OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

sábado, 2 de enero de 2010

DISCURSO A LOS JÓVENES III - LA AVARICIA (SAN BASILIO)


ESTUDIAR LAS OBRAS QUE CELEBRAN LA VIRTUD (CAPITULO V)

Y puesto que por la virtud es por donde hemos de alcanzar el tesoro de la verdadera vida, y que con frecuencia en los poetas y historiadores y mucho más todavía en los filósofos se celebra y pondera la virtud, debemos, por lo tanto, dirigir principalmente a esta clase de pasajes nuestra mayor atención. Porque no es de pequeña ventaja el que vaya naciendo en el alma de los jóvenes una como familiaridad con la virtud, pues, las enseñanzas que se reciben en esa tierna edad se imprimen profundamente en el alma y no se borran jamás.

¿Qué otro motivo, según nuestro parecer, pudo haber tenido Hesíodo cuando escribía estos versos que andan en boca de todos, sino el de impulsar a los jóvenes a la virtud?

"Aspera al comienzo, de acceso difícil, llena de sudores y de esfuerzos repetidos, tal es la ruta por la cual se asciende a la virtud"

Por eso, no es dado a todos el internarse en este camino, a causa de su aspereza, ni, una vez adentro, escalar fácilmente la cumbre. Mas una vez arriba, se puede ver cómo la senda era llana y hermosa, cómo fácil y realizable, y mucho más agradable que aquella otra que conduce al vicio, y en la cual, como dice este mismo poeta, se entra en tropel a causa de hallarse siempre a nuestro lado.

A mí me parece que el poeta no se ha propuesto otra cosa sino exhortarnos a la virtud e invitarnos a ser buenos; nos impele a no desistir de alcanzar la meta si se hubiese cedido ante las difilcultades.

Del mismo modo, si algún otro poeta hubiese entonado, de manera análoga, un himno a la virtud tratando con sus palabras de alcanzar el mismo propósito que nosotros, debemos acogerlas gustosamente.

Por otra parte, he oído decir a un hombre hábil en penetrar el pensamiento de los poetas, que para Homero toda poesía es un elogio a la virtud, y que en él, excepto lo accesorio, todo tiende a ese fin. Se aprecia especialmente esta cualidad en aquellos versos con los cuales el poeta nos describe al jefe de los cefalonios, salvado desnudo del naufragio; y no obstante, desde el primer momento, lejos de tener que avergonzarse, inspira respeto a la princesa misma, cubierto por el poeta con el ropaje de la virtud. De tal manera, que los demás feacianos conciben tanta estima por él que, despreciando la molicie en que vivían, puestos los ojos en él, de deciden a imitarlo; en aquellos momentos ni uno solo de ellos aspira a ser más que un Ulises, y Ulises sobreviviente del naufragio.

En estos versos, afirma el intérprete del pensamiento del poeta, Homero en cierto modo nos dice:

"¡Oh hombres!, debéis cultivar una virtud que triunfe del naufragio y, una vez en tierra, aunque desnudos, os haga aparecer más nobles y dichosos que los mismos feacianos".

Y esto es bien cierto. Los bienes materiales no pertenecen más a su dueño que a un extraño cualquiera; van de un lado a otro como los dados en el juego. Tan sólo la virtud, entre todas la riquezas, es imperecedera; ella perdura a través de la vida y más allá de la muerte.

Paréceme también que ésta es la razón que hacía decir a Solón, dirigiéndose a los ricos, esta sentencia:

"Entre nosotros y ellos nunca habrá intercambio, pues no lo hay entre nuestra virtud y su fortuna; porque la primera es siempre constante, mientras que las riquezas son ya de un hombre, ya de otro."

Idea semejante es la expresada por Teoñis cuando afirma que un dios, cualquiera de entre ellos, puede inclinar el platillo de la fortuna humana, ora de un lado, ora de otro: "ya son ricos, ya nada poseen".

También el sofista de Keos, en alguna parte de sus escritos, diserta de manera parecida sobre la virtud y el vicio. Merece nuestra atención, pues no es hombre que se deba desdeñar.

Éste es su relato, más o menos, pues no recuerdo sus mismas palabras sino tan sólo sus pensamientos. Sé que se expresó de una manera sencilla; así y no en verso. Cuenta que Heracles, joven aún, quizás de vuestra misma edad, estaba perplejo ente dos caminos sin saber cuál elegir; si aquel que por el esfuerzo conduce a la virtud, o el otro más fácil de los placeres. Se le acercaron entonces dos mujeres: eran la virtud y el vicio. De inmediato, a pensar del silencio que guardaban, advirtió por su parte la diferencia. Porque una aparecía bella gracias a los aceites; languidecía por la molicie y presidía todo un enjambre de voluptuasidades que exhibía ofreciendo todavía mucho más, tratando de este modo de ganarse a Heracles para ella. La otra estaba macilenta y sin adornos; con la mirada fija, hablaba un lenguaje muy distinto. No le ofrecía, por ejemplo, ni descanso ni placeres, sino sudores, fatigas y peligros sin medida y por todas partes, tanto en la tierra como en el mar. Pero, en recompensa, él llegaría a ser un dios. Y he de terminar con las mismas palabras del sofista:

"Y bien; ¡a ella Heracles la siguió hasta la muerte!"

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