OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

domingo, 9 de marzo de 2014

LA GRAN BATALLA

¡Oh Jesús! Yo me retiro en espíritu contigo al desierto. Enséñame a luchar contra la tripe concupiscencia de la carne, del orgullo, de la avaricia.

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, probado, recibirá la corona de la vida” (Sant. 1, 12)
Al comenzar hoy el tiempo de Cuaresma propiamente dicho, la Iglesia nos invita a lanzarnos con ardor en la batalla decisiva contra el pecado, que debe abrirnos el camino para la resurrección pascual. El modelo de esta lucha es Jesús, que, aunque exento del incentivo de la concupiscencia, quiso someterse por nuestro bien a las tentaciones del demonio, para “compadecerse de nuestra flaquezas” (Heb. 4, 15)

Después de cuarenta días de ayuno riguroso, cuando siente el estímulo del hambre, Jesús es tentado por Satanás a que convierta las piedras en pan. No es posible abrazar un régimen de penitencia o mortificación seria sin experimentar las molestias que de él se derivan; pero entonces es el momento de resistir a las voces insinuantes que nos aconsejan una mayor condescendencia con las exigencias físicas, respondiendo con Jesús: “No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 1-11). La vida del hombre, mucho más que del nutrimento material, depende de la voluntad de Dios; por eso sólo quien está convencido de esto, tendrán valor para sujetarse a cualquier privación, porque confía en que la Divina Providencia le deparará el necesario sustento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario