OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

viernes, 31 de diciembre de 2010

AL FINALIZAR EL AÑO...


Padre nuestro que estás en los cielos,dueño de la Verdad, del tiempo y de la eternidad: Tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar el año 2010, en nombre propio y de los míos, queremos darte gracias, por todo aquello que recibimos de Ti.

Gracias por la familia que nos diste, por la vida y el amor, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por todo cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.
Gracias por acogernos en tu verdadera Iglesia. Te ofrecemos todo cuanto hicimos este año que termina. El trabajo que pudimos realizar, las cosas que pasaron por nuestras manos, y lo que con ellas pudimos construir de positivo.

También, Señor, hoy queremos pedirte perdón.Perdón por nuestros pecados, por el mal que hemos causado, por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por las omisiones, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho. Y perdón por vivir sin entusiasmo. También por la oración, que poco a poco, fuimos aplazando y que hasta ahora hacemos para agradecerte todo lo que nos has dado. Por todos nuestros olvidos, descuidos y silencios. Nuevamente te pedimos perdón, Señor.

Iniciaremos un nuevo año y detenemos nuestra vida, ante el nuevo calendario aún sin estrenar. Te presentamos estos futuros 365 días, que sólo Tú sabes, quienes llegaremos a vivirlos completos. Si no los terminamos... ayúdanos a morir en Ti, en gracia santificante, luego de haber acudido, sinceramente contritos, al tribunal del confesionario.

Hoy te pedimos para cada uno de nosotros, la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la caridad y la sabiduría, el empeño para serte fieles y vivir siempre en tu Gracia, pues sólo en Gracia se transita el camino seguro. Sólo el necio esto no lo entiende, por lo que te pedimos que nos quites cualquier venda que nos impida ver nuestra estulticia.

Señor, ayúdanos a ser celosos de tu gloria y la de tu Iglesia, y vivir sólo por Ti, en Ti y para Ti. Queremos vivir cada día con optimismo y bondad, llevando a todas partes, un corazón lleno de comprensión y paz, que busque siempre la Verdad de tu Palabra. Que nada nos arranque de ella, pues tu fe es nuestro mayor tesoro.

Cierra Tú nuestros oídos, a toda calumnia, a las falsas doctrinas contra tu Palabra. Y nuestros labios, a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes. Abre, en cambio, nuestro ser a todo lo que es bueno.

Que nuestro espíritu, se llene sólo de bendiciones, y las derrame a nuestro paso. Cólmanos de bondad y de alegría, para que cuantos conviven con nosotros, o los que se acerquen, encuentren en nuestras vida, un poquito de Ti.

Gracias, Señor, por todo y perdona nuestras deudas contigo. Guíanos a todos por la senda del camino estrecho que nos permita un día entrar por la puerta angosta y estar en tu regazo eterno para bendecirte por los siglos de los siglos. Si para ello es necesario que utilices tu mano derecha que nos sacuda, de antemano aceptamos cualquier pena y dolor por difíciles que sean.

Danos un feliz 2011 y enséñanos a amarte viviendo siempre en tu gracia, y seguirte con plena fidelidad. Gracias, Señor, por todas las bendiciones del pasado año, así como por las que derramarás el que inicia.

Inmaculado Corazón de María, encadena a tu Corazón a toda la familia mía. AMÉN.

UNA FELICITACIÓN COMO DIOS MANDA

jueves, 30 de diciembre de 2010

LA VOZ DE UN PROFETA


"Falange Española no es un partido más al servicio del capitalismo. ¡Mienten quienes lo dicen! El capitalismo considera a la producción desde su solo punto de vista, como sistema de enriquecimiento de unos cuantos. Mientras que F.E. considera a la producción como conjunto, como una empresa común, en la que se ha de lograr, cueste lo que cueste, el bienestar de todos" (José Antonio, FE nº2 "a los obreros", 11 de enero de 1934)

lunes, 27 de diciembre de 2010

EL CRISTIANO ANTE LA MUERTE, IV


ENTRE LOS DOS TESTAMENTOS

Desde el tiempo de la crisis de los Macabeos, comenzó a florecer la literatura apocalíptica judía con los relatos de visiones de cosas futuras. Este tiempo de literatura, conocida para nosotros principalmente en los libros de Ezequiel, Daniel y el Apocalipsis de San Juan, podría encontrarse en muchas obras de este período: el Libro de Henoc, el Apocalipsis de Moisés, el Testamento de los Doce Patriarcas, etc. Aunque este tipo de escritos, que floreció en los comienzos de nuestra era cristiana, tiene sus raíces en las obras proféticas que les precedieron, se distinguen de ellos claramente.

Para los profetas y sus contemporáneos, el horizonte de la historia estaba limitado por el Juicio que esperaba a las naciones, y el objeto principal de su esperanza era la venida del Mesías. Para los escritores apocalípticos sin embargo, el gran Juicio era el punto Terminal de toda la Historia. Separaría este mundo, donde mandan los poderes satánicos, del mundo futuro, donde Dios reinará eternamente.

Consecuentemente, mientras que los profetas ponían todas sus esperanzas en el futuro de la nación como un todo, en la reforma y restauración del Pueblo de Dios, los escritores apocalípticos centraban toda su expectación en la edad futura, en el Reino de Dios, cuyo primer acto sería la resurrección de los santos y de los mártires. El periodo Macabeo fue particularmente favorable para la expresión de tales aspiraciones. La idea de una retribución inmediatamente después de la muerte comenzó a emerger; la brecha entre esta vida y la otra comenzaba a cerrarse.

En adelante era la muerte, y no el juicio final, la que realizaba la gran división entre este mundo y el del más allá. Comenzó a aclararse cada vez más que la suerte del justo era radicalmente diferente de la del malvado; de aquí que el mérito se hizo un factor con el que había que contar en las especulaciones sobre el más allá. Con la idea del mérito y de sus diversos grados comenzó un mayor refinamiento en las exigencias morales del Judaísmo palestiniano. La imaginación judía comenzó a dividir el mundo inferior en varios compartimentos para las almas diversas según el mérito justo de cada una.

Mientras que las exigencias morales y religiosas de la vida de Israel llevaban a un desarrollo gradual pero seguro de la doctrina del más allá, el misterio del sufrimiento del justo, de las tribulaciones del propio Pueblo de Dios, aceleraban el día de una solución más aceptada al problema de las relaciones de esta vida con la vida del más allá.

En el Judaísmo helenístico, el pensamiento griego podría haber ayudado a explicar lo que los judíos enseñaban a cerca de la naturaleza del hombre y lo que creían en torno a su último fin. La descripción de Josefa de “la inamovible convicción” de los Esenios del Mar Muerto, de que los cuerpos eran corruptibles y que las almas eran inmortales, y que, una vez libre de las cadenas de la carne, las almas “se regocijan y se elevan arriba”, muestra la exención de esta influencia helénica.

Debemos tener presente, sin embargo, que diferentemente de las especulaciones de los griegos, los dogmas de los Esenios eran la expresión de su fe. Ellos expresaban esta fe no en términos humanos, sino en los términos de la relación del hombre con Dios, en términos de salvación y liberación del hombre.

Pero, a pesar de esta creencia en la inmortalidad del alma, las disputas rabínicas de este período muestran una notable incapacidad de ir más allá de los confines de las imágenes materiales y de los conceptos. Así el bien conocido pesimismo de la actitud de los Saduceos en frente de la muerte puede ser resumido en estas palabras de Qohelet:

“Mientras uno vive hay esperanza, que mejor es perro vivo que león muerto; pues los vivos saben que han de morir, mas el muerto nada sabe y ya no espera recompensa… No toman ya parte alguna en lo que sucede bajo el sol” (Ecle. 9, 4-6)

Lo Fariseos, por otro lado, eran más optimistas (cf. Hech. 23, 8), demostrando su esperanza en la resurrección. Estas palabras de Daniel pueden servirnos como un sumario de sus creencias:

“Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para eterna vida, otros para eterna vergüenza y confusión” (Dan. 12, 2)

A pesar de las variadas posturas del mundo antiguo ante el misterio de la muerte, todas ellas participan de unos rasgos comunes. Mucho se ha dicho sobre la muerte, pero muy poco sobre el agonizante. Con frecuencia los hombres han discutido sobre la vida de aquí y la del más allá, pero han prestado muy poca atención al hecho real del paso de una a la otra. La esperanza de los escribas y los filósofos antiguos fue frecuentemente incierta y ambivalente, y de aquí su hermandad en la desesperación.

Ni la promesa de los campos Elíseos ni la esperanza de la resurrección nunca evocaron en los paganos ni en los Judíos un anhelo, un deseo ardiente de morir (cf. Fili. 1, 23). Aun la paz y la compostura de Sócrates, la más noble encarnación del mundo griego y de sus ideales, nos deja, al contemplar su muerte, extrañadamente desconcertados por su casi inhumano desapasionamiento. Debió de haber sido una muerte hermosa; pero el apropiarse de la muerte y resurrección de Cristo es lo que nos hace exultar de alegría:

“Oh muerte, ¿dónde está tu victoria? Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón?” (1 Cor. 15, 55)


Colección "Teología para todos" de Stanley B. Marrow S. J.

viernes, 24 de diciembre de 2010

miércoles, 22 de diciembre de 2010

NUESTROS MÁRTIRES


BEATO MARTÍN MARTÍNEZ PASCUAL

Nació en Valdealgorfa, provincia de Teruel, diócesis de Zaragoza. Murió asesinado por la horda marxista en su pueblo el 18 de agosto de 1936, a la edad de 25 años, siendo Prefecto en el Colegio de San José de Murcia y profesor del Seminario de San Fulgencio de dicha ciudad.
La foto fue tomada unos segundos antes de su fusilamiento por un reportero ruso. Llama la atención la serenidad de su rostro ante la inminencia de la muerte.

El 18 de agosto por la mañana detuvieron a todos los sacerdotes que había en Valdealgorfa. Al no encontrar a Martín, encarcelaron a su padre. Inmediatamente, la familia envió recado a D. Martín para que escapara. Pero éste, en cuanto se enteró, echó a correr a toda prisa hacia el pueblo para presentarse al Comité. Un miliciano muy amigo le salió al paso, rogándole que huyera; pero Martín le dijo que no podía consentir que su padre padeciera por él y que quería correr la misma suerte que los demás sacerdotes. Ya ante el Comité, este miliciano todavía quiso salvar a Martín, diciendo que se trataba de un joven estudiante. Pero él confesó que era sacerdote y dio a su amigo un abrazo para que lo transmitiera a su familia.


Sólo estuvo unos minutos apresado. Inmediatamente lo llevaron a pie hasta la plaza del pueblo, donde lo subieron con otros cinco sacerdotes y nueve seglares a un camión camino del cementerio. Antes de llegar, en el camino, los mataron. Los colocaron de espaldas; pero Martín quiso morir de frente, como lo vemos en la foto. Antes de disparar, les preguntaron si deseaban alguna cosa. Martín respondió: “Yo no quiero sino daros mi bendición para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer”. Y después de bendecirles añadió: “Y ahora que me dejéis gritar con todas mis fuerzas: ¡Viva Cristo Rey!”.



Fuente "FAMILIARES Y AMIGOS DE LOS REPRESALIADOS POR LA 2ª REPÚBLICA (1931-1939) - ASESINADOS por el odio marxista (socialista y comunista). (FACEBOOK)

lunes, 13 de diciembre de 2010

EL CRISTIANO ANTE LA MUERTE, III


EL ANTIGUO TESTAMENTO

Es un hecho curioso que el primer pedazo de tierra adquirido por Abraham en el país al cual el Señor le había llamado, fue el de una sepultura.

“Soy entre vosotros extranjero y huésped. Dadme en propiedad una sepultura donde pueda enterrar a mi muerta” (Gen. 23, 4)

La solicitud de Abraham por el entierro de sus muertos no era únicamente por razones de higiene o por gustos estéticos. El sepelio de los muertos era una obligación de piedad para el israelita. Sin participar de las galas externas de los ritos funerarios de sus vecinos, los israelitas otorgaban a sus muertos un entierro digno, incluso a los condenados por criminales. Para ellos ningún fin era más maldito, que la cremación, una abominación ante la presencia de Dios y cercana a la participación en los fuegos eternos.

¿Por qué, esta solicitud por el entierro de los muertos? ¿A dónde iban ellos después de la muerte? A estas y otras preguntas semejantes, el Antiguo Testamento da, como mucho, unas respuestas vagas y confusas. Los muertos “descienden al sehol”, que es “el lugar de reunión para todos lo mortales” (Job. 30, 23). Se reunían con sus antepasados; iban a reunirse en paz con sus padres (Gen. 15, 15). La idea de estar reunidos con los suyos, de descender a la cita de todos los vivos, nos da una explicación del cuidado del israelita por las tumbas familiares y de sus deseos por ser enterrados con los suyos.

“No me sepultes en Egipto. Cuando me duerma con mis padres, sácame de Egipto y sepúltame en sus sepulturas” (Gen. 47, 29-30)

Los israelitas no especulaban mucho sobre el “sehol”, el vientre estéril; la tierra que no se harta de agua y el fuego, que nunca dice: ¡basta! (Prov. 30, 16). Pintaban “el sombrío infierno” como un lugar oscuro y cavernoso, en alguna parte de las profundidades suboceánicas, un país sin retorno, “la región de las tinieblas y sombras de la muerte, tierra de espantosa confusión, donde la claridad misma es noche oscura” (Job. 10, 22). Era un lugar donde los hombres moraban lejos de Dios, incapaces de acordarse de Él ni de bendecirle:

“Porque en la muerte no se hace ya memoria de Ti, en el sepulcro ¿quién te alabará?” (Sal. 6, 6)
“Porque no puede alabarte el sepulcro, no puede celebrarte la muerte ni pueden los que descienden a la fosa esperar en tu fidelidad” (Isa. 38, 18)

Pero ¿era la muerte el final verdadero? ¿Existía alguna esperanza más allá de la tumba? ¿Era la vida sobre la tierra la única vida verdadera? En la pedagogía progresiva del Antiguo Testamento, bajo la gradual salida del sol de la Revelación, ciertos rincones oscuros del misterio de la muerte fueron iluminados.

A través de su historia larga y turbulenta, Israel recordaba, o le hacían recordar, su Alianza con Yahveh. Su fe en la Alianza era algo más que un asentamiento individual o personal; era un compromiso nacional y comunitario. En este contexto, la muerte del individuo dentro de la comunidad así comprometida, podría no haber sido, en el principio al menos, el problema agónico que era para las últimas generaciones. Israel estaba segura de su propia supervivencia como nación, a pesar del carácter transitorio y efímero de cada uno de sus miembros. Generalmente hablando, la inmortalidad era deseada en su sentido literal de no-mortalidad; y Enoc que había sido “llevado” (Gen. 5, 21ss.) y Elías que “subió al cielo en un torbellino” (2 Rey. 2, 11ss.) quedaron como símbolos de este destino deseado.

Fueron los hombres sabios de Israel quienes reflexionaron más profundamente sobre la naturaleza de la muerte. Job, los Proverbios, Cohelet (Eclesiastés), y Sirac (Eclesiástico) dan una visión de la muerte que está estrechamente ligada con la justicia y con la observancia de la ley.

“En el camino de la justicia está la vida; el camino tortuoso lleva a la muerte” (Prov. 12, 28)
“El que sigue la justicia va a la vida, el que va tras el mal corre a la muerte” (Prov. 11, 19)

La muerte era vista como un justo castigo para el pecador que no iba por los caminos del Señor. Pero la injusticia de la muerte del justo permanecía en el misterio; su sentencia indiscriminada sobre todos los hombres vivos, un final irrevocable:

“Pero el hombre, en muriendo, se acabó; en expirando, ¿qué es de él…? Cuanto duren los cielos no se despertará, no se despertará de su sueño” (Job. 14, 10-12)

El autor del libro de la Sabiduría que escribía en el último siglo antes de la venida de Cristo, nos ofrece un sumario sintético de algunas de las más finas reflexiones sapienciales del Judaísmo sobre la muerte y el más allá. El contraste entre la actitud del justo y del injusto hacia la muerte está descrita agudamente en los primeros capítulos:

“Porque la justicia no está sometida a la muerte. Pero los impíos la llaman con sus obras y palabras, mirándola como amiga, se desviven por ella… Pues neciamente se dijeron a sí mismos los que no razonan: “Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del ades. Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiéramos sido: porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón. Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza y el espíritu se disipa como tenue aire”” (Sab. 1, 15-16; 1-3)

Aquí existe un nihilismo que podría igualar al mejor nihilismo de Roma y de Atenas. Si la muerte era lo que el “impío” pensaba que era, entonces su lógico “gozar de las cosas que son reales” será válido, pero,

“Se equivocan porque los ciega su maldad. Y desconocen los misterios juicios de Dios, y no esperan la recompensa de la justicia ni estiman el glorioso premio de las almas puras. Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad y le hizo a imagen se su naturaleza. Mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen” (Sab. 2, 21-24)

Sea lo que fuere, de lo que podemos decir de la influencia helenística sobre este libro, es completamente evidente el profundo conocimiento del Antiguo Testamento que posee su autor. Contiene un reflejo inequívoco de las tradiciones del Judaísmo de después del cautiverio. Las tradiciones de esta época marcan un avance sobre las anteriores etapas de la pedagogía divina, cuya lentitud parece haber sido necesaria para la seguridad de Israel en su escarpado ascenso hacia la verdad.

A lo largo de este periodo de después del cautiverio se pueden detectar aquí y allí, ciertas especulaciones y dudas, algunas vagas esperanzas y afirmaciones hechas intrépidamente, conjeturas y anhelos tímidos sobre el destino de la muerte y la posibilidad de una resurrección. Pero prescindiendo del contenido de la doctrina del Antiguo Testamento sobre la vida futura, la sobriedad de su expresión está en claro contraste con la extravagancia de las resurrecciones tal como aparecen en las leyendas de Osiris en Egipto, Tamuz en Babilonia o de Atis en el Asia Menor. (Continuará...)



Colección "Teología para todos" de Stanley B. Marrow S. J.

jueves, 9 de diciembre de 2010

NUESTROS MÁRTIRES


SANTIAGO MOSQUERA Y SUAREZ DE FIGUEROA. ASESINADO CON 16 AÑOS DE EDAD. ¡¡¡16 AÑOS !!!

Santiago había nacido el 3 de febrero de 1920 en Villanueva de Alcardete (Toledo) y según declara su propia hermana, era de carácter extrovertido, travieso, simpático... Eran ocho hermanos y como los tres mayores pertenecía a la Congregación de San Luis Gonzaga de Madrid. Habían estudiado en Colegios de la Compañía de Jesús: Ramón tenía 24 años, hizo el bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo en Chamartín de la Rosa (Madrid), era artillero y estudiaba el último curso de Leyes en la Universidad; José María y Luis, habían estudiado en Areneros (Madrid), se preparaban para ingresar en la Academia General de la Marina y en la Academia General Militar respectivamente. Santiago estaba estudiando en el Colegio que los PP. Jesuitas tenían en Estremoz (Portugal).Cuando tenía 16 años estalló la guerra. El 25 de julio de 1936 los milicianos se presentaron en casa de los Mosquera. Iban buscando armas y encontraron dos escopetas de caza. El padre se encontraba fuera del pueblo. Inmediatamente fueron detenidos sus hermanos Ramón y Luis. Santiago se indignó por la injusta detención y gritando les preguntó: "¿Por qué?... si todos en el pueblo tienen escopetas para ir a cazar conejos y perdices". También él fue detenido.Conducidos a la iglesia parroquial de Santiago Apóstol que, como en tantos otros lugares hacía de cárcel, fueron encerrados en las capillas laterales que tenían verjas de hierro y puertas con candados. Fueron salvajemente maltratados. Allí los tuvieron hasta el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción. Ese día, en la madrugada, señalaron un grupo de doce personas encabezados por el párroco de Villanueva de Alcardete. Los asesinaron a unos tres kilómetros de La Villa de Don Fadrique, en el grupo estaban Ramón y Luis, hermanos de Santiago.Entretanto también fue detenida la madre de Santiago a la que querían sacar el lugar donde se escondía su esposo. Éste, ajeno a cuanto estaba sucediendo, se encontraba en Portugal realizando un trabajo para el periódico "El Debate". Tras maltratarla física y verbalmente la dejaron regresar a casa, diciéndola que su hijo Santiago seguiría detenido hasta que apareciera su marido. Aunque el otro hermano José María logró huir al campo durante las primeras semanas, también sería asesinado en la carretera de Valencia.

Fray Justo Pérez de Urbel escribe "Santiago, un adolescente de dieciséis años, merecía figurar, ya antes de su martirio, en las estampas de los ángeles, que hacen cortejo al Cordero Inmaculado de Cristo Jesús, por su bondad, docilidad, pureza angelical, ternura fraternal y filial obediencia". En la iglesia-prisión quedaban todavía seis personas: junto a Santiago estaba el coadjutor de la parroquia de Villanueva, el Siervo de Dios Eugenio Rubio Pradillo. Amarrarron a Santiago a una estaca. Y la horrible y continua cantinela de siempre.

-Blasfema.
-Nunca. Aunque me matéis. Una bofetada le llenaba la boca de sangre.
-Blasfema.
-Puedes pegarme otra vez. Yo no blasfemo.
Otra bofetada le producía sangre sobre la sangre. Atado a la estaca estuvo dos días sin comer ni beber. El niño gemía dolorosamente...
-Si haces lo que nosotros hacemos... comes y te perdonamos la vida.
El joven cerraba los ojos y no respondía.
-Abre los ojos o te pego un tiro. Y uno de aquellos criminales le aplicaba una pistola al vientre.
-No quiero veros.
-¿Qué no quieres vernos? Ahora sí que vas a ver. Pero las estrellas. Y con un látigo, cruzaron repetidamente el rostro de Santiago.

La noche del 24 al 25 de agosto de 1936 los seis detenidos que quedaban fueron conducidos al cementerio de Villanueva de Alcardete (Toledo) para ser asesinados. Sigue narrando Fray Justo: «Ya están contra el paredón. Una descarga, dos descargas, y el crimen ha sido consumado». Santiago no murió, fue gravemente herido en sus piernas por la metralla de los fusiles. La escena es dantesca. «Deseamos que el lector se imagine la escena. Un niño con las piernas destrozadas a tiros, entre los cadáveres de sus amigos, en un cementerio, una noche entera... Todavía tendría confianza en la piedad de los hombres...»El 25 de agosto, Villanueva siempre recordará con horror el final de la historia. Aunque intentó escapar, le fue imposible. Esperó que amaneciera. Santiago escucha que alguien se acerca: «El sepulturero se acerca. Crece la confianza en el pecho de Santiago, se ensancha su fe y su corazón late con más ansiedad, y exclama: ¡Piedad, buen hombre, piedad!»La respuesta de los labios es mejor silenciarla. Los testigos declaran que el sepulturero le obligó a nuevamente a blasfemar contra Dios y María. Santiago le dijo que eso no lo podía hacer, pues era pecado contra Dios; el sepulturero le dijo que si no blasfemaba, lo mataría y Santiago le dijo: «Prefiero morir antes que ofender a Dios». El cruel asesino tomó un pico y de un golpe acabó con su vida.Según cuentan los diferentes testigos, tras la guerra su cuerpo, que no se sabía donde lo habían enterrado, fue hallado casi milagrosamente... tenía su rosario en la mano izquierda y su rostro reflejaba la serenidad del encuentro con Dios.


Fuente "FAMILIARES Y AMIGOS DE LOS REPRESALIADOS POR LA 2ª REPÚBLICA (1931-1939) - ASESINADOS por el odio marxista (socialista y comunista). (FACEBOOK)

miércoles, 1 de diciembre de 2010

CONSERVAR LA TRADICIÓN Y LAS TRADICIONES








Las Iglesias de Rito Oriental jamás se les ocurriría hacer los potingues que se ven en tantas parroquias de nuestras ciudades y pueblos.

Aunque el comunismo, el marxismo y el socialismo intentaron por todos los medios que no quedara ni rastro de ellas, durante más de 70 años, no lo consiguieron.

Han sabido CONSERVAR LA TRADICIÓN Y LAS TRADICIONES.

Fuente "SURGE, PROPERA"