, para salir a su encuentro con todo el ardor de mi voluntad |
¡Oh Dios mío, Verbo del Padre, que te haces carne por
nuestro amor y tomas un cuerpo mortal para poder sufrir e inmolarte por
nosotros! Yo quisiera prepararme a tu venida con los ardientes deseos de los
profetas y de los justos que en Antiguo
Testamento suspiraron por Ti, único Salvador y Redentor.
“Envía, oh Señor, al que has de enviar… Ven y líbranos, según tu promesa” Yo quisiera celebrar en mi alma un continuo Adviento, fomentando en ella una aspiración continua, una incesante expectación de este gran Misterio en que el Verbo se encarna, para descubrirnos los abismos de tu misericordia redentora y santificadora.
¡Oh Señor, no permitas que en mí se frustre aquel infinito amor que te llevó a encarnarte por mi salvación! Mi pobre alma tiene mucha necesidad de Ti y a Ti suspira como a médico piadosísimo, el único que puede curar sus heridas y levantarla del enervamiento y de la tibieza en que yace, infundiéndole nuevo vigor, nuevos arrestos y nueva vida. Ven, Señor, que yo quiero disponerme a la acción de tu gracia con un corazón humilde y dócil, dispuesto a dejarme curar, purificar y moldear por Ti. Si, con tu ayuda quiero llevar a cabo cualquier sacrificio, quiero renunciar a todo aquello que pueda retardar en mí tu obra redentora.
Despliega, oh Señor, tu poder y ven... ven y no tardes ya más…
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