LA POCA ESTIMA QUE SE HACE DE LA GRACIA
Así como no hay cosa más preciosa que la gracia que nos mereció el Hijo de Dios, así no hay cosa más para llorar que su pérdida y el desprecio que de ella hacen los redimidos con su preciosa sangre. ¿Qué mayor desatino que, por el cumplimiento de un apetito indigno de la naturaleza, perder más que toda la naturaleza? Porque no es encarecimiento lo que enseña Santo Tomás, que el bien de la gracia de un hombre solo es mayor que el bien de la misma naturaleza de todo el universo. Y San Agustín dice que la gracia de Dios no solamente sobrepuja a todas las estrellas y todos los cielos, pero también a todos los ángeles. Porque si Dios diera a uno todos los bienes del mundo y le hiciese señor de las estrellas, aunque fuese de diamantes, y sobre eso le diera toda la perfección natural de los serafines y todos los ángeles, no le haría tanta merced como en darle un átomo de gracia.
El Profeta Jeremías se puso a llorar muy de propósito la pérdida de toda una ciudad. Los amigos del Santo Job, por las pérdidas que tuvo, que fueron de ganados, casas, hijos y salud solamente, todas cosas naturales y transitorias, quedaron pasmados siete días sin hablar palabra. Pero ¿qué tiene que ver perder bienes naturales, como bueyes, ovejas y jumentos, que perdió el Santo Job, con perder tantos bienes sobrenaturales como se pierden con la gracia? Piérdese en ella un Ser Divino que le levanta a uno sobre toda la naturaleza; piérdese la caridad, reina de todas la virtudes; piérdense juntamente todas cuantas virtudes sobrenaturales con la gracia que se dan a los verdaderos contritos; pierdense los dones del Espíritu Santo; piérdese el mismo Espíritu Santo; piérdese el ser hijo de Dios, el ser su amigo, el estar en su compañía; piérdese el derecho al reino de los cielos; piérdese la vida del alma; piérdese el hacer obras merecedoras de la gloria; piérdense todos los merecimientos hechos; piérdese toda la gracia recibida en los Sacramentos de toda la vida; piérdense innumerables riquezas espirituales; piérdese Dios, y así se pierde todo lo que se puede perder
Verdaderamente, no hay corazón que baste para sentir, ni ojos para llorar, ni lengua para lamentar esta lastimosa miseria de los hombres. La sombra de esto cástigo Dios en su pueblo con un largo y terrible castigo. Porque tuvieron en nada la tierra deseable, esto es, la tierra de Canaán prometida de Dios dice David que levantó el Señor su mano sobre ellos para postrarlos en el desierto, donde murieron innumerables, y para abatir sus descendientes entre naciones bárbaras, donde estuvieron cautivos muchos años, y derramarlos en regiones extranjeras, donde padecieron grandes miserias. Pues si el desprecio de la tierra, por ser deseable, así le castigó el Señor, el desprecio, del cielo, únicamente deseable, ¿cómo le castigará?
Del libro "APRECIO Y ESTIMA DE LA DIVINA GRACIA" por el Rvdo. P. Juan Eusebio Nieremberg S. J.
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