OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

lunes, 8 de febrero de 2010

DISCURSO A LOS JÓVENES VI - LA AVARICIA (SAN BASILIO)


PREEMINENCIA DE LO ESPIRITUAL (CAPÍTULO IX)

Alguien preguntará, ¿qué hemos, pues, de hacer?

¿Y qué otra cosa sino cuidar nuestra alma con preferencia a todo lo demás?

Por tanto, luchemos por no ser esclavos del cuerpo. Es al alma, a la que hay que procurarle todo lo mejor, y así liberarla por medio del amor a la sabiduría, de aquella prisión, de aquel lazo que la ata a las pasiones del cuerpo. Más, poner simultáneamente al mismo cuerpo en condiciones de dominar sus pasiones. Al cuerpo administrarle tan sólo lo necesario, no lo más agradable como hacen todos aquellos que sueñan en tener grandes comodidades y buena cocina, y que para conseguirlas rebuscan por toda la tierra y por todo el mar, como esclavos de un amo cruel, viviendo llenos de inquietudes, víctimas de unos tormentos comparables a los de los condenados en el infierno. Todo lo cual es como cardar lana para el fuego, llevar agua en una criba, sacar de un pozo para llenar un tonel sin fondo. ¡Nunca ven fin de sus fatigas!

Así también, la excesiva preocupación por e cabello y el vestuario hace a los hombres infelices o, de acuerdo al dicho de Diógenes, como condenados. De tal manera que el ser y tener fama de afeminado, os lo declaro, debe pareceros tan vergonzoso como prostituirse o atentar contra el tálamo ajeno.

Para un hombre inteligente, ¿qué importancia puede darle el cubrirse con una túnica fina o con un vestido ordinario, si se halla protegido contra el frío o del calor?

Y dígase lo mismo con respecto a lo demás. No hay que afligirse por conseguir la abundancia; basta lo necesario. Ni hay porqué dar al cuerpo más de lo exigido por el bien del alma. Para todo hombre, que merezca este nombre, no es menos vergonzoso el buscar afeites y tratar de componerse y presumir de elegante, que el abandonarse con bajeza a otra cualquier pasión.

De hecho, el dedicarse con todo afán a que el cuerpo disfrute de todo bienestar posible, es desconocerse uno a sí mismo y no entender esta precavida máxima: "No es lo que se ve lo que constituye al hombre, sino que es necesario alcanzar una sabiduría superior, mediante la cual cada uno llegará a saber quién es". Esto, para los que no han purificado su espíritu, es mucho más difícil que para los ojos legañosos mirar al sol.

La purificación del alma (para decíroslo de un vez y en forma suficiente) consiste en tratar con desprecio los planes que nos llegan por los sentidos, en no alimentar los ojos con apariencias ni con vacías exhibiciones, o con espectáculos de cuerpos que clavan el aguijón de la lujuria; ni permitir que por los oídos se inocule en las almas melodías corruptas. Porque las pasiones, hijas de la grosería y de la abyección, nacen por la influencia de esta clase de músicas. Por el contrario, aquella otra música debemos buscar que vale más y que lleva a lo mejor, y que sirvió a David, el poeta de los himnos sagrados, para arrancar del rey la locura.

También se cuenta de Pitágoras que habiendo encontrado ebrios a algunos libertinos, ordenó al tañedor de flauta que daba tono de orgía, a cambiar el aire y a sustituirlo por el modo dórico, entonces aquellos, bajo el efecto de la nueva música, se recobraron de tal manera que arrojadas las coronas, llenos de confusión se retiraron del banquete. Otros al revés, al son de la flauta enloquecen hasta el frenesí, como los coribantes y las bacantes.

¡Tanta es la diferencia que hay entre dejarse invadir por una música honesta o por una licenciosa!

De las que ahora están de moda, debéis alejaros como de la cosa más sucia.

Me ruboriza al pensar que deba prohibiros esos perfumes que vaporizados en el aire llevan la voluptuosidad al olfato, o esos ungüentos con los que algunos se perfuman.

¿Y qué decir acerca de la obligación de no buscar los placeres del tacto y del gusto? Ellos constriñen a sus seguidores a vivir como animales, agachados sobre vientre y lo de más abajo.

En una palabra, se debe dominar totalmente al cuerpo, si uno no quiere dejarse arrastrar hacia los vicios, como a un cenagal;o bien, se lo debe atender en aquella medida que pueda servirnos como ayudante para alcanzar el amor a la sabiduría, como dice Platón hablando casi igual que Pablo, el cual nos advierte de alejar el pecado del cuerpo para no tener que obedecer a sus concupiscencias.

¿Qué diferencia habrá entonces entre los que descuidan el alma como si nada valiera por complacer el cuerpo, que tan sólo es instrumento de ella, y aquellos otros que se dedican a cuidar sus herramientas sin realizar ninguna obra que las haga útiles?

De donde se sigue que hay que dominar al cuerpo y contener sus asaltos como los de una bestia feroz, y usar de la razón como de un látigo para calmar las rebeliones que provoca en el alma, en vez de darle rienda suelta hacia los placeres si no queremos ver a nuestra inteligencia arrebatada por la violencia como un cochero arrastrado por caballos indómitos que han cedido a su furia.

Aquí vale recordar lo que dijo Pitágoras a uno de sus discípulos que estaba poniéndose gordo por las comodidades y la buena mesa: ¿Cuándo vas a dejar de hacer más dura tu propia cárcel?".

Por la misma razón también Platón, según se dice, en previsión a los perjuicios que causa el cuerpo, se estableció adrede en la Academia, región malsana del Ática,a fin de disminuir a su cuerpo cualquier exceso de delicadeza, como se poda en la viña la vegetación superflua.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario