OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

viernes, 23 de octubre de 2009

TU ES SACERDOS IN AETERNUM SECUNDUM ORDINEM MELCHISEDECH


El mundo necesita al sacerdote; el mundo no puede subsistir sin el sacerdote y el sacerdote debe manifestarse. No tiene derecho a ocultar su "carácter". Es sacerdote desde la mañana hasta la noche, las veinticuatro horas de su jornada es sacerdote. En cualquier momento, le pueden llamar para confesar, para dar la extremaunción o para aconsejar a algún alma en perdición. El sacerdote debe estar presente. Por consiguiente, profanarse, no tener fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote, el final del sacerdocio; y a ello estamos llegando. No hay que extrañarse de que los seminarios estén vacíos. ¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? De nuevo aquí, hay que apelar a la fe. Si se pierde la fe en el sacerdocio, si se pierde esa noción de que el sacerdote está hecho para el Sacrificio único que es el Sacrificio de Nuestro Señor, se pierde al mismo tiempo el sentido del celibato. No hay razón ya para que el sacerdote se quede soltero. Nos dicen "el sacerdote está ocupado, su papel le absorbe de tal forma, que no puede tener la preocupación de un hogar". Pero ese argumento no tiene sentido. El médico está tan ocupado como el sacerdote si tiene verdaderamente vocación de médico, si es un verdadero médico, ya le llamen de noche como de día, tiene que estar presente para atender a los que le pidan que acuda en su ayuda y, por consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede tener tiempo para acuparse de su mujer y de sus hijos. Así, pues, no tiene sentido el decir que el sacerdote está tan ocupado que no podría cargar con un hogar. La razón profunda del celibato sacerdotal no está ahí; la verdadera razón del celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hizo que la Santísima Virgen María haya seguido siendo Virgen; porque llevó a Nuestro Señor en su seno. Por ello era justo y conveniente que fuese y permaneciese Virgen. De la misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la Consagración hace, él también, venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios, ser espiritual, espíritu ante todo, que es bueno, y justo, y eminentemente conveniente, que el sacerdote sea virgen y permanezca soltero. He ahí la razón fundamental: porque el sacerdote ha recibido el "carácter" que le permite pronunciar las palabras de la Consagración y hacer bajar a Nuestro Señor sobre la tierra para dárselo a los demás. He aquí la razón de la virginidad, Pero entonces -me diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en Oriente? Pues es una tolerancia, no os dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacerdotes orientales, un obispo no puede estar casado. Todos los que tienen funciones de alguna importancia en el clero oriental no pueden estar casados. Es, pues, "una simple tolerancia"; y no es una concepción que el mismo clero oriental tiene de ello. Porque él también venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si han vivido junto a sus esposas, los apóstoles dejaron de "conocerlas". Porque, si no ¿a quién se dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: "si queréis ser mis discípulos, abandonadlo todo, abandonad a vuestra esposas?"


Mons. Marcel Lefebvre

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