OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

lunes, 26 de abril de 2010

BLAS PIÑAR EXPONE EN TVE SUS MOTIVOS PARA EL RECHAZO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1978


Para oír el audio pinchar en la imagen

JOSEPH GOEBBELS YA UTILIZÓ LA PEDERASTIA EN SUS CAMPAÑAS ANTICATÓLICAS DEL TERCER REICH


En 1937 el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbles, organizó una detallada campaña para desacreditar a la Iglesia católica en respuesta a la encíclica «Mit brennender Sorge» de Pío XI, escrita en 1937. El jefe de contraespionaje militar alemán, Whilelm Canaris, hizo llegar los documentos del plan a Pío XII. Un caso típico de lo que los sociólogos llaman «pánico moral».

«Hay casos de abusos sexuales que salen a la luz cada día contra un gran número de miembros del clero católico. Por desgracia ya no se puede hablar de casos individuales, sino de una crisis moral colectiva que quizá la historia cultural de la humanidad no ha conocido jamás en una dimensión tan aterradora y desconcertante. Numerosos sacerdotes y religiosos son reos confesos. No hay duda de que los miles de casos conocidos por la justicia representan sólo una pequeña fracción del número total y auténtico, desde el momento en que muchos abusadores han sido ocultados por la propia jerarquía».

¿Un editorial de un gran periódico laicista del 2010? No. Es un discurso del 28 de mayo de 1937 de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich. Este discurso, de gran resonancia internacional, se sitúa en el cúlmen de la campaña lanzada por el régimen nazi para desacreditar a la Iglesia católica, implicándola en un escándalo de curas pedófilos. 276 religiosos y 49 sacerdotes fueron arrestados en 1937. Los arrestos se sucedieron en todas las diócesis alemanas, para poder tener escándalos siempre a mano en la primera página de los diarios.

En respuesta a la condena del nazismo

El 10 de marzo de 1937, con la encíclica Mit brennender Sorge («Mis venerables hermanos», en alemán) del Papa Pío XI, condena la ideología nazi. Al final de ese mismo mes, el Ministerio de la Propaganda, guiado por Goebbels, lanza la campaña contra los abusos sexuales de sacerdotes. La programación y la gestión de esta campaña salió a la luz gracias a unos documentos cuya historia está a la altura de las mejores novelas de espionaje.

En 1937 el jefe del servicio de contraespionaje militar alemán es el almirante Wilhelm Canaris (1887-1945). Se convirtió poco a poco en antinazi y fue madurando en unas convicciones que lo llevaron a organizar el fallido atentado contra Hitler de 1944, por el cual sería colgado en 1945. Canaris desaprobaba las maniobras de Goebbels contra la Iglesia y encargó al abogado católico Josef Müller (1878-1979) llevar a Roma una serie de documentos secretísimos sobre el tema. Según diferentes testimonios, Müller -antes de ser arrestado e internado en el campo de exterminio de Dachau, al cual sobrevivirá convirtiéndose en la posguerra ministro de Justicia de Baviera- lleva los documentos secretos a Pío XII (1876-1958) que pide a la Compañía de Jesús que los estudie.


700 páginas denunciando el complot

Con la aprobación de la Secretaría de Estado, las investigaciones sobre el complot nazi contra la Iglesia fueron confiados al jesuita alemán Walter Mariaux (1894-1963) que después de haber animado en Alemania la organización antinazi Pauluskreis fue prudentemente enviado como misionero a Brasil y Argentina. Como dirigente de la Congregación Mariana ejerce toda su influencia en toda una generación de laicos católicos, entre los cuales estaría el pensador católico brasileño Plinio Correia de Oliveira, que frecuenta su grupo en San Pablo. Mariaux publica en 1940 en Londres en inglés y en Buenos Aries en español, con el seudónimo «Testis Fidelis», dos volúmenes sobre la persecución anticatólica en el Tercer Reich: más de 700 páginas de documentos comentados, que suscitaron una gran emoción en todo el mundo.


Pánico moral

La expresión «pánico moral» ha sido acuñada por parte de sociólogos en los años 70 para identificar una alarma social creada amplificando hechos reales y exagerando su numero a través de estadísticas folclóricas, «descubriendo» y presentando como «nuevos» unos hechos ya conocidos y pasados. En la base hay sucesos reales, pero es el número el que ha sido distorsionado. Aún sin saber nada de sociología moderna, Goebbels respondió a la encíclica Mit Brenndender Sorge con una operación de manual de creación de un pánico moral.


Como siempre ocurre con los pánicos morales, los hechos no son totalmente inventados. Antes de la encíclica, se dieron en Alemania algunos casos de abusos a menores. El propio Mariaux considera culpables a un religioso, un profesor laico, un jardinero y un bedel condenados en 1936, relevando en cambio la sanción del Ministerio de Instrucción Pública de Baviera -la desautorización para gestionar institutos escolares a cuatro órdenes religiosas- es totalmente desproporcionada y se une a la volntad del régimen de descabezar las escuelas católicas. También en el caso de algunos franciscanos de Waldbreitbach, en Renania, Mariaux sigue abierto a la hipótesis de una culpabilidad de los acusados, aunque historiadores posteriores no excluyen un montaje nazi.

Los casos -pocos, aunque reales- habían determinado una firme reacción en el episcopado. El 2 de junio de 1936, el obispo de Münster, el beato Clemens August Von Galen, alma de la resistencia católica del nazismo, beatificado en 2005 por Benedicto XVI- hace leer en las mismas dominicales una declaración en la que expresa «el dolor y la tristeza» por los «abominables delitos» que «cubren de ignominia nuestra Santa Madre Iglesia». En Agosto del 36, después de los hechos de Waldbreitbach, el episcopado alemán publica una carta pastoral colectiva en la cual «condena severamente» a los responsables y subraya la colaboración de la Iglesia con los tribunales de Estado. A finales de 1936 las severas medidas tomadas -frente a los poquísimos casos, algunos de los cuales son dudosos.- los obispos alemanes parecen haber resuelto los problemas reales. Sumisamente, los obispos destacan que entre los maestros de las Escuelas de Estado y de la propia organización juvenil del régimen, la Hitlerjugend, los casos de condenas por abusos sexuales son mucho más numerosos que en el clero católico.


Instrucciones detalladas de Goebbles


Es la encíclica contra el nazismo de Pío XI la que determina la gran campaña de 1937. Mariaux lo prueba publicando unas instrucciones detalladísimas enviadas por Goebbels pocos días después de la publicación de la Mit brennender a la Gestapo, la policía política del Tercer Reich y sobre todo a los periodistas, invitados a «reabrir» los casos juzgados en el 36 y también episodios más antiguos, reproponiéndolos constantemente a la opinión pública. A la Gestapo, Goebbels le manda encontrar testimonios que acusen a un cierto número de sacerdotes, amenazándolos con arresto inmediato si no colaboran, aún cuando se trate de niños. La frase proverbial «hay un juez en Berlín» y que en la tradición alemana indica una confianza en la independencia de la magistratura de los poderosos de turno, vale, también -dentro de unos límites- con el Terce Reich. De los 325 sacerdotes y religiosas arrestados tras la encíclica, sólo 21 fueron condenados.

Y con testimonios claros de que entre estos había varios inocentes calumniados. Casi todos terminaron en los campos de exterminio. El intento de descalificar a la Iglesia católica a escala internacional a través de acusaciones de inmoralidad y pedofilia a los sacerdotes, no saldrá adelante. Gracias a la valentía de Canaris y de sus amigos y a la persistencia del jesuita detective Mariaux, la verdad salió a la luz ya durante la guerra. La perfidia de la campaña de Goebbels suscitará más indignación que la culpabilidad de algunos religiosos. El padre de todos los pánicos morales en materia de sacerdotes pedófilos, le explotará en las manos a los propios propagandistas del nazismo que habían intentado organizarlo.


Fuente "Apostolado Eucarístico"

jueves, 15 de abril de 2010

EL SANTO CURA DE ARS


"Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la Misericordia Divina"

"Si desapareciese el Sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el Sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la prepara para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir (a causa del pecado), ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote... ¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!... Él mismo sólo lo entenderá en el cielo"

"Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor... Sin el sacerdote, la muerte y la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra... ¿De qué nos servirá una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes... Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote a adorarán a las bestias... El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros"

"El sacerdocio es el Amor del Corazón de Jesús"

"¡Oh que grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría... Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestros Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia..."

jueves, 8 de abril de 2010

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN


En la imagen vemos a Joan Enric Reverté, más conocido como el “padre jony”. Este mamarracho, porque no tiene otro calificativo, celebra en la Catedral de Tortosa, sus “misas rockeras”, con el beneplácito del “obispo” Xavier Salinas, que tiene que ser otro mamarracho como el primero, y con la correspondiente profanación del Sagrado Templo que no fue construido para esos menesteres, sino para dar culto a Dios con el verdadero Sacrificio de la Misa.

Y me pregunto yo, ¿cuándo van a tomar medidas las autoridades eclesiásticas contra semejante aberración y tan perversos y oscuros personajes? Pues nunca porque resulta que estos dos individuos están en perfecta “comunión” con las directrices de la Iglesia Católica actual.


Sin embargo en la siguiente imagen los seis Obispos que aparecen (Monseñores, Lefebvre y De Castro Mayer y los cuatro Obispos consagrados el 30 de junio de 1988) son unos cismáticos y unos rebeldes por seguir haciendo lo que nuestra Santa Madre la Iglesia hizo siempre, ser fiel a los mandatos de Nuestro Señor Jesucristo, al Depósito de la Fe y velar por la salvación de las almas.





¡¡¡QUE DIOS NOS AMPARE!!!


(Si tienen valor y coraje, pinchando en la imagen del "padre jony", se puede ver el video de la "misa rockera", le aviso que las imágenes pueden herir la sensibilidad)

martes, 6 de abril de 2010

¡¡¡VIVA LA SANTA TRADICIÓN!!!

DISCURSO A LOS JÓVENES IX - LA AVARICIA (SAN BASILIO)


LOS TORMENTOS DEL AVARO

Mientras los graneros insuficientes se rompían por la abundancia de trigo almacenado, su ávido corazón no se llenaba jamás.

Añadiendo siempre nuevas substancias a las viejas y aumentando la abundancia mediante las rentas de cada año, se halló en una enmarañada situación de la cual no sabía cómo salir. No quería despojarse de lo viejo por avaricia; no podía cosechar lo nuevo por la abundancia: y así se trastornaba su cabeza, y se preocupaba sin dar con ninguna solución.

¿Qué hacer?, se preguntaba.
¿Quién no sentirá compasión de un hombre sitiado de esta manera? ¡Lleno de miedo por su prosperidad!... ¡Es digno de lástima por los bienes que tiene y más aún por los que espera!
-¿Y si los campos no le dieran renta?
-Entonces no acabaría con los lamentos.
-¿Tal vez, con una abundante cosecha tendría paz?
-¡Nada; más preocupaciones todavía; pena crueles, ansiedades!

Se queja peor que cualquier pobre. Claro que no gime de la misma manera. Porque quien se encuentra en la indigencia, exclama: "¿Qué hacer? ¿Qué comer? ¿Cómo vestirme?"
El rico no se expresa así en voz alta. Peor tiene el corazón en zozobra; el afán lo roe, pues, lo que hace a otro feliz, al avaro lo consume de pena. Su casa está repleta de todo; pero él no goza de nada. Al contrario, la riqueza que fluye a él de todas partes, que desborda en sus graneros, le atormentaba el alma miedo de que, saltando algo afuera, lo aprovechen los indigentes.

EL RICO ES TAN SOLO ADMINISTRADOR DE LOS BIENES DE DIOS

La pasión de tal hombre, parece semejante a la de los glotones, que prefieren reventar por su voracidad antes que dar a los indigentes lo que les debiera sobrar.

Reconoce, ¡oh hombre! al Dador de todo bien. Acuérdate de ti mismo: los bienes que administras, ¿de quién los recibiste? ¿por qué fuiste preferido a tantísimos?

Eres servidor de un Dios bueno; administrador tan sólo de los que, como tú, son sus siervos. No pienses que todo sea destinado a tu voluntad. Considera que todo cuanto ahora tienes en tus manos, es como si fuera de otros; por poco tiempo te podrás dar gusto, pero luego todo fluirá y desaparecerá y tendrás que rendir estricta cuenta de todo.

Y, no obstante, tienes toda esa riqueza cerrada con puertas y cerrojos; todo atada y sellado; y todavía la ansiedad te roba el sueño; y tú, consejero necio de ti mismo, vas cavilando: "¿Qué hacer?"; cuando sería el momento de decir: "Colmaré al hambriento; abriré las puertas de mis graneros; llamaré a todos los indigentes; imitaré a José en su benéfico llamado. Gritaré magnánimamente: ¡Vosotros que necesitáis pan, venid conmigo; cada cual tome lo que necesita del don que Dios le otorga, como de un manantial que es de todos!"

Pero tú no obras así. Por envidia, no quieres que los hombres gocen de estos bienes; y madurando en tu alma malos proyectos, vas pensando, no cómo hacer partícipes de los tuyo a los demás según sus necesidades, sino, al contrario, cómo acaparar todavía más e impedir que los otros puedan valerse.

Cerca de su puerta estaban aquellos que le pedían algo para salvar sus vidas, mientras él con la suya discutía de comidas; empero, en aquella misma noche, mientras él fantaseaba pensando en gozar por largos años, se le sacaría la vida.

Le fue permitido tomar cómodamente sus resoluciones y manifestar su pensamiento para que luego recibiese el veredicto que su proceder merecía.

lunes, 5 de abril de 2010

CÍRCULO CULTURAL "ANTONIO MOLLE LAZO"


CÍRCULO CULTURAL "ANTONIO MOLLE LAZO"

Sábado 10 de Abril de 2010

XLVII Reunión de Amigos de la Ciudad Católica
Catolicismo y Liberalismo, hoy.

Información e inscripciones

Fundación Speiro


C/ José Abascal (ant. General Sanjurjo, 38 - Bajo Izquierda 28003 Madrid


Tfno. 914473231

sábado, 3 de abril de 2010

¡¡¡SURRÉXIT CHRISTUS, ALLELÚIA!!!


Haec dies, quam fecit Dóminus: exsultémus, et laetémur in ea. Confitémini Dómino, quóniam bonus: quóniam in saéculum misericórdia ejus.

¡¡¡ALLELÚIA, ALLELÚIA!!!


Éste es el día que ha hecho el Señor: regocigémonos y alegrémonos en Él. Alabad al Señor, porque es bueno, porque su misericordia permanece por los siglos.

¡¡¡ALELLUYA, ALLELUYA!!!

NUESTROS MÁRTIRES


Juan Duarte Martín
+ 15 de noviembre de 1936.
Fue beatificado, el 28 de octubre de 2007, junto a otros 498 mártires españoles.

Juan Duarte nació en Yunquera el 17 de marzo de 1912. Sus padres fueron Juan Duarte Doña y Dolores Martín de la Torre. De este matrimonio nacieron diez hijos, de los que sobrevivieron seis, Juan era el cuarto de ellos.

Su padre era un labrador autónomo, con bienes suficientes para no tener que trabajar por cuenta ajena, aunque no para llevar una vida desahogada; hombre de campo de recia piedad; miembro veterano de la Adoración Nocturna, como recuerda la insignia expuesta en el chinero de su casa, que mantuvo una relación muy estrecha con su hijo Juan, desde que era pequeño, y aún más cuando le comunicó su deseo de ingresar en el Seminario. Era, sin duda, su hijo preferido, lo cual nunca despertó celos en sus hermanos, pues ellos también le tenían como el mejor de todos.

Fue bautizado en la parroquia de la Encarnación de Yunquera, donde recibió también la Confirmación. De la recepción de estos sacramentos no hay partidas, porque el archivo parroquial fue totalmente destrozado en el año 1936 y las hojas de sus libros sirvieron para envolver los productos que se adquirían en la iglesia, convertida entonces en economato.

Ingresó en el Seminario en el curso 1925-1926, a la edad de trece años. A decir verdad, fue una decisión que a nadie sorprendió, pues desde muy pequeño ya mostró su cercanía y su inclinación hacia la Iglesia. Y se sentía tan firme en su vocación que cuando, ante los insuficientes medios económicos de la familia, el padre le planteó cómo podrían pagar sus estudios, él sin vacilar respondió: "No se preocupe, el Señor le va a ayudar".

En el Seminario Juan se sintió perfectamente, pues más que un internado se encontró una verdadera familia, con un auténtico padre –el rector– y un excelente director espiritual, el P. Soto.

Juan quería mucho al Seminario, como permanentemente pudieron constatar sus padres y sus hermanos. Cuando estaba en el pueblo pasando las vacaciones de verano, contaba los días que faltaban para el regreso. Y en una ocasión muy señalada, cuando, después de la quema de iglesias y de conventos en Málaga en mayo del 1931, se planteó la necesidad de regresar al Seminario y su padre le pidió que aplazara su vuelta hasta que la situación política se normalizase, Juan Duarte fue de los valientes que volvieron al Seminario, dispuestos a emprender aquella nueva etapa, huérfanos de su Obispo tan querido, D. Manuel González, y con muy escasos recursos económicos, pero con unos superiores que vivían ya el ideal expresado en aquellos días por el propio D. Manuel: "Espíritu Santo, concédenos el gozo de servir a la Madre Iglesia de balde y con todo lo nuestro".

Durante los años de Seminario, Juan era, como decía el Padre Soto, "un seminarista ejemplar". Inteligente y estudioso, fue aprobando siempre con las máximas calificaciones. Reconociendo su capacidad, en los últimos cursos se le encomendó la tarea de prefecto de los seminaristas menores, educador de ellos. Era alegre y sencillo, de lo cual tuvieron constancia los niños del catecismo de la parroquia de la Victoria y los de Yunquera. De él y de otros dos seminaristas, José Merino y Miguel Díaz, también de Yunquera, se decía que en sus vacaciones traían la alegría al pueblo. Era muy notable su profunda vocación apostólica. Contaba a este respecto su hermana que Merino le dijo un día: "Cuando sea sacerdote, quiere irse a las misiones".

El 1 de julio de 1935 recibió el Subdiaconado; de la noche anterior tenemos una plegaria a la que él alude en una emotiva carta al Obispo Don Manuel González: "¡Con qué ganas me pongo en brazos de la Iglesia y con qué ganas le pido al Señor que me quite la vida si no he de servirla con la alegría que inunda mi alma el día que a ella me entrego!".

Al año siguiente fue ordenado Diácono en la Catedral de Málaga, el 6 de marzo de 1936.

Cualidades sobresalientes de Duarte eran su arrojo y valentía, pese a ciertas apariencias de timidez. Prueba de ello es la respuesta que dio a uno de los principales dirigentes políticos y revolucionarios de su pueblo, cuando, estando en su casa, preguntó a su hermana Dolores y a su novio por qué si llevaban 11 años de noviazgo no se casaban o se juntaban, y él, adelantándose a ellos, respondió: "Se casarán cuando las cosas cambien a mejor". Así mismo se hizo patente este arrojo cuando, en plena vorágine revolucionaria, un día pasó junto a la puerta de su casa uno blasfemando y él quiso salir para abofetearle, o en su empeño de salir por las calles con sotana hasta el último momento, o de negarse a esconderse en el zulo que le había preparado su padre, como le pedían con lágrimas en los ojos su madre y sus hermanas.

Duarte, sin embargo, dudaba de su capacidad para afrontar el martirio "si llega el momento", como le confesó un día a su amigo Merino.

A este arrojo y valentía de Duarte bien pueden llamársele "parresía", esto es, libertad recibida del Espíritu para decir y hacer lo que él quiere. Su familia y los que le trataron de cerca en aquellos meses saben que una respuesta que frecuentemente salía de sus labios cuando alguien le advertía que la situación empeoraba era: "¡El Señor triunfará, el Señor triunfará!

Quizás ese arrojo o "parresía" fuese la razón última de por qué no fue martirizado en El Burgo como sus dos compañeros José Merino Toledo y Miguel Díaz Jiménez, y se lo llevaran a Álora para matarle en este pueblo, después de una semana de torturas y humillaciones.

Su detención ocurrió el 7 de noviembre, por la delación de alguien que, tras un registro fallido llevado a cabo en su casa, le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro después de varias horas, sin luz ni ventilación, en una pequeña pocilga que le había servido de escondite.

Cuando los milicianos pegaron en la puerta, sólo se encontraban en casa su madre y él, pues de sus hermanas dos habían ido al campo para lavar la ropa y la otra, la más pequeña, Carmen, se encontraba aprendiendo a bordar para confeccionarle la cinta con la que sus padres atarían las manos de Juan en su ordenación sacerdotal.

De su casa le llevaron al calabozo municipal, y de allí, con los otros dos seminaristas, José Merino y Miguel Díaz, sobre las cuatro de la tarde, lo trasladaron a El Burgo, donde quedaron sus dos compañeros, martirizados en la noche del 7 al 8, mientras Juan fue llevado, por la carretera de Ardales, hasta Álora.

Los motivos para no asesinar a Juan en El Burgo, como hicieron con los otros, y llevarlo a Álora no son suficientemente conocidos, pero parece ser fruto de un acuerdo del Comité Local de Yunquera con algún dirigente revolucionario de Álora.

En Álora, fue llevado primeramente a una posada y, después, a la Garipola o calabozo municipal, en el que durante varios días fue sometido a torturas sin cuento, con las que pretendían forzarle a blasfemar. Pero él siempre respondía: "¡Viva el Corazón de Jesús!" o "¡Viva Cristo Rey!".

Las torturas y humillaciones a las que fue sometido en la Garipola fueron muy variadas: desde palizas diarias, introducción de cañas bajo las uñas, aplicación de corriente eléctrica en su genitales, (en una ocasión llegó a avisar que el cable se habría debido desconectar de la batería, porque no sentía la corriente) hasta paseos por las calles entre burlas y bofetadas con el mismo objetivo. De cómo se desarrollaban estos paseos hay testimonios de varios familiares y amigos, ya difuntos.

La buena gente de Álora vivió la pasión de Juan Duarte como la de un hijo o hermano muy querido. Fueron muchos los que deseaban que aquel sufrimiento, aquella insoportable muerte lenta acabase de una vez. Algún bienintencionado llegó a hablar con él para convencerle y que cediera en su actitud.

De la Garipola lo llevaron a la cárcel, que entonces se encontraba en la Plaza Baja, hoy Plaza de la Iglesia. Allí se inició el sádico proceso de mortificación, psíquico y físico, que habría de llevarle al fin hasta la muerte.

Empezó este proceso introduciendo en su celda a una muchacha de 16 años, con la misión expresa de seducirle y aparentar luego que la había violado. Como este atropello no dio el resultado apetecido, uno de los milicianos, con la colaboración de otros, se acercó a la cárcel y con una navaja de afeitar le castró y entregó sus testículos a la tal muchacha, que los paseó por el pueblo.

Realizada esta salvaje acción, cuando Juan Duarte recuperó el conocimiento, sólo preguntaba a los demás presos que estaban en la misma celda: "Pero, ¿qué me han hecho, qué me han hecho?".

Como la indignación de mucha gente de Álora aumentaba por días y la actitud de Juan Duarte se hacía más provocadora –pues con serenidad preguntaba a sus verdugos si no se daban cuenta de que lo que le hacían a él se lo estaban haciendo al Señor–, los dirigentes del Comité decidieron acabar con él proporcionándole una muerte horrenda.

Esta muerte se llevó a cabo en la noche del día 15 de noviembre. Lo bajaron al Arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación de Álora, y allí a unos diez metros del puente de la carretera, lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal de abajo a arriba, le llenaron de gasolina el vientre y el estómago y luego le prendieron fuego.

Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: "Yo os perdono y pido que Dios os perdone... ¡Viva Cristo Rey!".

Las últimas palabras que salieron de su boca con los ojos bien abiertos y mirando al cielo fueron: "¡Ya lo estoy viendo... ya lo estoy viendo!".

Los mismos que intervinieron en su muerte contaron luego en el pueblo que uno de ellos le interpeló: "¿Qué estás viendo tú?". Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza.

Pocos meses después, el 3 de mayo, su padre, hermanos y otros familiares se presentaron en Álora para exhumar su cuerpo, fácil de encontrar bajo la arena, pues había sido enterrado por unos vecinos a tan poca profundidad que su hermano José, como él mismo contó, con sólo escarbar con sus manos, topó enseguida con sus restos.

Una mujer, que estuvo presente en aquella exhumación y que lo vio todo, refirió que su sangre no aparecía como derramada en su ropa, sino cuajada formando bolas, lo que viene a confirmar que fue, efectivamente, quemado después de abrirle el vientre y el estómago.

Y finalizamos estas breves notas afirmando que, al conocer así los datos tan impresionantes de aquella semana de pasión, puede decirse, con toda certeza, que el martirio de nuestro diácono Juan Duarte Martín, aquel joven de sólo 24 años de edad, no es menor que el de los insignes diáconos de la Iglesia, San Esteban y San Lorenzo.