OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL ESPÍRITU DE CRUZADA DE LOS PAPAS BORGIA, II

“Yo, Calixto III, prometo y hago voto a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; a la siempre Virgen Madre de Dios, a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y a todos los ejércitos celestiales, de emplearlo todo, según mis fuerzas, y si necesario fuese, aun con el ofrecimiento de mi propia sangre, para recobrar Constantinopla, que en castigo de los pecados del mundo ha sido conquistada y destruida por el enemigo del Salvador… Y para librar además a los cristianos que se consumen en la esclavitud, enaltecer la verdadera fe y borrar en Oriente la secta de Mahoma… Así Dios me ayude y su Santo Evangelio. Amén”

EL VOTO SOLEMNE DEL PAPA CALIXTO III

Calixto III estaba profundamente sensibilizado con el expansionismo otomano que, después de tomar Constantinopla, amenazaba Albania, Servia y Hungría, así como el Mediterráneo Oriental. El nuevo Papa proclamaba que quería ser el “amparador y campeón de la Cristiandad contra el turco”. Con este propósito inauguró su pontificado suscribiendo un voto solemne, cuyos ecos resonaron por todo el orbe católico. A las pocas semanas de su elección, Calixto III publicaba la bula de Cruzada. Sin embargo, la respuesta de los príncipes cristianos es prácticamente nula. A su costa, sacrificando del tesoro pontificio, arma una escuadra con la que socorre los territorios aún cristianos en el Egeo (Rodas, Chíos, Lesbos, Samotracia,…), pero no llega a conseguir resultados decisivos contra los infieles.

LA VICTORIA DE BELGRADO

En el verano de 1456, el sultán turco Mohammed II concentra una impresionante fuerza militar, compuesta de 150.000 hombres y 300 cañones, para tomar Belgrado, antemural de Viena. La noticia colma de angustia al anciano Papa. Entonces, dirige una solemne bula a todos los patriarcas, obispos y abades de la Cristiandad, exhortándoles a la oración, al ayuno y a la penitencia. Todos los domingos deberían realizar en las distintas poblaciones una procesión de rogativas para conjurar el peligro turco, celebrándose además la misa “contra paganos”. Asimismo, manda añadir esta plegaria: “Omnipotente y Sempiterno Dios, en cuya mano están los derechos de todos los imperios, protege a la Cristiandad para que los infieles que confían en sus propias fuerzas sean aniquilados por tu poder”. Mientras truenan en Belgrado los cañones, replican a diario las campanas del orbe cristiano para que, por disposición pontificia y previa concesión de indulgencias, se recen 3 Padrenuestros y Avemarías por el triunfo de las armas cristianas en las orillas del Danubio.

El Cardenal Español Juan de Carvajal, en su condición de legado pontificio, logra movilizar al noble húngaro Juan Corvino (Hunyades) y a San Juan de Capistrano, fraile franciscano muy austero y gran predicador; entre los tres, logran reunir un ejército de 70.000 hombres que rompe el férreo cerco truco sobre Belgrado, dejando libre Danubio en la mañana del 21 de julio. Pero el sultán consigue reagrupar sus tropas por la tarde y se lanza contra las murallas de Belgrado, que ya estaban muy horadadas por su artillería. El combate es muy reñido, Corvino ejecuta una serie de proezas, como el arrebatar piezas de artillería el enemigo para disparar contra la caballería. Al caer la tarde, los otomanos comienzan a ceder; su sultán pierde un ojo en la refriega y ordena la retirada. “Gloria a Dios en las alturas (escribe San Juan Capistrano a Calixto III). Hemos triunfado por la misericordia de Dios. El combate fue rudo. Yo mismo tuve que lanzarme el campo en un momento de indecisión terrible. Clamé con la Cruz en alto, reanimé a los que vacilaban y al Dios de los ejecitos nos dio la victoria”.

El botín de armas y cañones que recogen los cristianos es incontable, la alegría, desbordante (Calixto III calificó la victoria como el suceso más feliz de su vida) y el optimismo aún mayor (San Juan de Capistrano solicita ayuda adicional al Papa, prometiendo celebrar la misa de Navidad en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén). Calixto III instituye la fiesta de la Transfiguración en honor de esta victoria, tomando como fecha el 6 de agosto, día en que llegó a Roma precisamente la noticia de tan señalado triunfo sobre los enemigos de la fe. (Continuará…)

Julio Melones Espolio

Fuente “Tradición Católica”, nº 209, enero-febrero 2007

1 comentario:

  1. Lo suyo sería llamarles como realmente se llaman, en castellano: los Borja.

    Saludos

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