Filios
enutrivi et exaltavi; ipsi autem spreverunt me (Is., 1, 4)
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Es grandísima limosna rogar por los que están en pecado
mortal; muy mayor que si viésemos a un cristiano atadas las manos con una
fuerte cadena, y él amarrado a un poste, muriéndose de hambre, y no por falta
de que coma, que tiene ante si muy exquisitos manjares, sino que no los puede
tomar para llegarlos a la boca, y aun está con grande hastío, y ve que ya va a
espirar, y no muerte como acá, sino eterna. ¿No sería crueldad, hija mía,
estarle mirando y no llegarle a la boca lo que comiese? ¿Pues qué si por tu
oración le quitasen las cadenas? Ya lo ves, hija mía: por amor de Dios te pido
que siempre tengas acuerdo en tus oraciones de almas semejantes… Y si fuese la
tuya, por desgracia, hija mía, ¡oh, ten compasión de ella! Arrepiéntete… haz
una buena confesión… y torna a recobrar la hermosura y gracia de tu alma, y
serás feliz.
Santa Teresa de Jesús
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