OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

viernes, 30 de julio de 2010

LA VOZ DE LA TRADICIÓN CATÓLICA

SERENIDAD Y FIDELIDAD EN EL COMBATE, A PESAR DE LAS PRUEBAS



Todos nosotros estamos sufriendo una gran prueba, la prueba de la Iglesia, porque hemos de reconocer que es verdad que, finalmente, la situación exterior y en cierto modo jurídica (por lo menos jurídica en el sentido del derecho puramente literal) no es normal. Por ello, no estamos en relación normal con los obispos ni con los sacerdotes que nos rodean y que también realizan un apostolado. Evidentemente, las relaciones con ellos no son las relaciones que deberíamos haber tenido mormalmente en la Iglesia, es decir, relaciones normales con el obispo y con los sacerdotes que nos rodean, con los religiosos, con las religiosas, con una buena parte de los fieles, ¡y con la propia Roma! Es una prueba espantosa y horrible, porque no se trata de algo normal.

En este período de confusión, evitemos adoptar posturas extremadas que no corresponden a la realidad sino a prejuicios que inquietan inútilmente a las conciencias sin esclarecerlas. Evitemos el celo amargo que condena San Pío X en su primera encíclica: "Para que el trabajo y los desvelos de la enseñanza produzcan los esperados frutos y en todos se forme Cristo... nada es más eficaz que la caridad. Pues el Señor <> (3 Rey 19,11). Es un error esperar atraer las almas a Dios con celo amargo: es más, increpar con acritud los errores, reprender con vehemencia los vicios, a veces es más dañoso que útil. Es verdad que el Apóstol exhortaba a Timoteo: "Arguye, exige, increpa". pero añadía, "con toda paciencia" (2 Tim 4, 2). También en esto Cristo nos dio ejemplo: "Venid" (así leemos que Él dijo), "venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados y Yo os aliviaré" (S. Mat. 11, 28). Entendía por los que trabajaban y estaban cargados no otros sino a quienes están dominados por el pecado y por el error. ¡Cuánta mansedumbre en aquel Divino Maestro! ¡Qué suavidad y qué misericordia con los atormentados!"

Por eso nos resulta imposible aprobar la actitud de los que sólo tienen palabras amargas sobre su prójimo, al que juzgan temerariamente, sembrando así la división entre los que sostienen el mismo combate.

También es cierto que no podemos comprender a los que debilitan y disgregan las energías morales y espirituales, disminuyendo la importancia de la oración y de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, siendo débiles en el combate espiritual, dispuesto siempre a compromisos, y prefiriendo agradar a los hombres más que a Dios. Estos no son los herederos de los mártires, pues prefieren sacrificar la verdad y a Nuestro Señor antes que desagradar a los perseguidores, sobre todo si estos último son dignidades de la Iglesia.

¡Cómo desearía que la Hermandad no se deje tentar ni por la primera ni por la segunda tendencia! Seamos católicos, verdaderos cristianos e imitadores de Nuestro Señor, que derramó su sangre para la gloria de su Padre y la salvación de sus hermanos. Mantengamos nuestra almas en la paciencia, dulzura, humildad, y también en la fuerza y firmeza de la fe.

No podemos se sacerdotes a medias. No podemos tener una vocación vacilante. Para llevar a cabo este combate y esta cruzada se requieren hombres que tengan convicciones profundas, la fe y la caridad. Hacen falta hombres dispuesto a darlo todo para concurrir al reinado de la victoria de Nuestro Señor Jesucristo.

Estáis viviendo en una época en la que hay que ser o héroes o nada. Podéis elegir: o abandonar el combate o combatir con héroes. Os hacen falta, pues, virtudes de héroes. No podéis tergiversar, o en tal caso caeréis en los primeros combates y no resistiréis a los múltiples ataques del demonio. Ved cómo el demonio, incluso en el interior de la Hermandad, intenta por todos los medios dividirnos, corrompernos y disminuir nuestras fuerzas. Con mucha habilidad, logra crear oposiciones y divisiones para dividir nuestra fuerzas.

Os conjuro a permanecer unidos a la Sede de Pedor, a la Iglesia romana, madre y maestra de todas las Iglesias, en la fe católica íntegra, expresada, en los símbolos de la fe, en el catecismo del concilio de Trento, conforme a lo que se os ha enseñado en vuestro seminario. Permaneced fieles a la transmisión de esta fe para que llegue el reino de Nuestro Señor.

Además, sois sacerdotes de la Hermandad, en la Hermandad y para la Hermandad. Permaneced fieles a esta sociedad que ha sido realmente bendecida por Dios, ¡está claro! ¡es evidente! Es imposible que Dios no haya bendecido todos estos seminarios, prioratos y escuelas. Así que, pedidle que guarde el espíritu que se os ha impartido en vuestro seminario. No os apartéis de esta senda si queréis proseguir el buen combate al que Dios os invita. Este buen combate os santificará, porque en el combate de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, combate mediante el cual Él alcanzó la victoria. Continuáis este combate, primeramente por vosotros mismo, para santificaros personalmente, y también para santificar a los demás. La Cruz que está ante vuestros ojos en la Misa y que continúa el sacrificio del Calvario, constituye vuestro programa.

Así que, queridos amigos, sed fieles. La gente os espera. Nuestro Señor quiere que vayáis a mostrar ejemplo de santidad y a predicar el Evangelio. Quiere que dispenséis la fe y las demás virtudes sobrenaturales a las almas, almas que sufren y mueren de hambre y de sed. Contamos con vosotros.

Vais a continuar lo que la Iglesia ha hacho siempre en todos los órdenes: en la liturgia, en la teología, en la filosofía, en la espiritualidad, en la dirección de las almas y en el apostolado, a los largo de todo vuestro ministerio. La gente volverá a encontrar y reconocer en vosotros a sacerdotes de la Santa Iglesia Católica Romana de siempre. Esto es lo que constituye nuestra fuerza y lo que confirma lo correcto de nuestra postura.

Sed hijos verdaderos de la Santa Iglesia Católica. No temamos nada, ni las persecuciones, ni el desprecio, ni todas las palabras que puedan decirse contra nosotros porque somos dignos hijos de la Iglesia Católica. No tengamos miedo, pues Dios está con nosotros. Nuestro Señor Jesucristo, lo mismo que la Santísima Virgen, están con nosotros. Pidamos su ayuda a la Santísima Virgen, para que Ella nos ayude a honrar a su Divino Hijo tal como desea. Que Ella nos haga fuertes en la persecución, frente al ostracismo del que somo objeto en todas partes y de parte de nuestros pastores, que, al contrario, deberían felicitarnos y ayudarnos a mantener la Fe Católica.




Mons. Marcel Lefebvre


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