OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

martes, 16 de febrero de 2010

NUESTROS MÁRTIRES

LUISA MEGINO ZOPICO

La Santera del Santuario de la Virgen de la Antigua, patrona de Guadalajara, conocida por la gente como la Megina, apodo relativo a su primer apellido, había nacido el 17 de noviembre de 1879 en Guadalajara. El único título que poseyó y fue su gloria fue el de defender a la Virgen y su Santuario. De ella, mujer de temple, hecha al sufrimiento por su extrema pobreza, cuentan que vivía de las lismonas que le daban los devotos y los cofrades de la Hermandad de la Virgen de la Antigua. Es la persona que mayor beneficio hizo al Santuario, y por ende, a nuestra Patrona, durante los aciagos días de la Guerra Civil.

Luisa se dedicaba al servicio del Santuario y de su imagen, lo tenía arreglado, recogía las limosnas de los hermanos, yendo al domicilio de ellos a buscar esa caridad, y pasando, de casa en casa, la capilla que contenía un busto de la Virgen en tamaño reducido. Con estas pequeñas limosnas y su trabajo, mantenía las necesidades diarias del Santuario. Noticias llegadas hasta nosotros relatan que era muy conocida en la ciudad por este servicio a la Señora de la Antigua. Se la quería entrañablemente por lo que hacía y por su profunda devoción a la Virgen.

El hecho es que el 22 de julio de 1936, recién comenzada la guerra, un grupo de milicianos de los que tomaron la ciudad se dirigió a la iglesia de la Antigua profiriendo voces y gritos. Al llegar a la puerta del Santuario, golpearon para que les abrieran; y no encontraron respuesta, rociaron alrededor todo el Santuario con gasolina para quemarlo. Apareció en la puerta Luisa, pobre en recursos y rica en amor, que adivinó la intención que ello traían. Increparon a la santera que les abriese; ella les preguntó para qué; ellos, que querían entrar. Clamó la voz de Luisa: Para entrar tendréis que matarme. La respuesta fueron las balas.

Lo que pasó después es algo misterioso. No se sabe por qué motivo, si porque alguno la conocía como mujer pobre y del pueblo, o por otra razón a la que no alcanzamos, las hordas se dividieron entre sí, discutieron y estuvieron a punto de llegar a las armas entre ellos y se fueron del lugar. Allí quedó tendido el cadáver de Luisa, a la puerta del Santuario que por su intervención se salvó. Nunca después fue de nuevo atacado y gracias a ella lo conservamos hoy. Horas después, la llevaron al cementerio de Guadalajara, donde la enterraron al día siguiente.

Doña Julia Almendros recuerda que al finalizar la Guerra Civil, cuando se volvió a abrir el Santuario de Nuestra Señora de la Antigua al culto de los fieles, la primera Misa que se celebró fue por la mártir Luisa Megino Zopico y el templo se llenó en agradecimiento a ella, ya que, dando su vida por amor a la Madre de Dios, salvó el Santuario de ser incendiado.


Raúl Corral Blázquez

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