¡Perdona, Jesús mío, mis muchos pecados y faltas, que así te dejaron! |
Debes, hija mía, cobrar un grande… infinito, y sempiterno
horror al pecado, porque es la única cosa que puede hacerte eternamente infeliz…
y como yo me intereso por tu eterna felicidad, como madre que te amo con tiernísimo
amor, quiero que ponderes detenidamente los tormentos que Dios ha ordenado para
castigarlos, para que llores tus pecados y nunca más vuelvas a cometer ni uno
solo.
Reflexiona por ello qué cosa es el infierno… y verás que es lugar de tormentos,
que el odio que un Dios infinitamente Santo y poderoso tiene al pecado ha
criado para su castigo… imagina toda clase de tormentos… los mayores y más
inauditos, de hambre, peste, fuego; enfermedades, dolores, rabia, muerte… todos
están en este lugar castigando los pecados… y no un día, sino eternamente… para
siempre, siempre, siempre… ¡Dios mío! ¿Y vos sois Dios misericordioso y justo,
y así castigáis los pecados?... ¡Oh, que debe ser un mal, sobre todo mal el
pecado!... Yo, pues, lo detesto con todo mi corazón… Húndase el mundo antes que
cometer un solo pecado.
Santa Teresa de Jesús
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