SIN VELAS Y SIN REMOS VUELVE UNA BARCA AL PUERTO POR INTERCESIÓN DE SAN ANTONIO
En el puerto de Setúbal, ciudad de Portugal, están amarradas una multitud de barcas.
En los días de calma es agradable contemplar su monótono balance, como cunas donde durmiesen los genios misteriosos del mar. Pero aquel día la tempestad se levantó amenazadora. Más de seis embarcaciones naufragaron en el mar, y las que estaban al amparo del puerto sufrieron también los vaivenes del oleaje.
Un pobre pescador, cuya única riqueza era una humilde barquichuela, vio cómo aquel día las aguas tumultuosas se la arrebataron. ¡La marra había fallado y no había solución!
-¡Adiós, barquita mía- se le oyó decir-. Ya no te volveré a ver!.
Y allí estuvo junto a las aguas movibles, como una estatua de dolor, contemplando su barca que desaparecía para siempre. Aún permaneció un poco más. Después... los brazos se le cayeron como si fueran de plomo y los ojos se le humedecieron. Miró por última vez al mar, como se mira a un enemigo que nos ha vencido, y se volvió a su casa.
Al entrar en ella, vio la imagen de San Antonio, aquella imagen a la que tantas veces había rezado y de la que tantos favores había conseguido. Al verla, no pudo menos de sentir un movimiento de esperanza. Se puso de rodillas y, con todo el fervor de su corazón, hizo esta súplica:-Glorioso Santo mío: Tú bien sabes la pena que me tortura. Ahora perdida mi barca para siempre, no me queda otro remedio que echarme a pedir o morirme de hambre. Tú siempre has sido generoso para conmigo; selo en esta ocasión.
Terminada la plegaría salió, como de costumbre, camino del mar, llevado por esa misteriosa fuerza que engendra la costumbre.
Se detuvo en el acantilado, miró a lo lejos, y sus ojos descubrieron una barca que venía tranquilamente sin velas ni remos, en dirección hacia él. Un rayo de esperanza brilló en su corazón. Cuando estuvo más cerca de la barca, vio en ella de pie a un religioso franciscano con las manos juntas y sonriente.
¡Aquella barca era la suya y el religioso que la guiaba, su protector San Antonio! Quedó la barca junto a la arena, y el piadosa pescador, de rodillas junto a ella, dio gracias a San Antonio por tan señalado favor.
Del libro "Milagros de San Antonio" de Fray Antonio Corredor García O.F.M.
(Pidamos a este Gran Santo, que ayude a nuestra barca, con buenos vientos, para que no zozobre y que lleguemos a santo puerto)
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