FRAGMENTO DEL SERMÓN PRONUNCIADO EN ZAITZKOFEN (ALEMANIA) POR MONS. LEFEBVRE EL 26 FEBRERO DE 1983
Por mi parte, siempre me ha parecido que, apoyándonos en la santa y fiel Tradición de la Iglesia, era mi deber ir a Roma, protestar y hacer todo lo posible para que algún día vuelva a la Tradición. Con todo, algunos miembros, han pensado que no había que tener más contactos con los que actualmente se dirigen hacia el error; y que había que abandonar a todos los que han adoptado el Concilio Vaticano II y sus consecuencias; y, por consiguiente, como la Fraternidad seguía teniendo contactos con Roma y con el Papa, prefirieron abandonar la Fraternidad.
Pues bien, queridos hermanos, eso no ha sido nunca lo que ha hecho la Fraternidad, ni tampoco el ejemplo que ha creído que tenía que dar. Por el contrario, yo no dejo de ir a Roma; sigo yendo a Roma y sigo teniendo contactos con el Cardenal Ratzinger, a quien conocéis bien, con el propósito de hacer volver a Roma a la Tradición.
Si considerara que ya no hay Papa, ¿para qué ir a Roma? Pero en tal caso, ¿cómo esperar hacer volver a la Iglesia a la Santa Tradición?, pues es el Papa el que tiene que hacer volver a la Iglesia a la Tradición. El tiene la responsabilidad, y aunque hoy, por desgracia, se deja arrastrar por esos errores del Vaticano II, ¡no es una razón para abandonarlo, sino todo lo contrario! Tenemos que hacer todos los esfuerzos que podamos para hacerlo reflexionar sobre la gravedad de la situación, hacerlo volver a la Tradición y que haga volver a la Iglesia al camino que ha seguido durante veinte siglos.
Naturalmente, algunos me dirán: "No vale la pena, está usted perdiendo el tiempo"; pero es porque no tienen confianza en Dios. Dios lo puede todo. Hablando humanamente, es verdad: resulta una decepción; pero Dios lo puede todo y la oración lo puede alcanzar todo. Por este motivo, tenemos que rezar aún el doble por el Papa: para que Dios lo ilumine y le abra por fin los ojos, vea los desastres que se difunden por la Iglesia, y, finalmente, los seminarios se llenen al igual que los nuestros, volviendo a formar sacerdotes que celebren la verdadera Misa y canten la gloria de Dios, como hizo Nuestro Señor en la Cruz. Éste es el motivo por el que voy a Roma; esto es la Fraternidad, querido amigos.
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