Llegó el día señalado, en que cumplía nuestra Princesa María
los catorce años, de su edad, y en él se juntaron los varones descendientes de la
tribu de Judá y linaje de David, de quien descendía la Soberana Señora, que a
la sazón estaba en la ciudad de Jerusalén. Entre los demás fue llamado José, natural
de Nazaret y morador de la misma Ciudad Santa; porque era uno de los del linaje
real de David. Era entonces de edad de treinta y tres años, de persona bien dispuesta
y agradable rostro, pero de incomparable modestia y gravedad; y sobre todo era castísimo
de obras y pensamientos, con inclinaciones santísimas, y que desde doce años de
edad tenía hecho voto de castidad. Era deudo de la Virgen María en tercer grado,
y de vida purísima, santa e irreprensible en los ojos de Dios y de los hombres.
Congregados todos estos varones libres en el templo, hicieron
oración al Señor junto con los Sacerdotes, para que todos fuesen gobernados por
su Divino Espíritu en lo que debían hacer. El Altísimo habló al corazón del Sumo
Sacerdote, inspirándole que a cada uno de los jóvenes allí congregados pusiese una
vara seca en las manos, y todos pidiesen con viva fe a Su Majestad declarase por
aquel medio a quién había elegido por esposo de María. Y como el buen, olor de su
virtud y honestidad, y la fama de su hermosura, hacienda y calidad y ser primogénita
y sola en su casa era manifiesto a todos, cada cual codiciaba la dichosa suerte
de merecerla por esposa. Sólo el humilde y rectísimo José entre los congregados
se reputaba por indigno de tanto bien; y acordándose del voto
de castidad que tenía
hecho, y proponiendo
de nuevo, su
perpetua observancia, se resignó en la Divina
Voluntad, dejándose a lo que de él quisiera disponer, pero con mayor veneración
y aprecio que otro alguno de la honesta doncella María. Estando todos los congregados
en esta oración, se vio florecer la vara sola que tenía José, y al mismo tiempo
bajar de arriba una paloma candidísima, llena de admirable resplandor, que se puso
sobre la cabeza del mismo Santo.
Con la declaración y señal del cielo los sacerdotes dieron
a San José por esposo elegido del mismo Dios para la doncella María. Y llamándola
para el desposorio, salió la escogida como el sol más hermosa que la luna y apareció
en presencia de todos con un semblante más que de ángel, de incomparable hermosura,
honestidad y gracia, y los Sacerdotes la desposaron con el más, Casto y Santo de
los varones, José.
Sor María de Jesús Ágreda
ORACIÓN
¡Oh glorioso
Patriarca! Yo venero en Vos al elegido de eterno Padre para que compartiese con
Él la altísima e incomparable autoridad que goza sobre su Unigénito Hijo.
Hacedme experimentar vuestra gran privanza con Dios, y vuestra tierna caridad
para conmigo, alcanzándome todas las gracias que necesito para conseguir la
eterna salvación.
San Alfonso María de Ligorio
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