Leía hace unos días en el blog de Radio Cristiandad que el Papa Juan Pablo II, será recientemente elevado al honor de los altares como beato. Lo comunicaba su ex-secretario personal y actual Cardenal de Cracovia Mons. Estalisnao Dziwisz. Y leyendo esta noticia me acordé de una carta que tengo hace tiempo y que creo que refleja muy bien lo que fue el Pontificado del finado Papa. Con esto no quiero juzgar a nadie y menos a quien tuvo el timón de la barca de Pedro por tantos años, porque si lo hiciera pecaría con ello de orgullo y suplantaría a Nuestro Señor en sus funciones. Sólo quiero dar aquí mi opinión sobre lo que creo que fue el mencionado Pontificado, que creo que estoy en mi derecho y me ampara la "libertad de expresión". Aunque visto lo visto con el caso de Mons. Richard Williamson la mencionada "libertad" es sólo para los política y religiosamente correctos.
"EL ÚLTIMO APLAUSO" (al Papa Juan Pablo II)
Santidad; Ningún hombre ha recibido tantos aplausos en este mundo como Vuestra Santidad. Aplausos de todas clases: aplausos servilistas de los que os rodean y os acompañan; aplausos de compromiso obligados por cumplir con la sociedad; aplausos populares de los que os aman de verdad y sienten verdadera veneración por Vos. Estos últimos son innumerables, de toda raza, condición, lengua y país, y se contabilizan por millones.
Falta el último aplauso el que os ha de dar N.S. Jesucristo. Es el más importante, el que durará eternamente, el único verdadero, pues todos los demás se los ha llevado el viento y ya no existen.
Estaba yo una noche pensando todo esto cuando me dormí profundamente y soñé, soñé... y ahora voy a exponeros mi sueño tal como fue.
Vos habíais muerto, y mientras millones de seres seguían con atención y lágrimas vuestros funerales que se desarrollaban majestuosamente en la Basílica de San Pedro, os presentabais ante N.S. Jesucristo en una sala inmensa repleta de Ángeles y Santos. N.S. Jesucristo estaba sentado como Juez en su trono rodeado de Querubines. Todos guardaban un silencio impresionante esperando oír la sentencia que había de ser definitiva, inapelable y eterna; era el último aplauso para siempre.
Entonces N.S. Jesucristo dijo en alta voz:
¿Qué has hecho de mi Iglesia que te he confiado como Pastor Supremo y Vicario mío durante tantos años?
Muchos seminarios y colegios religiosos con sus aulas mixtas se han vaciado de vocaciones. Muchas iglesias se han convertido en salas de conciertos y reuniones políticas, donde se come, se bebe, se fuma y se blasfema. Las familias están destrozadas; el adulterio, el divorcio y el matrimonio civil se han extendido entre los católicos. Muchísimos han perdido la fe y se han vuelto agnósticos o indiferentes. Innumerables profesores se llaman teólogos y enseñan impunemente en cátedras, seminarios y púlpitos herejías contra mi Iglesia, contra la Virginidad de mi Madre, contra el celibato eclesiástico y contra mi propia Persona Divina. Los derechos humanos han sustituido a Mis Derechos, y el hombre, engreído, se ha hecho casi igual a Mí.
¿Qué has hecho de la autoridad y poderes que yo te di? (yo os miraba fijamente y vi como un sudor os bajaba por el rostro) ¿Y como has permitido que sacerdotes buenos y seglares íntegros hayan sido despreciados, arrinconados, mal vistos y perseguidos, muriendo llenos de perplejidad y dolor, cuando lobos rapaces se han apoderado de mi Iglesia, haciendo un mal incalculable a mis ovejas?
¿Por qué el liberalismo democrático, mi enemigo capital, se ha extendido por todas partes destruyendo mi Realeza Social?
¿Por qué levantaste la excomunión a los masones sin que abandonaran su programa anticristiano y anticatólico?
¿Cómo has permitido que se trate mi Eucaristía, donde Yo estoy presente, con tan poco respeto, y se hayan multiplicado los horribles sacrilegios y las satánicas misas negras, por culpa de la comunión en la mano?
¿Por qué me igualaste en Asís con los dioses falsos, invitando a todas las religiones a que rezasen a sus dioses por la paz?, ¿acaso ignoras que no hay otro Dios fuera de Mí?
¿COMO PUEDO DARTE MI ÚLTIMO APLAUSO?
(La mirada de N.S. Jesucristo se había hecho más profunda y severa, muy difícil de explicar. Ante aquella mirada terrible, os pusisteis a temblar y caísteis sin sentido al suelo... mientras me parecía oír de vuestros labios: "¡malditos aplausos!"
En esto un timbre agudo y repetido me volvió a la realidad. Miré al despertador con alivio; me había librado de aquella terrible pesadilla, y pensé en aquellos versos famosos de nuestro Calderón de la Barca:
"¿Qué es la vida? un frenesí;
¿qué es la vida? una ilusión,
una sombra, una ficción,
que el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños sueños son."
Me vestí nervioso, entre conmocionado en una iglesia, y ante el altar hice esta súplica con toda mi alma: ¡SEÑOR, QUE ESTE SUEÑO NUNCA JAMÁS SEA REALIDAD!
Después prometí escribiros, Santidad y lo he cumplido.
F.D.O.
(El último de vuestros hijos católicos)
Es muy interesante esta publicación. Siempre he manifestado que Juan Pablo II fue un hombre bueno, pero un Papa mediocre, se le fue de las manos, se dedicó a otras cosas buenas, y abandonó su misión como Regidor de la Iglesia.
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