OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

jueves, 10 de noviembre de 2011

PARA MEDITAR LOS VIERNES

Pópule meus... Ego te potávi aqua salútis de petra: et tu me potásti felle et acéto

Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro; mi corazón late fuertemente y delira de amor. Dime, ¿dónde estás? Ángel mío, llévame a casa de Caifás. Busco por todos lados y por más que doy vueltas no te encuentro. Amor mío, date prisa, mueve con tus manos las cadenas con las que tienes atado mi corazón al tuyo para atraerme a ti y poder emprender el vuelo para ir a arrojarme a tus brazos. Herido por mi voz y queriendo mi compañía, siento que me atraes y me doy cuenta de que te han puesto en la prisión... Mi corazón, mientras por una parte exulta de alegría por haberte encontrado, por otra parte se siente herido por el dolor de ver hasta qué estado te han reducido.

Te veo con las manos atadas por atrás en una columna; los pies inmovilizados y atados; tu santísimo rostro todo golpeado, hinchado y ensangrentado por las terribles bofetadas que has recibido; tus ojos santísimos amoratados, con la mirada cansada y apagada por la vela; tus cabellos todos desordenados; tu santísima persona toda golpeada...; y a todo esto hay que añadir que no puedes hacer nada para ayudarte y limpiarte porque estás atado. Y yo, ¡oh Jesús mío!, llorando y abrazándome a tus pies, digo: ¡Ay, a qué estado te han reducido, oh Jesús mío!

Afligido Jesús mío, beso tus ojos llenos de lágrimas y de tristeza, y teniendo atadas las manos a la columna no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos que te cubren el rostro; además, siendo insoportable la postura en la que te han dejado, no puedes cerrar los ojos para descansar al menos por un poco. ¡Amor mío, cómo quisiera hacerte con mis brazos un lecho para que pudieras reposar! Quiero secarte los ojos y pedirte perdón, ofreciéndote una reparación por todas las veces que no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte para ver qué es lo que querías de nosotros, qué es lo que debíamos hacer y a dónde querías que fuéramos; y en tus ojos quiero fundir los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar con tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con la vista.


Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que fundiéndome en tu Corazón, encierre todos los afectos, los latidos y los deseos de todas las criaturas para repararlos contigo y darles a todos tus afectos, los latidos de tu Corazón y tus deseos, para que nadie vuelva a ofenderte.

Pero siento en mis oídos el ruido de unas llaves, son tus enemigos que vienen a sacarte de la cárcel. Jesús, yo tiemblo, me siento horrorizada ya que estarás de nuevo en manos de tus enemigos. ¿Qué va a ser de ti? Me parece oír también el ruido de las llaves que abren los Sagrarios. ¡Cuántas manos profanadoras los abren y tal vez para hacerte descender en corazones sacrílegos! ¡En cuántas manos indignas te ves forzado a estar! Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme en todas tus prisiones de amor, para poder estar ahí cuando tus ministros te sacan y hacerte compañía y repararte por todas las ofensas que puedas recibir.

Veo que tus enemigos están llegando. Y tú, saludas al sol que amanece en el último día de tu vida; y ellos, al desatarte, viéndote lleno de majestad y sintiendo tu mirada llena de amor, en pago te cubren el rostro de bofetadas tan fuertes que de inmediato se enrojece con tu preciosísima sangre.

Amor mío, antes de que salgas de la prisión, en mi dolor, te suplico que me bendigas para poder tener la fuerza de seguirte en todo lo que falta de tu pasión.

Encadenado Jesús mío, tú te hiciste prisionero por amor a mí; yo te pido que encierres en ti mi mente, mi lengua, mi corazón y todo mi ser, para que yo ya no tenga libertad alguna y tú puedas tener el dominio absoluto sobre mí

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