OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

martes, 9 de noviembre de 2010

LA EVASIÓN DE LA VIDA Y DE SUS SUFRIMIENTOS, I


"Yo soy el señor y dispongo de lo que poseo completamente como quiero, y aun cuando no me he dado el ser a mí mismo, con todo tengo derecho a quitarme la vida, si yo quiero". Así piensa y habla y obra el hombre moderno. Y así registran, casi cada día, nuestros periódicos, tragedias de negocio, amor y familia, en las que el juez humano no raras veces se encuentra con el chasco de que el delincuente ha puesto fin a su propia vida. Casi endémicas son ya aquellas tragedias amorosas donde primero la "dama o el héroe de sus pensamientos" es envenenado o muerto de un tiro, para tener después la comparte el mismo finiquito novelesco.

En tanto que en la Edad Media se daban pocos suicidios, puede hablarse hoy de un verdadero y horroroso flujo de ellos y es espantoso ver cuántos especialmente jóvenes, desaparecen voluntariamente de la vida. Y para poner a este síntoma de bancarrota espiritual una etiqueta algo más limpia, no la registra ya la prensa, como suicidio, sino "freitod" (muerte libre). ¡Cuánto se ha pecado a nombre de la libertad! Y atrévense a calificar el suicidio por muerte elegida libremente, donde en personas físicamente normales no es más que un acto de desesperación o de mera huida ante la pena, el castigo o la expiación.

Desde luego que de la significación de la frecuencia de suicidios no pretendo yo sacar ninguna inmediata conclusión para con los casos particulares, y que no se debe, por decirlo así, tirar piedras a la sepultura de esos infelices que así han obrado en un momento de turbación espiritual. Sobre todo, vale aquí aquello del Salvador: "No juzguéis y no seréis juzgados".

El total de suicidios es tan elevado, que absolutamente jamás podrá imputarse a enfermedad espiritual, antes trátase aquí con toda seguridad de falta de valor para vivir.

En tiempos de mis estudios discutíase mucho sobre el problema de la libertad de la voluntad humana y precisamente con motivo del siempre igualmente repetido número de suicidios. Hoy día, holgaría ya tal discusión, pues la creciente cifra de suicidios desmiente a los impugnadores del libre albedrío. El número de suicidios fue, en el siglo XIX, diverso según los países, aunque por desgracia permaneció constante. Ya en el último decenio del siglo XIX, subieron los suicidios en los Estados occidentales de Europa.

Actualmente desaparecen así voluntariamente de la vida anualmente en los Estados cultos unos 100.000 hombres, y aun cuando no aumentará esta cifra, a la que no debería jamás haberse llegado, arrojaría un total de diez millones de suicidios en el siglo XX; pérdida de hombres, poco más o menos, igual a la causada por la guerra mundial.

Puede aducirse como causa segura de esta triste realidad, la creciente irreligiosidad. No se saca, es verdad, antes de suicidarse la fe de bautismo, pero también lo es que la vida religiosa es escudo contra la suicidiomanía. Esto no lo dice un ultramontano, sino Masaryk, el cual, como profesor de Hochschule (politécnica), en una disertación sobre "Suicidio como manifestación de las masas", escribe: "La inteligencia y la moralidad no se modelan y perfeccionan del mismo modo; somos demasiados prudentes para el bien, demasiados malos para ser del todo prudentes. El aspecto que ofrece el mundo y la vida no es del todo armónico, no lo bastante bueno y hermoso para hacernos y conservarnos agradable la vida. Digámoslo breve y claro: la medianía intelectual y moral es la principal causa del moderno tedio de la vida. Nuestra medianía nos da una falsa medida de la felicidad y contento terrestres; nuestra medianía nos amarga los frutos de nuestro progreso en todos los ramos de la vida práctica; nuestra medianía suministra año tras año incalculables víctimas al suicidio. Esta medianía intelectual e inconsciencia moral aparece como irreligiosidad y así tenemos en definitiva que la moderna tendencia suicida tiene su causa apropiada en la IRRELIGIOSIDAD DE NUESTRO TIEMPO"

Quizás algún lector racionalista frunza el ceño cuando a opinión de Masaryk, a los cual puedo oponer la voz de última hora, a saber, del doctor en medicina israelita Eugenio Neter, de Mannheim, que en el periódico "Auslese", acerca de un reproche de que los judíos no tenían el valor suficiente para el suicidio, se expresaba así: "La afirmación de que el suicidio entre los judíos ocurría raras veces, contrasta por desgracia con la realidad, y en el año 1926 la suma de los suicidios judíos llega en Prusia al doble del porcentaje correspondiente a toda la población".

"Una cosa hay cierta: en tanto que los judíos vivían firmes en le fe conforme a su ley, observábanla en cuanto prohibe terminantemente el suicidio y era éste una cosa extremadamente raro entre ellos, tanto como entre los buenos creyentes cristianos. A medida que se aflojaron los lazos religiosos, tomaron cuerpo las cifras de suicidios entre los judíos como entre los cristianos, por debilitarse de un modo semejante el freno religioso".


Del libro "LA CRISIS DE NUESTRA CULTURA" de F. Buomberger. Traducido del alemán por R.P. José Muñero S. J.

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