OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

sábado, 29 de agosto de 2009

EL POSTCONCILIO Y LA DESCRISTIANIZACIÓN DE ESPAÑA IV


Como he dicho antes, la declaración de libertad religiosa conlleva un peligro común a todos, puesto que roe en el interior de la conciencia la firmeza de la fe. Pero en el dominio de su influencia social y política su efecto no es el mismo para todos, pues, como lo han señalado algunos tradicionalistas, su afecto es muy diferente:

1) en países como los de Europa, donde la libertad religiosa ya se daba por la fuerza de las circunstancias;

2) en países como los Estados Unidos, donde la expresión libertad religiosa significa la libertad para los católicos en relación a la persecución de las sectas protestantes y

3) países como España, donde esta libertad significa la libertad de difusión de las religiones falsas. En los países de este último tipo, la libertad implica no solamente la proliferación de las sectas de todo tipo y la consecuente apostasía de muchos creyentes, sino que también tiene el efecto de desacreditar un poder político que ha mantenido, para seguir a Roma, las leyes que Roma desautoriza ahora.

En España, se ha llamado transición a la transformación del régimen político surgido de la guerra, uno de los más perfectamente católicos del siglo XX, en un régimen fundado sobre la Constitución de 1978, que es un sistema de los más laicos existentes en la actualidad. Entre los historiadores de este período algunos se preguntan cuando empezó la transición: si fue a la muerte de Franco o en el momento del asesinato de Carrero Blanco. Yo creo que lo más justo es decir que la transición empezó, no en España, sino en Roma, y precisamente el día en que se aprobó la Declaración de Libertad Religiosa. Y el motor de esta transición no ha sido el Rey Juan Carlos, como suele afirmarse, sino la Iglesia Romana, cosa que los prelados españoles señalan hoy en muchas ocasiones, con la pretensión de atenuar la violencia laicista del gobierno de Zapatero. Pues, en España, sólo la Iglesia tenía un poder moral e incluso político, conferido por el Estado mismo, para producir semejante transformación de la sociedad y de la política. Los eclesiásticos españoles, en efecto, no se limitaron a formar al gobierno para introducir la ley de libertad religiosa, cosa que obtuvieron en 1967, sino que yendo mucho más allá de la letra del Concilio, dirigieron todo el movimiento que acabó con la aprobación de la Constitución. La situación es, sin duda, un tanto paradójica, pues los eclesiásticos utilizarán todos los resortes de propaganda y de enseñanza que una sociedad católica tradicional da a la Iglesia, para dirigir esa sociedad hacia un régimen constitucional neutro.

Los mecanismos por medio de los cuales se produjo esta intervención decisiva en la Iglesia han sido, a mi juicio, los siguientes:

1) El estupor paralizante que afectó al clero español después del Concilio, unido a la colegialidad introducida por éste, produjo una especie de unificación y de disciplina común en la actividad pública de la Iglesia, de la cual solamente algunos obispos escaparon. Esta unificación, que logró muy pronto acallar a los disidentes, se produjo gracias a la formación de la Conferencia Episcopal Española. Esta entidad será dominada por los obispos más audaces con el apoyo de Roma, que tendrá la obsesión se sustituir a los obispos tradicionales por obispos más abiertos. Utilizará los medios de comunicación de una manera que corresponde más a un partido político que a una institución eclesiástica: harán constantes declaraciones a la prensa, sobre todos los aspectos de la vida política y social, adoptando posiciones dudosamente en consonancia con el Concilio, pero utilizando sistemáticamente su autoridad. De esta manera la Conferencia Episcopal llegó a acaparar toda la autoridad de la Iglesia, relegando la verdadera autoridad de los obispos en sus diócesis respectivas.

2) Las líneas de acción de la Conferencia Episcopal o de los obispos que la dirigían han sido las siguientes:

A) Han utilizado las prerrogativas y la autoridad, que la Iglesia tiene en un país confesionalmente católico, para influir sobre las autoridades civiles con el fin de introducir el régimen democrático y obtener una completa separación entre Iglesia y Estado. Uno de los casos más flagantes fue el de Mons. Tarancón que utilizó la homilía de entronización de Juan Carlos para pedir "que las estructuras políticas ofrezcan a todos los ciudadanos la posibilidad de participar libre y activamente en la vida del gobierno". Es decir, empleó su situación privilegiada en un régimen católico para presentar como deseo de la Iglesia la evolución hacia una democracia de partidos políticos.

Hay un texto de Mons. Iniesta sobre los procedimientos de la Iglesia durante este tiempo, que merece ser citado:

"Yo creo que en eso (el referéndum de la Constitución) y en otras muchas cosas, los políticos tuvieron momentos de duda, de vacilación, y sin embargo tanto la política de Tarancón como la del episcopado, la de la Conferencia Episcopal Española fue la de apoyar y estimular que se continuara con el cambio, y concretamente al Rey se le apoyó muchísimo, de manera delicada y privada"

Es dedir que, como ellos mismos declaran, los obispos sostuvieron moralmente a esos políticos y a ese rey, que habían jurado los Principios del Movimiento, para atenuar los justificados remordimientos que sentían al jurar los principios, contrarios, contenidos en la Constitución de 1978. (Continuará)

José Miguel Gambra
Fuente "Tradición Católica" Revista de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en España. Julio-agosto 2006 Nº 206

miércoles, 26 de agosto de 2009

BUSCANDO LA DIFERENCIA



¿Que diferencia hay entre las dos imágenes de arriba? Poca, ¿verdad?. Si no fuera por la presencia de mujeres diríamos que se trata de la misma fiesta en distinto lugar, distinto momento y distintas personas. La primera es de una misa "católica" y la segunda es de una "misa" protestante. Y aun así la segunda imagen se parece mas a una misa. Es horrible el parecido que hay entre la misa protestante y el actual "Novus Ordo Misae".


¿Y con esta imagen, hay diferencia con las dos primeras?


¡Con esta si hay diferencia! Con esta no hay duda que se trata de la Santa Misa Católica. La Misa de siempre, la de ayer, la de hoy, la del futuro.

EL QUE TENGA ENTENDIMIENTO QUE ENTIENDA

sábado, 22 de agosto de 2009

EL POSTCONCILIO Y LA DESCRISTIANIZACIÓN DE ESPAÑA III


Pero la presión exterior era mucho más fuerte. El régimen español, tras la Segunda Guerra Mundial, se halló de nuevo contra corriente pues fueron sus aliados del 36 los vencidos en el 45. Tras la época del bloqueo, las dos grandes potencias iniciaron la guerra fría y cada una intentó, por procedimientos diversos, controlar el régimen de Franco. Los Estados Unidos, por medio de la alianza y de la ayuda económica, introdujeron de nuevo las ideas democráticas en las más altas capas de la sociedad y entre algunos políticos. Al mismo tiempo hicieron una fuerte presión en el gobierno para dulcificar la prohibición del culto externo no católico. Por su parte la URSS y las tendencias izquierdistas de la política europea revitalizaron, en la ilegalidad, los partidos de izquierda, similares a los de antes de la Guerra Civil.

Como respuesta a todas estas presiones, el gobierno se inclinó, en 1957, por la vía tecnocráta que quería esconder, bajo vestiduras de eficacia sin ideología, el designio de minimizar las diferencias que el régimen de Franco tenía con otros países europeos. Esto constituyó una evidente decadencia en los principios que habían inspirado la sublevación. A pesar de ella, y de las imperfecciones crecientes del gobierno y de la sociedad española, el régimen nacido de la guerra del 36 hubiera podido enderezarse, si no se hubiera producido un acontecimiento inconcebible, ante el cual los españoles se hallaban completamente inertes. Me refiero al Concilio Vaticano II. Como señala el segundo principio del movimiento, mencionado antes, las leyes españolas se inspiraban la fe católica, a favor de lo cual lucharon los tradicionalistas, guerra tras guerra, hasta su realización. Lo que no resultaba concebible era que la Iglesia se desinflara hasta el punto de mantener las doctrinas contra las cuales habían luchado los carlistas, inspiradores del régimen en la cuestión religiosa.

A decir verdad, los tradicionalistas tenían buenas razones para desconfiar de la política del Vaticano, al cual sabían que, en ocasiones, era necesario oponerse. Pero a lo que los españoles no estaban en absoluto preparados para enfrentarse era a documentos doctrinales.

Tras todas estas observaciones sobre los precedentes del Concilio, necesarias para entender la repercusión muy especial que tuvo en España, debemos ahora considerar en que consistió esa repercusión y por qué caminos llegó a producirse.

Cuando el Concilio fue anunciado, numerosos católicos esperaron una renovación de la Iglesia, cuya atonía era una de las causas de la decadencia en España. Por otra parte los obispos españoles, como señala Mons. Iniesta, fueron el Concilio con el convencimiento de que se trataba simplemente de firmar y de volver a casa. Esta confianza ciega, tan característica de los católicos españoles, sufrió una rápida decepción cuando, desde las primeras sesiones, los obispos de la Europa central dominaron, con su maravillosa organización, el desarrollo del Concilio. Lo que la prensa hizo conocer sobre el futuro documento de la libertad religiosa, cuya importancia era inmensa para el régimen español, desencadenó un buen número de acciones contra esa futura declaración. Algunos obispos, como los de Bilbao, Granada, Tenerife, Las Palmas y Barbastro, publicaron cartas pastorales contra la libertad religiosa, antes incluso de que el Concilio hubiera votado la declaración "Dignitatis humanae". Por otra parte, algunos representantes de la Comunión Tradicionalista publicaron un documento titulado "El Carlismo y la Unidad Católica", donde defendían la unidad religiosa, la confesionalidad del Estado y en el cual se decía "que no era conveniente modificar la situación de las confesiones no católicas en España". En respuesta a ciertas maniobras para introducir una ley de libertad religiosa en ese mismo momento, el Ministro de la Presidencia, Carrero Blanco, señaló, ante el Consejo de Ministros, que "nuestra unidad política está fundada sobre todo sobre nuestra unidad religiosa" y, con palabras que parecen hoy proféticas, añadió: "lo que interesa (a los enemigos de España) es abrir una brecha en nuestra unidad religiosa, pues esto sería lo mismo que abrir una brecha en nuestra unidad política".

Estas defensas de la unidad católica no ejercieron influencia alguna sobre el Concilio, que aprobó la declaración de libertad religiosa el 8 de diciembre de 1965, como todo el mundo sabe. Lo que no es tan conocido es el documento aprobado ese mismo día, los los obispos españoles todavía reunidos en Roma. En ese texto. los prelados de España presentan la vertiente más moderada de la Declaración, con el fin de apaciguar el descontento del católico español. Cito algunas frases, porque ilustran muy bien el giro copernicano que implica esta declaración:

"El derecho a la libertad religiosa, según el Vaticano II, está fundado en la dignidad de la persona humana. Su reconocimiento es parte del bien común de toda sociedad civil. La libertad no se opone ni a la concesionalidad del Estado, ni a la religiosidad de una nación. Y la misma declaración, al referirse al caso concreto en que, "consideradas las circunstancias peculiares de los pueblos, se conceda a una comunidad religiosa un especial reconocimiento civil en la ordenación jurídica", admite de hecho la confesionalidad, a condición de que, "al mismo tiempo se reconozca y respete e todos los ciudadanos y comunidades religiosas el derecho a la libertad en lo religioso".

Estas frases son muy instructivas, pues manifiestan con toda claridad cómo la declaración transforma en tesis lo que antes del Concilio era hipótesis y a la inversa. En la enseñanza tradicional, la confesionalidad y la prohibición de la libertad de cultos era un deber del Estado; y la libertad religiosa era algo permitido en circunstancias especiales. Ahora, al contrario, la libertad es un deber; y la confesionalidad, lo que se tolera en algunos casos. La situación en España cambia, pues, de valoración, de manera que si antes era un modelo de realización de la enseñanza de la Iglesia, el Concilio la convierte, a lo sumo, en objeto de una tolerancia circunstancial, incluso en el caso de conceder la libertad de cultos. (Continuará)

José Miguel Gambra

Fuente "Tradición Católica" Revista de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en España. Julio-agosto 2006 Nº 206

lunes, 17 de agosto de 2009

DIFERENCIA ENTRE ORDINARIO Y EXTRAORDINARIO


Aparte de la imagen hay un vídeo explicativo que pone las cosas en su sitio. Creo que la diferencia está clara, ¿no?. Sobran las palabras. Para ver vídeo pinchar en la imagen.

jueves, 13 de agosto de 2009

EL POSTCONCILIO Y LA DESCRISTIANIZACIÓN DE ESPAÑA II


Las guerras más importantes que España ha sufrido en estos dos últimos siglos son buena prueba de ello, pues no cabe comprenderlas más que como las ideas revolucionarias. En cierta medida, la guerra contra la Convención podía inscribirse ya en el rosario de esas guerras religiosas. También la guerra de 1821, la primera guerra civil de España, tenía un origen popular contra la instauración de la constitución liberal hecha, nacida del levantamiento de Riego. Pero sobre todo las guerras Carlistas son testimonio de la separación entre la oligarquía cortesana y el catolicismo popular. Estas guerras tenían una vertiente dinástica, pero ésta no era más que una anécdota por relación a sus motivaciones ideológicas profundas; la lucha contra el liberalismo y la llamadas libertades modernas. Para convencerse de ello, he elegido dos textos, lejanos en el tiempo, de los miembros de la dinastía carlista; uno de Ellos es de la Princesa de Beira, que decía:

"Ténganse allá otras naciones con sus constituciones sus leyes y sus costumbres, y no pretendan neciamente plantar y hacer fructificar igualmente la misma planta en diferentes climas, pues en éste morirá lo que en otro prospere; la planta de nuestra nacionalidad tiene aquellas tres profundas raíces: religión, patria y rey; y si a éstas queremos sustituir con las contenidas en la fementida fórmula francmasónica: libertad, igualdad, fraternidad, entonces no mejoramos la planta, sino que la destruimos".

El otro pertenece al Rey Alfonso Carlos, con ocasión de la constitución republicana de 1931:

"Católico sin distingos, como lo fueron siempre todos los de mi familia, yo proclamo (...) todos los derechos de la Iglesia Católica, tales como corresponden a su soberanía espiritual perfectamente indiscutible en el seno de un pueblo como el nuestro, el más católico de todos los pueblos de la tierra, y, por lo mismo, rechazo con todas las fuerzas de mi alma el principio de la libertad de cultos consignada en la Constitución".

Las armas no fueron favorables a este movimiento popular durante todo el siglo XIX; mas no por ello desapareció. El Carlismo sobrevivió a la última de las guerras carlistas con una vitalidad muy grande, a veces como partido parlamentario, a veces sólo como organización más o menos tolerada por los gobiernos liberales, progresistas o moderados. Su constancia se vió recompensada en la guerra de 1936, en la cual los carlistas tuvieron una participación decisiva con sus 100.000 voluntarios. Esta participación le permitió, ya durante la preparación de la sublevación con otras fuerza políticas y militares, poner las condiciones que dieron un tono fundamentalmente religioso a esta conflagración. Ya durante la guerra, el gobierno de Franco recibió la influencia de diferentes fuerza políticas constitutivas del Frente Nacional y de las tendencias políticas de moda en toda Europa. En el terreno de la política, el Caudillo se inclinó decididamente a favor de los falangistas, del fascismo italiano y del nacional-socialismo germánico, lo cual tuvo por consecuencia la ilegalización de los tradicionalistas durante todo el régimen. Sin embargo, éstos mantuvieron su existencia como Comunión Tradicionalista Carlista, y ejercieron una influencia oficiosas en el gobierno que nombraba ministros tradicionalistas como, por ejemplo, el Conde de Rodezno. Gracias a esa influencia se produjo la inclusión de la confesionalidad del Estado entre los Principios del Movimiento. En efecto, el segundo de estos principios establece la sumisión del Estado a la Iglesia y la verdad de la religión Católica. Y lo establece no como un hecho sociológico, ni como un acuerdo nacido de un pacto constitucional, sino con una verdad sin más:

"La nación Española considera que es un título de gloria su sumisión a la ley de Dios, conforme a la doctrina de la Iglesia Católica y Romana, que es la única verdadera y que es la sede inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación".

De igual manera es evidente la inspiración tradicionalista sobre el artículo 6 del Fuero de los Españoles, que dice lo siguiente:

"La profesión y la práctica de la religión católica, que es la del Estado Español, gozará de la protección oficial. Nadie podrá ser molestado por sus creencias religiosas ni en el ejercicio privado del culto. No se permitirán ninguna ceremonia publica más que las de la selección católica".

Y es evidente esa influencia porque ninguna de las otras fuerza que se integraron en el Levantamiento del 36 había nunca defendido con esa nitidez unidad católica y la concesionalidad del Estado. Estas leyes, así como el Concordato firmado con la Santa Sede en 1953, manifiestan una relación con la Iglesia "que no es meramente contractual, del do ut des, puesto que las concesiones expresaban la confesionalidad interna de un Estado que consideraba un deber hacer más fáciles la vida y la formación religiosa de los ciudadanos" (Mons. Guerra Campos).

No se puede pedir más en el terreno de los principios; y en su aplicación al principio del Estado franquista, pues sólo cabe decir que fue extremadamente favorable a las tesis católicas: volvieron los jesuitas explusados durante la República, se restituyeron los bienes de la Iglesia, se abrogó la ley del divorcio y se estableció la enseñanza religiosa oficial. Cabe, pues, decir que la unidad religiosa de España fue completamente reconstruida. Los ideales de la doctrina social de la Iglesia, que se identifican a los ideales del tradicionalismo o del carlismo, tras tantas guerras y sacrificios, tuvieron finalmente una realización en España única durante el siglo XX, por lo menos en lo que se refiere a las relaciones entre Iglesia y Estado.

Sin embargo, esta realización no duró en su apogeo más que 20 años, o menos, pues la decadencia empezó muy pronto por la presión que ejercieron los adversarios interiores y exteriores. En el interior, las fuerzas que intervinieron en la sublevación no comulgaban todas con la visión religiosa de la política característica de los tradicionalistas. Por ejemplo, la inclinación fascista del régimen produjo una importante orientación de las fuerzas de la juventud hacia la exaltación del Imperio y del Caudillo. Por otro lado, la penetración del liberalismo católico de Maritain en la democracia cristiana procedente de la CEDA, y de organizaciones similares, preparaba ya el camino que debía recorrer más tarde la democracia aconfesional en España. (Continuará)

José Miguel Gambra

Fuente "Tradición Católica" Revista de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en España. Julio-agosto 2006 Nº 206

lunes, 10 de agosto de 2009

EL POSTCONCILIO Y LA DESCRISTIANIZACIÓN DE ESPAÑA I


El Concilio con sus doctrinas de libertad religiosa, de ecumenismo y de colegialidad, versión religiosa de la libertad, igualdad y fraternidad, ha conmovido a la Iglesia, de una manera sólo comparable con la transformación producida en el Antiguo Régimen por la Revolución Francesa. La primera consecuencia de estas doctrinas y, sin duda, la más importante, se halla en su capacidad de infectar el alma del creyente, substituyendo la adhesión incondicional del alma a las verdades de la fe por una creencia subjetiva, u opinión, que conlleva, por su propio carácter, la posibilidad de otros puntos de vista igualmente válidos. Esta consecuencia, que produce una inclinación hacia el escepticismo religioso, o hacia el indiferentismo, ha tenido a su vez enormes efectos, cuya amplitud no es fácil valorar. Esa vertiente relativista es la que se halla a la base de la disminución del número de creyentes en el mundo occidental, de la disminución terrible de la vocaciones, de la securalización masiva del clero y de los religiosos. etc... Sin embargo, este poder de infección, por cuanto obra desde el interior de los individuos, ha tenido un efecto común en todos los países y en todas las comunidades católicas, aunque de manera diferente en función, entre otras cosas, de la idiosincrasia propia de cada pueblo. En este sentido, quizá, el Concilio ha tenido una repercusión menos profunda entre los españoles, ya que éstos no tienen la costumbre de examinar la coherencia interna de su fe, de forma que han tendido a mantener (aun dentro de su contradicción) de una manera más firme que en otros lugares.

El hombre tiene una naturaleza social en todas las dimensiones de su ser, de manera que incluso la fe, en la mayoría de los hombres, sobrevive y florece más abundantemente cuando se desarrolla en el seno de una comunidad católica. Pues bien, en la dimensión social y política es donde el Concilio ha producido un efecto más devastador en España. En efecto, no es necesario detenerse a demostrar que la organización social y política de España está completamente descristianizada; lo está mucho más que en otros países occidentales. Recordemos solamente las leyes del divorcio, del aborto, de la manipulación genética, la ley del matrimonio entre homosexuales y de la eutanasia, que el partido socialista ha ampliado, promulgado o tiene intención de hacerlo; recordemos las leyes sobre la enseñanza que impiden, mucho más que en Francia por ejemplo, la libertad de enseñanza para los católicos; recordemos la repugnante televisión española, sus películas llenas de blasfemias, la pornografía sin freno; recordemos, en fin, la actitud, los discursos y la propaganda decididamente laicista y anticatólica del gobierno actual. Esta sociedad, escandalosa incluso para países de tradición liberal y protestante, como los Estados Unidos, ha surgido en pocos decenios de la casi única sociedad que gozaba de una unidad católica aplastante, cuyo gobierno era confesionalmente católico y en la cual no había lugar para la libertad de cultos y la propaganda por parte de los incrédulos; donde se enseñaba la religión católica en todas las escuelas y donde la pornografía estaba completamente prohibida. ¿Cómo una sociedad puede ser corrrompidad de manera tan profunda, y en tan poco tiempo, sin que una guerra, una invasión o algún otro cataclismo haya intervenido? La explicación es bien fácil y simple: es la Iglesia, la Iglesia del Vaticano II, la que ha producido la descristianización de España. No hay que buscar otra causa más directa. Este curioso fenómeno, tan particular, casi único en el mundo y en la historia, es de lo que entiendo que debo hablar aquí pues seguramente esta es la razón por la cual los organizadores de este congreso han querido que se hable de España.

Hay que hacer un poco de historia para comprender la posición de España antes del Concilio. España ha sido seguramente uno de los países más católicos de Europa en los tiempos llamados modernos. Ha sido, al mismo tiempo, freno del protestantismo y del imperio Turco; ha evangelizado América y otros lejanos países. Y, aunque las guerras que ha hecho en defensa de la cristiandad han acabado mal, aunque, a partir de la paz de Westfalia, ha tenido que encerrarse progresivamente dentro de ella misma, de manera que su presencia en Europa se fue contrayendo, hasta su casi completa desaparición del concierto de naciones durante el siglo XIX; a pesar de todo ello, ha mantenido su fe católica, como elemento sustancial de su alma comunitaria y como fundamento de su unidad. Verdad es, con todo, que las capas sociales más distinguidas han soportado mal el peso de este confinamiento y han intentado durante el siglo XVIII introducir las ideas revolucionarias, han controlado la política durante todo el siglo XIX. Pero todo este fenómeno ha sido, si puede decirse, epidérmico en el cuerpo social de España. (Continuará)

José Miguel Gambra

Fuente "Tradición Católica" Revista de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en España. Julio-agosto 2006 Nº 206

viernes, 7 de agosto de 2009

CARTA A DOS OBISPOS VASCOS


Permitidme que me dirija al cielo donde vivís, para comentaros una carta de los actuales obispos de las diócesis vascongadas, dirigida personalmente a todos y cada uno de sus sacerdotes, sobre un problema que os afecta, porque lo sufristeis en vuestra propia carne en el año 1936.

La carta en cuestión, comienza recordando la atención prestada por la Iglesia, después de 71 años, el 7 de octubre de 2007, beatificando a 498, casi todos sacerdotes, martirizados en 1936 por los rojos (comunistas y socialistas), para, acto seguido, subrayar con queja amarga la desatención olvidadiza por parte de la Iglesia de los 14 sacerdotes vasco-separatistas, “ ejecutados por quienes vencieron en la contienda”.

Tú, Mateo Mújica, obispo de Vitoria que entonces comprendía las tres provincias Vascongadas, y que antes fuiste obispo de Pamplona, y de tus manos recibí el sacramento de la Confirmación en Vidángoz (Valle del Roncal), y tú, Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona, que vivisteis en el mismo crater del volcán el estallido inevitable de la guerra, para salvar la Iglesia del exterminio comunista y salvar a la Patria de convertirse en una colonia soviética; a vosotros que tanto empeño pusisteis en evitar una guerra también fratricida entre vasco-navarros con raíces profundas cristianas, separados por el “matiz político” del separatismo, os suplico, por favor, decidles a los actuales 4 obispos firmantes y al 5º obispo que no firma por estar jubilado o por esconder la mano, que si quieren hacer, como dicen, un ejercicio de “purificación de la memoria”, lo cuenten todo con transparencia sin dejarse nada en el tintero. Porque vosotros lo dejasteis todo escrito para evitar tergiversaciones futuras, en medio de trabajos y sufrimientos; y publicasteis en el Boletín Diocesano de Vitoria y Pamplona el 6 de agosto del 36, a los 19 días del inicio de la guerra, el primer documento de paz, obligados “por la colaboración de un sector grande de católicos vascos (los separatistas), con las fuerzas del Frente Popular, al que califican de “marxista”, declarando la improcedencia o ilicitud de la conducta del nacionalismo vasco”.

Fracasasteis en el intento con vuestra petición angustiosa, porque “…uno de los dos bandos de hijos nuestros, amantísimos de la Iglesia y seguidores de sus doctrinas, han hecho causa común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia, han sumado sus fuerzas a las de ellos; por lo que Nos, con toda la autoridad de que nos hallamos investidos… os decimos : no es lícito” “Pensad que la ruina de España es la de todos”

Pero, la desobediencia flagrante, también de vuestros sacerdotes, entre los cuales los 14 fusilados, se impuso; tal era la ceguera de su pasión política, que se hicieron los sordos cuando les dijisteis que sus hermanos sacerdotes en zona roja eran fusilados por miles por sus compañeros de lucha; y las consecuencias se hicieron inevitables, porque la conquista de la cornisa cantábrica en lugar de durar 15 días duró 15 meses con miles de muertos.

Aquí está el nudo de la cuestión de la carta de vuestros sucesores como obispos: que no hacen alusión a la desobediencia a vosotros los dos obispos vascos, de Vitoria y de Pamplona, que llorabais con angustia el desastre que se echaba encima entre vuestros hijos vascos y navarros.

Y vino la consecuencia del fusilamiento de los 14 sacerdotes tras combate con muchas bajas. Yo no puedo aprobar esta acción del comandante Llamas. El cardenal Gomá corrió a quejarse personalmente a Franco en Salamanca; y Franco cortó por lo sano actuaciones de este talante; tú Mateo Mújica saliste en defensa de todos y cada uno de los 14; y hasta Pío XI se refirió públicamente al hecho. En una palabra, no se soslayó el gravísimo tema, antes bien se zanjó la cuestión al más alto nivel. No podemos decir lo mismo de los más de 56 sacerdotes asesinados por el bando en que militaba el clero separatista, a pesar de que Pío XI dijera: “El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con él en ningún terreno los que quieran salvar la civilización cristiana” Los católicos separatistas, alucinados por el señuelo del Estatuto vasco prometido por el ateo marxista Prieto, prefirieron hacerse cómplices de las matanzas que se sucedieron en las cárceles flotantes de los barcos “Quilates” y “Altuna Mendi” y cárceles por un total de 853 asesinados en las tres provincias, como bien publicó José Echeandía, párroco de Durango, excautivo, testigo del “Altuna Mendi, en su libro “La persecución roja en el país vasco”

Señores obispos vascos de hoy: Si publicáis en vuestra carta los nombres de los 14 sacerdotes fusilados por el bando nacional, y reconocéis que el resto hasta más de 70, pasan de 56, fueron fusilados en las Vascongadas por el bando rojo-separatista ¿por qué no publicáis al mismo tiempo sus nombres? ¡Por favor! díganlo todo; y no comparen los 6871 sacerdotes martirizados en España por odio a la fe, con los 14 separatistas, que fueron fusilados por el bando nacional, no por odio a la fe, ni por ser sacerdotes, sino por empecinados en su odio a España, que, contra la voluntad “pública y autoritativa” de sus obispos, Mújica y Olaechea,“han hecho causa común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia; han sumado sus fuerzas a las de ellos; han fundido su acción con la de ellos, y acometen fieramente con todo género de armas mortíferas a los enemigos de ellos, que son sus propios hermanos”? ¿Acaso les cabe duda, señores” obispos, de que hoy, durante 30 años de esta Democracia, el PNV tiene por fuerza armada a la ETA que se declara abiertamente marxista-leninista?¿Han iniciado en sus respectivas diócesis algún proceso de beatificación de sus sacerdotes mártires? ¿No? Yo les acuso de silenciadores de Cristo de nuevo crucificado.

¡Por favor! dígan también que el ejército de batallones gudaris con sus 90 capellanes se comprometieron a conquistar Oviedo para botín del Frente Popular en febrero de 1937. El Comandante jefe de los Capellanes de Gudaris, José María Corta Uribarren, antiguo alumno de Comillas, 32 años, a la hora de seleccionar en Bilbao capellanes para luchar en Oviedo, oyó que alguno le dijo: Tú el primero, que para eso eres el jefe. Tengo testigo.

Pernoctaron en Avilés; algún gudari se dejó en el baño de la casa donde se hospedó la medallita de la Virgen que le había puesto su amachu. Oyeron misa muy devotos, mientras los curas de Avilés, que no habían sido fusilados, se escondían como ratas por la cuenta que les traía. Desfilaron camino de El Escamplero con sus uniformes flamantes y el primer día de entrar en fuego, una bala en el pecho acabó con la vida del Comandante Jefe de Capellanes, José María Corta Uribarren, a quien se le dio solemne entierro por la Gran Vía de Bilbao.

Los más de 30.000 atacantes no sabían que los pocos defensores de Oviedo habían demostrado durante el largo asedio que la ciudad era “invicta”. Pero, señores obispos vascos de hoy, si hubieran tomado Oviedo, ¿qué botín se llevarían en sus conciencias a Bilbao los gudaris y sus capellanes? Se lo voy a asegurar con absoluta certeza: Serían testigos de que los 100 sacerdotes que vivían en Oviedo habrían sido fusilados por los mismos que mataron a 193 sacerdotes en la Asturias roja; serían testigos de que todas las iglesias de Oviedo, incluida la catedral, habrían sido quemadas por los mismos que quemaron las iglesias de Gijón, de Avilés y de las Cuencas mineras. Ese es el botín que, con alegría de locos borrachos de odio a España, llevarían en su conciencia los supercatólicos vascos aliados del Frente Popular.

Entre sus consideraciones, los obispos vascos de hoy nos aseguran: “Deseamos prestar un servicio a la verdad, que es uno de los pilares básicos para construir la justicia , la paz y la reconciliación”; pues dígannos toda la verdad y no reabran heridas por decir sólo verdades a medias; y si tanto interesa la reconciliación, sería interesante que nos dijeran la fecha en que el clero separatista pidió perdón por la desobediencia flagrante a sus obispos uniéndose como cómplices al Frente Popular y sus consecuencias gravísimas de tal desobediencia.

Si nos dicen: “Queremos contribuir a la dignificación de quienes (los 14) han sido olvidados o excluidos y a mitigar el dolor de sus familiares y amigos” lo han podido también demostrar lamentando el olvido y exclusión de los altares de miles de mártires que dieron su vida por la fe sin una sola apostasía, hasta que Juan Pablo II puso empeño en beatificarlos; lo han podido demostrar también presidiendo los funerales de las víctimas de ETA, que hasta que llegó Blázquez a Bilbao, no había obispo que los presidiera, ni mitigara el dolor de sus familiares y proporcionara una caricia a miles de niños huérfanos, víctimas de ETA.

Si nos dicen: “Queremos pedir perdón e invitar a perdonar también nuestras limitaciones no sólo en el pasado sino en el presente”, que nos expliquen porque había tantas dificultades a la hora de encontrar un cura para presidir el funeral de un guardia civil o de un policía asesinado por ETA; que nos expliquen esa extraña Teología de quien se defiende diciendo que “Dios no nos manda amar a todos de la misma manera”.

Totalmente de acuerdo con que “El perdone nuestra ofensas y nos enseñe así a perdonar a los que nos ofenden”, sin excluir que nos dé coraje de soldados cristianos para defender hasta la muerte a Dios y España, frente a los enemigos que, contra toda justicia, pretendían exterminar la Iglesia y convertir nuestra Patria en una colonia o república soviética.

Suscribo la conclusión final de la carta de los obispos vascos de hoy: “Purificando la memoria, sirviendo a la verdad, (se entiende la verdad íntegra)…queremos mirar al pasado, (se entiende no sólo lejano sino también de 40 años para acá con elementos como Arzalluz), para construir un presente y un mañana nuevos” (se entiende con clero joven pletórico de espiritualidad y fervientes católicos vascos al estilo de los eminentes vascos españoles de la historia, desde Ignacio de Loyola a Unamuno, desde Juan de Zumárraga a Zacarías de Vizcarra)

Perdonadme obispos Mújica y Olaechea: no he pretendido interrumpir vuestra visión beatífica de Dios. He salido en defensa de vuestra verdad.

Padre Ángel Garralda

Fuente "Las CRUCES de las ESPADAS"

martes, 4 de agosto de 2009

MEMORIA HISTÓRICA y II

EL TERROR DE LAS CHECAS DEL FRENTE POPULAR

Más de 12.000 asesinados sólo en Madrid, por supuesto sin juicio ni garantías legales

Cistercienses asesinados pertenecientes a la Abadía de Viaceli, Cóbreces (Cantabria)


BARCO PRISIÓN ALFONSO PÉREZ. Santander, 27 de diciembre de 1936. 160 asesinados, entre ellos diez miembros del clero secular y un seminarista, un capuchino, un escolapio y un carmelita




51 claretianos asesinados en Barbastro, Huesca en Julio de 1936


22 Oblatos asesinados en Pozuelo de Alarcón
Daimiel, Ciudad Real. 26 Pasionistas asesinados


Beatos Hnos. Mártires de Almería Septiembre de 1936
Fueron encerrados en prisiones improvisadas, donde fueron sometidos a privaciones, malos tratos y burlas. Los Hermanos Edmigio, Amalio y Valerio fueron asesinados de un balazo en la cabeza y sus cuerpos fueron arrojados en un pozo profundo así como también los cuerpos de los Hermanos Aurelio y José. Los Hermanos Evencio y Teodomiro fueron fusilados cerca de la carretera y sus cuerpos quedaron abandonados allí mismo. Los Obispos y los Hermanos fueron condenados a muerte sin juicio, por el crimen de haber profesado y enseñado la fe católica. El 10 de octubre de 1993 fueron beatificados por el papa Juan Pablo II

Liberio González Nombela y doce compañeros mártires de la Archidiócesis de Toledo

Fotografías de Salesianos asesinados

Fotografía obtenida del cadáver de una religiosa adoratriz, Sor Felisa González

Burlas sacrílegas de los rojos Paracuellos del Jarama, más de 8.000 asesinados

... y tantos y tantos otros...

sábado, 1 de agosto de 2009

LITERATURA CATÓLICA-MES DE AGOSTO


ENSAYO SOBRE EL CATOLICISMO, EL LIBERALISMO Y EL SOCIALISMO (Juan Donoso Cortés)

En este año 2009 se cumple el bicentenario del nacimiento de D. Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. Es ésta una efeméride poco celebrada, pues el personaje no goza de las simpatías del mundo actual. Empero, nosotros sí queremos recordar a este distinguido intelectual español, por tratarse de uno de los grandes hitos del pensamiento católico del siglo XIX, de una mente clarividente en relación con el origen, naturaleza y desarrollo de las fuerza destructivas que dominan la sociedad moderna, tanto más cuanto él mismo procedía de las filas del liberalismo. Donoso Cortés supo descubrir el terrible veneno que encierra esta perversa ideología y supo ver además en la Iglesia Católica el único baluarte firme, no sólo para la salvación de las almas, sino también para organizar en la vida presente una civilización digna de tal nombre, ya que sólo la Iglesia es capaz de reparar nuestras profundas taras derivadas del pecado original. Cual otro San Agustín, Donoso Cortés abjuró de los errores profesados en su juventud para combatirlos en su madurez, desvelando esa misteriosa y profunda pugna que a lo largo de la historia se da entre la Ciudad de Dios y la Cuidad del Hombre.

Concluye el "Ensayo" con una diatriba contra la senda revolucionaria del mundo moderno, enemigo del orden divino: "El mundo ha negado esas leyes vanamente; aspirando a rescatarse de su yugo por su negación, ninguna otra cosa ha conseguido sino hacer su yugo más pesado por medio de las catástrofes, las cuales se proporcionan siempre a la negaciones. (...) Lo que no ha visto ni verá el mundo es que el hombre que huye del orden por la puerta del pecado no vuelva a entrar en él por la de la pena, esa mensajera de Dios que alcanza a todos con sus mensajes".


Pueden hacer su pedido al precio de 17,50 € a :Casa San José 28607 El Álamo (Madrid)