Cor Iesu, Majestátis infinítae, ¡miserére nobis!
¡Oh dulcísimo Jesús mío! Por las ardientes llamas que inflaman vuestro amabilísimo Corazón, os pido que encendáis en el mío aquel santo y dichoso fuego que vinisteis a encender en la tierra. Disipad y destruid los efectos que le impiden consagrarse enteramente a Vos. Si hasta aquí os he menospreciado, ya sólo quiero vivir para amaros. Vos sois la hermosura infinita; en Vos están todas las perfecciones; sois infinitamente amable. Os amo, Jesús mío, de todo corazón, y sólo a Vos quiero amar. No desechéis mi amor. Haced brillar vuestra gloria manifestando a los Santos y Ángeles un corazón, que hasta ahora os había sido ingrato, inflamado ya en vuestro dulcísimo amor en esta vida, y deseoso de amaros, bendeciros y adoraros con vuestra divina Madre en la patria celestial por todos los siglos de los siglos. Amén
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