¡Oh Eterno Padre! Permíteme ofrecerte el Corazón de Jesús,
tu Hijo amantísimo, como Él mismo se te ofrece en el Santo Sacrificio del
altar. Acepta, si te place, por mí esta ofrenda; acepta todos los deseos, los
sentimientos, los afectos, los movimientos y actos de su Corazón Sacrosanto.
Todos son míos porque Él los sacrifica por mí, y protesto no tener en el futuro
otros deseos que los suyos. Recíbelos en satisfacción por mis pecados y en
agradecimiento por tus beneficios; recíbelos para concederme, en virtud de sus
méritos, todas las gracias que necesito, principalmente la de la perseverancia
final. Recíbelos como otros tantos actos de amor, de adoración, de alabanza,
que ofrezco a tu Majestad Divina, pues sólo con ellos eres dignamente honrado y
glorificado.
¡Dios mío! Te ofrezco a tu amado Hijo en agradecimiento por
el bien que me haces, como petición, ofrecimiento, adoración mía, y como mi
todo. Recíbelo, ¡oh Padre Eterno!, por todo lo que de mí deseas, pues nada
digno tengo para ofrecerte, sino Aquél de quién con tanto amor me concedes
gozar.
Santa Margarita María
de Alacoque
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