OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

jueves, 26 de marzo de 2009

NO MATARÁS


Nuestra cultura está enferma, y todos aquellos médicos que solamente le prescriben y diagnostican las dolencias materiales y recetan los correspondientes remedios, llevan un falso camino.

"La sociedad europea muere. Sus extremidades están ya frías. Pronto lo estará también su corazón. ¿Y por qué muere? Muere porque ha sido envenenada. Muere porque el error mata y porque esta sociedad está edificada sobre el error" (Donoso)

La cultura moderna no se preocupa de los mandamientos de Dios; sí, ella desprecia y se burla y busca por todos lo medios evitar la ley del Sinaí, y no reconoce que así, por ese medio, va al encuentro de la catástrofe.

Algo más o menos de progreso técnico, algo más o menos de material bienestar, algo más o menos de ciencia; todo eso no influye en la verdadera felicidad humana.

El pecado, sólo, hace miserable. Y esto vale así para la vida del individuo como para la vida del pueblo, y tal vez en ninguna parte se muestre tan evidente y claro como en la violación del quinto mandamiento, pues es el mandamiento del amor al prójimo en particular. Ya que también en cada desprecio del Decálogo es el amor contravenido.

Una sociedad enajenada de Cristo, no conoce ni defiende amigos, ni defiende la paz, sino solamente amargura, discordia y odio, sangrienta pelea y guerra. Ricos y pobres, propietarios y proletarios, están frente a frente en dos ejércitos preparados para la batalla.

Odio de clases y lucha de clases agitan su centro. Pero también los pilares de Estado vacilan, y Europa ya solamente puede escoger entre anarquía y dictadura, y por no estar doblegada bajo el dulce yugo del Salvador, se convierten los hombres en esclavos de la masa o de un tirano.

Volúmenes enteros podrían escribirse sobre el quinto mandamiento; pero nosotros deberemos limitarnos a algunos grandes rasgos. Homicidios y suicidios, exterminación del germen de la vida, muerte de los enfermos incurables y gravosos, refinados asesinatos por pesar y disgusto o por arrebatar de la vida indispensables amores, por pleitomanía y odio fraterno. Y en lo económico dominan competidoras luchas que sólo van a parar a estrangular al débil.

Finalmente, el moderno aturdimiento de la humanidad nos ha irrogado grandes daños a nosotros los cristianos al quitar a nuestros pobres y enfermos la resignación.

Evidente también que aquí no se puede tener una penetración que llegue a todo, sino sólo pretender iluminar algo la actualidad y el futuro, y, en particular, a los cristianos conducirles más a la persuasión de que la crisis de nuestra cultura no se ha de remediar con exteriores organizaciones, ni por sólo económicas reformas, sino por la lucha contra el pecado en cada uno de los corazones, pues todo lo social descansa en lo personal, y por lo mismo el cultivo espiritual es de importancia capital.

"No matarás". La muerte del alma es mucho más grave que la del cuerpo. Pero eso no lo alcanza al hombre moderno. Desgraciadamente la concepción materialista del mundo ha entrado también en el círculo cristiano, y la advertencia de Nuestro Señor: ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", viene a ser sentencia vana de sentido para tantos hijos de los hombres.

No nos basta, de fijo, a los cristianos, que quizá el domingo vayamos a la iglesia, sino que el alma necesita diariamente el alimento del espíritu, para no enfermar. La pregunta: "¿Para qué estamos en este mundo?", debe ocupar sin cesar nuestro espíritu. Nosotros no vivimos solamente para comer y beber, para trabajar y gozar, para ganar dinero y gastarlo, sino que nuestra verdadera vida es el amor de Dios y del prójimo.

¡Qué bien para nuestra cultura, si los hombres se preocupasen tanto del bien del alma como del cuerpo!. Ciertamente exige también del quinto mandamiento cuidado del bienestar corporal; pero, ¡tengamos compasión de nuestra alma inmortal!. Cuidamos del hermano cuerpo los 365 días consecutivos al año, ¿y no tenemos nosotros, católicos, a lo menos tres días para tratar exclusivamente del alma?. Los ejercicios reclaman tiempo; y, así como deseamos a todos, para rehacerse en el cuerpo, sus días de vacaciones, así también a lo menos algunos días de ejercicios para el alma.

¡El espíritu de la época mina los cuerpos y descuida el alma! ¡ Abandonamos a ésta quizás largos años enferma y aun del todo muerta para la vida eterna, si Dios no se compadece!. Si acaso le falta algo al cuerpo, al punto acudimos a doctores y especialistas, no doliéndonos tiempo ni dinero para librarlo de padecer. Se nos comprende perfectamente: ¿quién no procurará una racional asistencia corporal? Es un deber cristiano acudir de la curación de la enfermedades; mas es que encarecemos la importancia del cuerpo a expensas de la del alma.

Estanse a cientos de miles, en lo más recio de la canícula o en los más rigurosos fríos, hasta el final del partido de fútbol, como si la victoria tuviera una importancia digna de conmover al mundo, pero se llenan de espanto ante una fría iglesia desprovista de calefacción.

Formarán durante horas en una calle para gozar de una manifestación a riesgo de caer rendidos, mas hallan casa terrible arrodillarse media hora ante el altar del Señor.

Hacemos con el quinto mandamiento algo así como los condenados a la silla eléctrica, de los cuales dice el director de la Sing-sing-house (casa de-"canto, canto"-averiguación) que no se suiciden, al propio tiempo toman, esos mismos, mil precauciones para no constiparse, o se ponen periódicos bajo los pies para evitar el reumatismo.

Hemos experimentado la más terrible guerra y nos preparamos para otra mayor, en la cual se aniquilen millones de una y otra parte, o queden de ella miserables lisiados, y al propio tiempo, cientos de millares de médicos y cirujanos trabajan para alargar la vida de la gente enferma.

"El de buen corazón se compadece de su ganado", dice un refrán, y en miles de asociaciones protectoras de animales, se cuida del bienestar de los cuadrúpedos; mas cuan a menudo vemos a esos mismos amigos de los animales tomar tan poco interés en orientar bien la política social, donde la cuestión es la condición de vida de nuestros hermanos.

¡Un mundo lleno de contradiciones! Pero, ¡cuan terrible si volvemos los ojos a los peligros espirituales! ¡Ay de aquel por quien viniere el escándalo! ¡Cómo nos volvemos contra los asesinos del cuerpo! Pero para los del alma no tiene el mundo moderno ningún anatema y éstos son con todo los grandemente culpables. A pesar de la crítica más autorizada, se deslizan tranquilamente ante la pantalla de nuestros cines las películas más criminales y escandalosas historias, y todavía después se lee en sensacionales inserciones en nuestra prensa los encomios se esa peligrosa basura. Es que se tiene por accesoria la vida del alma y por eso toda la preocupación tiende a servir al cuerpo. Desengañémonos, el fundamento de la observancia del quinto mandamiento, informa toda la vida espiritual, como la informó desde el principio del cristianismo, el cual tiende de sí a proporcionar a la humanidad una verdadera idea de la vida.

Sólo Cristo, nuestro Redentor, protegió en verdad a los necesitados y a los desamparados, y en su predilección por los desheredados de este mundo fue santificada por Él la humanidad. Si nuestra cultura se empeña en alejarse de las enseñanzas del Salvador, acabará en la barbarie, en la que a pesar de toda policía y leyes estatales, no tendrá nadie su vida segura.


Del libro "LA CRISIS DE NUESTRA CULTURA" de F. Buomberger. Traducido del alemán por el Rvdo. P. José Muñero S. J. Ediciones FOMENTO 1941

No hay comentarios:

Publicar un comentario