OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

lunes, 2 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA


MUERTE DEL PECADOR


"Angustia superveniente, requirent pacem et erit; conturbatio super conturbationem veniet"




Rechazan los pecadores la memoria y el pensamiento de la muerte, y procuran hallar la paz (aunque jamás la obtienen) viviendo en pecado. Mas cuando se ven cerca de la eternidad y con la angustias de la muerte, no les es dado huir del tormento de la mala conciencia, ni hallar la paz que buscan, porque ¿cómo ha de hallarla un alma llena de culpas, que como víboras la muerden? ¿De qué paz podrán gozar pensando que en breve van a compadercer ante Cristo Juez, cuya ley y amistad han despreciado) Turbación sobre turbación vendrá (Ez. 7, 26).
El anuncio de la muerte ya recibido, la idea de que ha de abandonar para siempre todas las cosas de este mundo, el remordimiento de la conciencia, el tiempo perdido, el tiempo que falta, el rigor del juicio de Dios, la infeliz eternidad que espera al pecador, todo esto forma tempestades horribles, que abruman y confunden el espíritu y aumentan la desconfianza. Y así, confuso y desesperado, pasará el moribundo a la otra vida.
Abrahán, confiando en la palabra divina, esperó en Dios contra toda humana esperanza, y adquirió por ello mérito insigne. Mas los pecadores, por desdicha suya, desmerecen y yerran cuando esperan, no sólo contra toda racional esperanza, sino contra la fe, puesto que desprecian las amenazas que Dios dirige a los obstinados. Temen la mala muerte, pero no temen llevar mala vida.
Y, además, ¿quién les asegura que no morirán de repente, como heridos por un rayo? Y aunque tuvieren en ese trance tiempo de convertirse, ¿quién les asegura de que verdaderamente se convertirán?...
Doce años tuvo que combatir San Agustín para vencer sus inclinaciones malas... Pues ¿cómo un moribundo que ha tenido casi siempre manchada la conciencia podrá fácilmente hacer una verdadera conversión, en medio de los dolores, de los vahídos de cabeza y de la confusión de la muerte?
Digo verdadera conversión, porque no bastará entonces decir y prometer con los labios, sino que será preciso que palabras y promesas salgan del corazón. ¡Oh Dios, qué confusión y espanto no serán los del pobre enfermo que haya descuidado su conciencia cuando se vea abrumado de culpas, del temor del juicio, del infierno y de la eternidad! ¡Cuán confuso y angustiado le pondrán tales pensamientos cuando se halle desmayado, sin luz en la mente y combatido por el dolor de la muerte ya próxima! Se confesará, prometerá, gemirá, pedirá a Dios perdón..., más sin saber lo que hace. Y, en medio de esa tormente de agitación, remordimientos, afanes y temores, pasará a la otra vida.
Bien dice un autor que las súplicas, llantos y promesas del pecador moribundo son como los de quien estuviere asaltado por un enemigo que le hubiere puesto un puñal al pecho para arrebatarle la vida. ¡Desdichado del que sin estar en gracia de Dios pasa del lecho a la eternidad!



San Alfonso Mª de Ligorio


Del libro "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"


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